Zvi Barel
23/1/2012
Videos que fueron subidos a la red, en estos días, muestran la miseria de los ciudadanos en Irán. Largas colas de civiles desfilan, en la puerta de los bancos, para rescatar sus ahorros. Hay concentración alrededor de los puestos de cambistas; se compran monedas de oro destinadas a proteger el valor del dinero y pequeños comerciantes se vieron obligados a cerrar sus locales dado que no logran vender sus mercancías a precios considerables. Desde que Estados Unidos impuso las sanciones, en octubre, se desplomó la moneda local (el real), a 18 mil reales por dólar (de 7 mil reales en marzo pasado). Los civiles no confían más en la política monetaria del gobierno ni en el anuncio sobre el aumento de tasas (de un 12% al 21% anual) para incentivarlos a dejar sus ahorros en moneda iraní en los bancos (que tampoco convence). La decisión del directorio del Banco Central solo despertó diferencias profundas con el Presidente Ahmadinejad que se impuso, como meta, bajar el índice de rédito a menos del 10% para estímulo de la industria iraní. La reglamentación según la cual los civiles iraníes, que viajan al exterior podrán llevar consigo 5000 dólares y la ley que prohíbe los negocios en moneda extranjera que, según el índice oficial, llega a 14 mil reales, no frena la fuga de divisas extranjeras.
El mercado negro florece. La inflación alcanza el 20% según datos oficiales y el doble en la realidad mientras, los precios en los supermercados, van cambiando día a día. La caída en el índice del real influye, en especial, en el mercado de productos, en su mayoría importados desde el exterior. Así, por ejemplo, un Iphon 4 cuesta cerca de 1000 dólares, el agua mineral saltó en un 25% y la suba de precios de materia prima provocó el cierre de cientos de fábricas durante el último año. La declaración de la cancillería china, según la cual, “más sanciones contra Irán afectarán en el nivel de vida de los civiles iraníes”, pone al descubierto solo en forma parcial aquello que, los civiles iraníes, ya sienten con mayor fuerza desde la imposición de más sanciones norteamericanas, firmadas por el Presidente Obama, el mes pasado. “A los precios actuales yo solo puedo soñar con un departamento”, escribió a Ha`aretz por el correo electrónico un profesor de la Universidad de Teherán. “Podría ser millonario hoy si hubiera tenido, hace tres años, el dinero para adquirir un departamento”.
La política de reducción de subsidios, liderada por Ahmadinejad hace un año y medio, provocó la estampida de los precios de insumos para la construcción y, a pesar que el gobierno destina 40 dólares por mes a las familias necesitadas, no alcanza para hacer frente a la suba de precios. La ley según la cual no pueden aumentar los precios de los departamentos (para venta o alquiler) en más del 10% por año no es sino letra muerta. Cuando la construcción se frena, los precios saltan.
Y, sin embargo, analistas iraníes señalan que las sanciones y la difícil situación económica afectan, en especial, a la clase media. La clase baja, habitantes del sur de Teherán y residentes de los pueblos, base de la fuerza política de Ahmadinejad y sus seguidores, no se ve, en particular, afectada, dado que no interviene en el mercado de capitales iraní. En los pueblos producen sus propias necesidades. Gozan de la ayuda que les otorga el gobierno y la asociación de beneficencia, financiada oficialmente. La clase media ya se vio afectada, hace un año y medio cuando se redujeron los subsidios para el combustible y la electricidad y, ahora, otra vez, carga con el peso de las nuevas sanciones. Se trata de la clase social de la cual surgió la oposición liberal a Ahmadinejad y la que deberá decidir, en menos de dos meses, cómo votará en las elecciones para el parlamento. Por el contrario, las sanciones impuestas hasta ahora, aumentan el poder de la gente de la Guardia Revolucionaria que controla un tercio de la economía del estado. Los senderos de tráfico, entre Irán y los países del Golfo a Irak y, desde allí, el comercio con Turquía que va creciendo (el Canciller iraní declaro, de visita en Turquía, que la aspiración de Irán es ampliar el comercio con ese país a 30 mil millones de dólares (el nivel actual es la mitad) y los yacimientos de petróleo en el Golfo Pérsico, que muchos de ellos se encuentran bajo control de la Guardia Revolucionaria, solo incrementó los enormes ingresos de su gente, quienes disfrutan de la estampida del precio del barril de petróleo como consecuencia de la crisis con Irán.
El gobierno de Irán abrió una vía alternativa bancaria por medio de Rusia y Turquía y hasta se convirtió, por sí misma, en vía de tráfico de petróleo sirio –.bajo sanciones- que adquiere desde Siria, le vende a sus clientes y deposita la ganancia en una cuenta siria.
Sobre las dificultades económicas del país es imposible encontrar un informe en la prensa cercana al régimen. Según el sitio de noticias oficial, el gobierno se propone invertir miles de millones en el área de perforación de petróleo, en nuevas fábricas de desarrollo y un enorme incremento de la producción de gas natural. ¿Crisis económica? Eso solo en Estados Unidos y Europa.
¿Podrán las nuevas sanciones económicas modificar la ecuación y convertir al gobierno, el ejército y la Guardia Revolucionaria en los grandes perdedores? “Basta recordar los 12 años de sanciones impuestas, antes de la guerra, a Irak. El pueblo vendía sus dientes postizos para sobrevivir mientras el régimen permanecía en su nido”, dice un analista iraní.
CIDIPAL
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