Por Israel


Defendemos un ideal no a un gobierno
Síguenos en Facebook Twitter Twitter YouTube RSS Feed
| viernes noviembre 22, 2024

Por Qué las Elites Occidentales Contemporáneas No Entienden el Mundo Y Por Qué Fracasa Su Política Exterior


Barry Rubin

22 de enero de 2012

pjmedia.com

Una de las ventajas de pasar gran parte de mi tiempo hablando con gente de todo el mundo es el obtener un punto de vista original y fresco sobre Estados Unidos, sus posiciones políticas, su política y su cultura política.

Recientemente, tuve una discusión con un brillante académico que había crecido en un país comunista, pasado mucho tiempo en Estados Unidos, y estudiado este tipo de cosas. Para explicar cómo se forma la concepción que EE.UU. tiene sobre el mundo, usó la frase «mentalidad de ingeniería».

La «mentalidad de ingeniería» es uno de los principales factores del brillante éxito de Estados Unidos. Entiendo eso como que uno se acerca a un problema con el estilo ‘puedo hacerlo’ (otra frase estadounidense). Se descartan factores culturales e históricos extraños, que distraigan, con el fin de encontrar una forma práctica de arreglar las cosas. ¡Al diablo con los torpedos, adelante a toda máquina! Construir edificios, carreteras y puentes, inventar nuevos productos; revolucionar métodos de producción. No dejarse intimidar por lo tradicional; no temerle al cambio; sólo porque nunca se ha hecho antes, no significa que no se puede hacer ahora. Olvídese de la ideología o ideas preconcebidas. Sólo hacer el trabajo lo más rápido, barato y eficientemente posible.

Tal pragmatismo, enérgico y sin temor, conquistó un continente, industrializó una nación agraria y ganó guerras. Hace un siglo le permitió a Estados Unidos convertir dispares grupos étnicos y religiosos en una sola nación. En las últimas décadas, con notable poca violencia o trastornos, derribó barreras raciales, de género y otras, que habían prevalecido largamente.

Frente a todos estos logros, la opinión prevaleciente en la actualidad, de que Estados Unidos tiene una historia vergonzosa y es una sociedad fracasada, es ridícula, no obstante pasadas deficiencias.

Pero, ¿cómo este enfoque «ingeniería» se relaciona con el mundo exterior? No tan bien. Ignorando los factores históricos, culturales, ideológicos, religiosos y otros, no se comprenderá a otros países. No se puede tratar de entenderlos o hacer que cambien («¡simplemente hazlo!»), ya que estas interpretaciones no funcionan y los esfuerzos para cambiar fracasan. La idea de que el know-how estadounidense entrará en un país como Irak y Afganistán y tendrá éxito en la «construcción nacional» es, por decir lo menos,  muy exagerado.

¿Cómo encontraron, los líderes estadounidenses en el pasado, maneras de superar esta sesgada «ingeniería»? Reconociendo las diferencias, comprendiendo que los demás países y pueblos tienen su propia orientación, cosmovisión y cultura. Lejos de ser algo inaceptable, la idea del excepcionalismo americano era un concepto muy útil; saber que Estados Unidos era más exitoso que otros países, era un elemento importante en el tratamiento de la realidad porque, entonces, había que preguntar por qué a Estados Unidos le había ido tan bien, lo cual también implicaba  por qué otros no habían seguido este modelo.

Por ejemplo, el peso de la tradición, en otras sociedades, era demasiado poderoso como para permitir un cambio fácil. Las diferencias de clase eran más rígidas. Ideas e instituciones que podrían haber funcionado en el pasado, ahora bloqueaban el desarrollo. El cambio tenía que venir de adentro. El atraso no era el resultado de la opresión externa, sino del estancamiento interno. Todos estos puntos son lo opuesto a las ideas radicales que prevalecen en Occidente.

En contraste, Estados Unidos era una sociedad nueva, un experimento, un relativamente blanco lienzo en el que, por ejemplo, los Fundadores habían aprendido de los fracasos de la democracia en otras partes y crearon un tipo totalmente nuevo de sistema.

¿Cómo, en este contexto, podemos entender el problema del racismo? El racismo no es pensar que se es mejor que otros. Es pensar que se es mejor por naturaleza y para siempre, que otros no pueden superarse por razones eternamente establecidas por la biología. El racismo no es pensar que su sociedad es superior. Es no entender que otros pueden tomar los elementos que funcionaron para uno, adaptarlos para sí mismos, y combinarlos con los mejores elementos autóctonos.

El racismo no es creer que existen diferencias, es no comprender que, hasta ahora, al menos, hay razones válidas – enraizadas en las condiciones, la historia, y muchos otros factores – para esas diferencias. O, para decirlo gráficamente, el racismo era pensar que Japón o China, u otros países, no podían convertirse en países modernos y desarrollados, e incluso democráticos. Pero no entendiendo que tal éxito requiere tiempo y cambio.

El racismo sería creer que los musulmanes están, por naturaleza, condenados a tener sociedades inestables y antidemocráticas. Pero, para comprender ese espectacular cambio – incluso en las formas en que el Islam es efectivamente interpretado – es necesario alcanzar esas metas de un modo de ninguna manera racista.

Y a pesar de la importancia de reconocer las diferencias, es perfectamente apropiado, y en lo más mínimo racista, propugnar una convergencia, a largo plazo, en términos de objetivos generales. Esperar que toda la humanidad pueda, algún día, disfrutar de verdaderos derechos humanos, libertad de expresión, democracia real (y no sólo elegir una dictadura en las urnas), igualdad de trato para las mujeres, y otras características de la moderna civilización occidental, no son para nada racistas. Es el camino que muchos en el Tercer Mundo – y sobre todo fuera de Medio Oriente – desean tomar. Por cierto, si anhelan una tal sociedad – con las adaptaciones a la historia local y mejorarlas, para evitar los problemas que enfrenta occidente – ¿no es ése el mejor aval  para las sociedades occidentales, democráticas, basadas en la libre empresa?

Hoy, sin embargo, el racismo ha sido definido, por la cultura oficial y la ideología, como prohibir el orgullo de los estadounidenses por su propia sociedad, o que los políticos tomen en cuenta las diferencias ideológico-cultural-históricas. En otras palabras, supuestamente es «racista» decir que el cambio es absolutamente necesario para el progreso, o sugerir que sólo una victoria de las fuerzas realmente moderadas y liberales, puede llevar una vida mejor a los pueblos. Esta distorsión alienta a olvidar que hay poderosas fuerzas reaccionarias – a menudo fingiendo ser de izquierda, legítimas o «progresistas” – que están a favor del estancamiento o, peor aún, que intensifican los errores que frenan a estas sociedades.

Cuando se combina con la «mentalidad de ingeniería» de Estados Unidos, ésto produce ceguera y, por lo tanto, una política desastrosa.

Irónicamente, el «altamente sofisticado», políticamente correcto, punto de vista del Multiculturalismo (cuán irónicamente denominado, ya que, básicamente, niega los conflictos entre culturas) tiene mucho en común con el peor provincialismo estadounidense del pasado. Todo el mundo es «simplemente como» nosotros – pensar lo contrario es un delito de opinión – que a menudo significa, en la práctica, afirmar que sólo se preocupan por su bienestar material.

Sin embargo, en aguda contradicción con la supuesta homogeneidad, no se les permite desafiar sus costumbres. Tratar a las mujeres como ganado, por ejemplo, es su forma de vida, igualmente válida, que no podemos criticar. Un líder de la Hermandad Musulmana debe ser moderado y pragmático, porque definir a cualquiera en el Tercer Mundo como malo, ¡debe ser racismo! Sólo nosotros somos elegibles para ser los «tipos malos».

En el pasado, el pensamiento estadounidense era mucho más sofisticado. Tómese la «teoría de la modernización». En las décadas de los años 1950 y 1960, los científicos sociales occidentales preguntaban cómo los países del Tercer Mundo podrían pasar de ser pobres y subdesarrollados a convertirse en prósperos y estables. Ése era un punto de vista totalmente «anti-racista». Cualquiera podía tener éxito si sólo estaba dispuesto a implementar la combinación apropiada de reformas y cambios internos.

Se necesitaba que hubiera urbanización, mejor educación, más democracia y derechos ciudadanos, un mayor grado de iniciativa privada, y un trato más igualitario de las mujeres. Junto con esto, había una serie de medidas económicas, comenzando con la sustitución de importaciones y encaminarse a la industrialización. Aunque la teoría de la modernización no era completamente exacta, sí ofrecía una buena descripción de lo que ocurrió, primero en Japón y luego en lugares como Corea del Sur, Singapur, India y China.

Hoy en día, la teoría principal – y la que Barack Obama, escribió en sus libros – es que el «subdesarrollo» es simplemente el resultado de la explotación occidental. Tal punto de vista, aparte de sus implicaciones políticas, no hará nada para ayudar a que los países mejoren.

Ésto hace de occidente un animador del estancamiento y de las fuerzas reaccionarias. Se entrega ayuda sin fin para que vaya, ya sea a subsidios para mantener los regímenes en el poder, o a las cuentas de las elites en un banco suizo. Este enfoque es el del estado de bienestar a nivel global, con todos los defectos de ese sistema.

Así que mientras que el enfoque de ingeniería de Estados Unidos – simplemente hacer lo que mejor funciona – podría ser parte del problema de Estados Unidos en el trato con los países del Tercer Mundo, el problema mucho más grande es el actual rechazo a discutir qué es lo que está mal con otras sociedades. Eso también implica comprender qué está correcto acerca de Estados Unidos y la naturaleza de los propios problemas de Estados Unidos.

Al igual que con tantos problemas, ni la academia ni los medios masivos de comunicación ni la elite política, están siquiera discutiendo la necesidad de una discusión franca de las diferencias entre los países o el camino del desarrollo para el Tercer Mundo. Sin embargo, de no hacerlo, el mundo se vuelve incomprensible y la política exterior de EE.UU. fracasa.

http://pjmedia.com/barryrubin/2012/01/22/why-contemporary-western-elites-don%E2%80%99t-understand-the-world-and-why-their-foreign-policies-fail/

http://pjmedia.com/barryrubin/2012/01/22/why-contemporary-western-elites-don%E2%80%99t-understand-the-world-and-why-their-foreign-policies-fail/2/

Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld

 
Comentarios

Aún no hay comentarios.

Deja un comentario

Debes estar conectado para publicar un comentario. Oprime aqui para conectarte.

¿Aún no te has registrado? Regístrate ahora para poder comentar.