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| domingo diciembre 22, 2024

Sudán del Sur, el nuevo aliado de Israel


Daniel Pipes

danielpipes.org

libertaddigital.com  

No sucede todos los días que el líder de un país nuevo elija como destino para su primer viaje al extranjero Jerusalén, capital del país más asediado del mundo. Pero eso fue precisamente lo que hizo en diciembre Salva Kiir, presidente de Sudán del Sur. El presidente de Israel, Simón Peres, celebró la visita de su homólogo como «un momento histórico y conmovedor».

La visita de Kiir hizo correr el rumor de que Sudán del Sur ubicará su embajada en Jerusalén, lo que convertiría al país africano en el único con su sede diplomática en la capital israelí.

El actual Sudán cobró forma en el siglo XIX, cuando el Imperio Otomano controlaba el norte del territorio y trataba de conquistar el sur. Los británicos fijaron las fronteras del Estado moderno en 1898, y durante los 50 años siguientes gobernaron por separado el Norte musulmán y el Sur cristiano y animista. Entonces (1948), Londres sucumbió a la presión del Norte y fusionó las dos administraciones. Jartum tomaba las riendas y el árabe se convertía en el idioma oficial del país.

Con la independencia (1956) llegó la guerra civil. El Sur pugnaba por sacarse de encima la hegemonía islámica. Afortunadamente para los sureños, la «estrategia periférica» de David Ben Gurión se tradujo en el apoyo israelí a los no árabes del Medio Oriente, también a ellos. Durante la primera fase de la guerra civil sudanesa, que se prolongó hasta 1972, Israel fue el principal apoyo moral, económico y militar del Sur.

El presidente Kiir resaltó dicha contribución en su referido viaje a Jerusalén: «Israel siempre ha apoyado al pueblo de Sudán del Sur. Sin vosotros, no nos habríamos levantado. Luchasteis a nuestro lado para hacer posible la creación de Sudán del Sur». Por su parte, Simón Peres rememoró los días de los primeros años 60 en que, en París y junto con el premier Levi Eshkol, estableció los primeros contactos con líderes sursudaneses.

La guerra de Sudán se prolongó hasta el año 2005. Los musulmanes trataban con crueldad creciente a sus compatriotas del Sur, a los que, ya en los años 80-90, sometieron a esclavitud y trataron de exterminar.

Habida cuenta de las numerosas tragedias que asolan África, el drama de Sudán del Sur no habría suscitado la compasión occidental de no ser por los extraordinarios esfuerzos de dos abolicionistas estadounidenses: John Eibner, de Solidaridad Cristiana Internacional, y Charles Jacobs, de la Agrupación Americana contra la Esclavitud. La lucha contra la esclavitud en Sudán contó con el respaldo de la derecha y la izquierda norteamericanas, de demócratas como Barney Frank y republicanos como Sam Brownback, del Congressional Black Caucus y del predicador Pat Robertson, de pastores negros y evangélicos blancos. En cambio, el líder negro de la Nación del Islam, Louis Farrakhan, quedó vergonzosamente en evidencia con sus intentos por negar la existencia de la esclavitud en el país africano.

Los esfuerzos abolicionistas llegaron a buen puerto en 2005, cuando la Administración Bush presionó a Jartum para que firmara el Acuerdo Integral de Paz, que puso fin a la guerra y dio a la población del Sur la oportunidad de votar a favor de la independencia, cosa que hizo con entusiasmo en enero del año pasado: el 98% votó a favor de la secesión, lo que condujo, seis meses más tarde, a la proclamación de la República de Sudán del Sur, «un hito en la historia del Medio Oriente», en palabras del presidente Peres.

La apuesta israelí daba por fin sus frutos. Sudán del Sur encaja en una renovada estrategia periférica que incluye a Chipre, a los kurdos, a los bereberes y, quizá un día, a un Irán post-islamista. Sudán del Sur dispone de petróleo, y puede desempeñar un papel destacado en la gestión de los recursos hídricos del Nilo. Por otro lado, es un ejemplo inspirador para las poblaciones no musulmanas que se resisten al imperialismo islámico. En este sentido, el nacimiento de Sudán del Sur evoca el del Estado de Israel.

Para que la visita de Kiir a Israel represente verdaderamente un hito, Sudán del Sur ha de recorrer un largo camino desde su posición actual de paupérrimo protectorado internacional con débiles instituciones a la independencia moderna y genuina. Para ello, el establishment no debe saquear los recursos del nuevo Estado ni tratar de crear una suerte de Nuevo Sudán mediante la conquista de Jartum, sino dedicarse a poner las bases institucionales del nuevo Estado.

Por lo que hace a Israel y el resto de Occidente, han de ayudar a Juba en áreas como la agricultura, la sanidad y la educación, e instarle a que se centre en la defensa y el desarrollo y trate de evitar los conflictos violentos. Andando el tiempo, un Sudán del Sur exitoso podría convertirse en una potencia regional y en un aliado fiel no sólo de Israel, sino de todo Occidente.

Libertaddigital.com/

Att.TEU

Difusión www.porisrael.org   

 
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