Ron ben Yishai
14.2.2012
CIDIPAL
El atentado en Nueva Delhi y el intento frustrado en Tbilisi son casi con seguridad parte de una serie de intentos de Hezbollah (con ayuda de los iraníes) de vengar el asesinato del funcionario de Hezbollah, Imad Mughniyeh quien fuera, de hecho, el jefe del brazo armado de Hezbollah y un verdadero terrorista asesino, eliminado – hace cuatro años – por medio de un artefacto colocado en el jeep en el que se trasladaba por los suburbios de Damasco. Hezbollah, vincula el asesinato con Israel y los jefes de la organización. Igual hacen los iraníes que prometieron públicamente vengarlo. Los atentados, por medio de artefactos colocados en los vehículos de diplomáticos israelíes están destinados a señalar a Israel que con el mismo método con el que fue eliminado Mughniyeh es posible atacar a los representantes del país.
Hasta aquí en cuanto a lo relativo a las intenciones. La concreción fue menos exitosa. Queda claro que la carga en el automóvil de un trabajador local de la embajada de Tbilisi, descubierto y desmantelado, representó un fracaso operativo. No funcionó o fue descubierto antes de su puesta en marcha.
La carga en Nueva Delhi, que finalmente explotó, da cuenta del fracaso. Parece que el objetivo fue el diplomático israelí (no su esposa) y el hecho de ser ella quien usaba el vehículo para trasladar a sus hijos al colegio parece que complicó los proyectos de los perpetradores. Al final de cuentas, la carga explotó y la mujer fue rescatada con heridas. Con respecto a la identidad de los criminales parece que no se trata de expertos, gente de las unidades especiales de Hezbollah ni de la fuerza de Al Quds iraní sino de locales, pertenecientes a la estructura de colaboradores de la organización.
Para comprender la situación en su totalidad debe recordarse que hace tan solo algunas semanas, dos intentos de atentados (muchos más grandes) fueron frustrados contra objetivos israelíes; uno, contra turistas israelíes y la gente de Jabad en Tailandia y, el segundo, en Baku, capital de Azerbaiyán. Ambos casos fueron perpetrados por expertos y, a pesar de ello, gracias a la información de inteligencia anticipada fueron abortados. En ambos casos, los expertos fueron enviados por Hezbollah e Irán. En Tailandia se trató de dos libaneses, gente de Hezbollah que intentó concretar el atentado y fueron detenidos. Uno, logró huir. En Baku, fue la inteligencia iraní y la fuerza de Al Quds de la Guardia Revolucionaria quien busco apoyo en los ciudadanos locales a fin de matar diplomáticos israelíes. Así lo afirma la prensa local. Al principio intentaron hacerlo por medio de una carga pero, al final, lograron hacerlo por disparos de rifle traficado, para ese fin, desde Irán. A esos dos intentos le antecedieron otros, por lo menos cinco, en años pasados.
Finalmente pareciera que, los iraníes y Hezbollah, renunciaron a un atentado exhibicionista a favor de dos ataques simples, del tipo que caracteriza el ajuste de cuentas en el bajo mundo. Eso ante la falta de capacidad de superar al sistema de información y seguridad que pone en funcionamiento Israel, en cooperación con gobiernos extranjeros. Asimismo parece que los espantosos spots, sobre la capacidad e Irán y Hezbollah de encender con fuego el ámbito internacional, no son reales y sus fuerzas bastante limitadas. Esas son las buenas noticias.
Las malas noticias de hoy es que los atentados representan una señal por parte de Hezbollah y los iraníes según los cuales no renunciaron a la venganza masiva, es decir, a un atentado sangriento, como venganza a la eliminación del mayor de los asesinos y de los científicos nucleares y de misiles iraníes en las calles de Teherán.
Los intentos de atentados dan cuenta de la grieta y la negligencia de los procedimientos de custodia de las representaciones israelíes en el exterior. El hecho que terroristas e incluso y en especial, gente no profesional haya podido colocar artefactos explosivos en Nueva Delhi en el vehículo de un diplomático israelí da cuenta del fracaso grave del sistema de seguridad. Un vehículo de ese tipo, aún sin tener una bandera israelí, está señalado con una patente diplomática con un código numérico que indica a qué embajada pertenece. De tal modo que, en general, no existe ninguna dificultad para identificar el coche y eso, de por sí, es inoperante más aún cuando se habla de un país enorme, como India, en cuyas calles los musulmanes perpetran atentados terroristas cada tanto.
En Tiblisi las cosas son menos claras y es probable que la negligencia fuera en la custodia de la zona de la embajada. Eso puede ocurrir dado que no hay gente que pueda, durante su recorrida, poner atención a todos los detalles, pero ese hecho nos compromete y a los gobiernos locales en los países en donde existen representaciones diplomáticas israelíes a elevar la protección.
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