Sin lugar a dudas: El odio a Israel es antisemitismo. La historia de Chile
Mónica W. Cooper
Exclusivo para Con Nuestro Perú
22 de Febrero de 2012
Acontece a menudo que gente o instituciones creen adoptar la postura, la retórica o la ideología de “antisionistas”, pretendiendo separar sus planteos de cualquier postura antisemita que se les pueda achacar. Así, dicen a viva voz: “Yo no soy antisemita, yo estoy en contra del antisemitismo. A quien yo odio es a Israel y a sus ciudadanos, yo soy antisionista”.
Justamente, una serie de acontecimientos recientes en el vecino país de Chile proveen un espejo claro que ilumina esto del “antisionismo” y que permite la posibilidad de comprender sus raíces y sus vastas consecuencias. Por antisionismo entendemos el odio a Israel y odio a los israelíes, ciudadanos de Israel. Aunque el antisionismo tradicional no ha sido odio sino ha sido una convicción o creencia de que los judíos pueden continuar siendo judíos sin Israel. Pero acá usaremos el término “antisionismo” como odio a Israel.
Dos tragedias se desencadenaron prácticamente al mismo tiempo en Chile pocos días antes del año nuevo. Un incendio de enormes proporciones se desató en el Parque Nacional Torres del Paine. Las autoridades de la zona inculparon a un joven israelí que se hallaba entre los turistas apadronados que habían sido evacuados del parque al extenderse el incendio. Rotem Singer de 23 años, fue acusado de iniciar el incendio por un acto negligente. Singer negó su culpabilidad, que al parecer fue asignada originalmente a partir de testigos de segunda mano (dos muchachas también israelíes) y de traductores aficionados.
La segunda tragedia, que siguió de inmediato a la ecológica, fue la serie de reacciones desencadenadas por la detención de Singer. La primera de éstas ocurrió en seguida: Al salir de la primera Audiencia judicial, Singer fue atacado con piedras y a gritos de “judío sucio” por un grupo de pobladores de la localidad de Magallanes. La segunda reacción fue la de los medios, que incriminaron a Singer duramente desde el principio de la noticia mientras que los textos pasaban de Israelí a israelita con suma facilidad.
Por supuesto que Singer estaba asustado. Había sido despojado de su pasaporte y debía presentarse en el juzgado diariamente. El odio que comenzó a llenar el internet fue algo que sorprendió a mucha gente, Singer incluido. Comentarios antisemitas, insultos, amenazas e infundios comenzaron a propagarse como un río de lava candente.
La responsabilidad o culpabilidad de Singer, como individuo, dejó de ser el tema que se debatía en los medios. Más allá de que Singer negara ser responsable y de que ochenta y cinco incendios se declararan en el país al mismo tiempo (un “hecho por lo menos curioso” según el ministro de agricultura, Luis Mayol) vale la pena recalcar, a modo de comparación, un hecho elocuente. Un joven turista checo admitió haber causado un incendio en el mismo Parque de Torres del Paine en 2005 , que terminó con 15,000 hectáreas de bosque. A este joven no lo atacaron con piedras y nadie le gritó “checoslovaco sucio”. La reacción fue calma a pesar de lo acontecido, comparada con la histeria colectiva que desencadenó el mismo hecho ahora, cuando un israelí se hallaba incriminado. (Ver aquí, y aquí).
Quedó claro rápidamente que no hay diferencia alguna entre antiisraelismo, o “antisionismo” y antisemitismo. El acusado era de nacionalidad israelí. En los gritos “judío sucio” y los contenidos y estertor de los diarios se esparce una acusación mucho antes de que se haya probado por la justicia. El antisemitismo, con su carácter de odio, no por la persona en sí sino por su origen, quedó a la vista y se dio al contagio.
El 2 de enero, el incidente toma colores políticos y se extiende a dos comunidades que llevaban ya una historia de roces verbales a raiz del conflicto de Medio Oriente: la comunidad palestina de Chile y la comunidad judía de Chile.
Ese día, el senador nacional Eugenio Tuma declaró que es una situacion “anormal” el hecho que “el Gobierno Israelí envíe contingente militar, supuestamente licenciado, para hacer turismo en La Patagonía (…) al parecer como terapia frente al estrés propio de los escenarios bélicos. No es normal que casi 10 mil jóvenes que prestan o han prestado servicios armados en Oriente Medio recorran el sur de Chile y Argentina, en planes de turismo pagados por su Estado.” Agregó que “En el fondo, Israel ha transformado a la Patagonia Chilena, en una especie de sanatorio y nuestros gobiernos, nada han hecho sobre el tema.”
También ese día, el diputado democratacristiano Fuad Chain escribía en twitter: “Apostaría que el turista israelí que causó incendio es de aquellos enviados por su Estado luego de matar niños palestinos”.
Afortunadamente la voz de otro diputado se alzó en condena: El diputado Ramón Farías “criticó expresiones antisemitas” de los congresales Tuma y Chain y pidio que Chile promulgue una ley antidiscriminación, como lo ha pedido la comunidad judía de Chile. Claramente, los pronunciamientos de los congresales Tuma y Chain en contra de los israelíes y de Israel fueron comprendidos por un tercer congresal como expresiones antisemitas, no solamente antisionistas.
La reacción de la comunidad judía reflejó el mismo sentimiento: estos comentarios son “antisemitas”, no solo antisionistas. El presidente de la Comunidad Judía, Shai Agosín, escribió el tweet: “@fchahin me pregunto cómo gente como Ud. es elegida en democracia. Sepan que este señor diputado es un antisemita de primera con agenda aparte”.
Pronto, los comentarios de lectores en la web se plagaron de infamia. El discurso de los congresales y de los diarios se propagó con todas las tácticas antisemitas ancestrales: La difamación de un grupo, las acusaciones fantásticas de conspirar para apoderarse del mundo, en este caso de la Patagonia, la acusación de tener malas intenciones, de quemar, de cometer maldades. Todo eso es material constitutivo original del antisemitismo.
La realidad es que miles de israelíes jóvenes gustan de pasear como mochileros, tal como lo hacen los australianos, alemanes, holandeses, canadienses, y muchos otros. Quizás porque han pasado el ejército cuando salen de paseo, los israelíes tienden a sentir que se pueden autoabastecer en cualquier circunstancia y buscan lugares alejados. Esta actividad turística no responde a un plan nacional, no hay un pago del gobierno, no es parte del servicio militar. Los jóvenes se van por su cuenta y cargo y retornan a estudiar o trabajar. Miles de ellos circulan por la India, Tailandia, Siberia, ascienden en los Himalayas, o en Nueva Zelandia y pasean por todo Latinoamérica. A veces su conducta ha sido tildada de irrespetuosa, pero no son ni delincuentes ni criminales. La acusación de que estos jóvenes son un contingente enviado por Israel para apoderarse de la Patagonia es una calumnia y una patraña conocida como el Plan Andinia, de corte netamente antisemita.
¿Cuáles han sido las raíces de estos sentimientos? A más de la impresión irrespetuosa que han dejado algunos viajeros israelíes, “el caldo de cultivo estaba listo en Chile”, a decir del presidente de la Asociación Chile-Israel: “Desde hace ya varias décadas grupos filonazis se han preocupado de propagar esta idea racista del Plan Andinia. (…) Luego, con el comienzo de la segunda Intifada, la campaña antiisraelí de la comunidad palestina chilena, la que cuenta con más de 350.000 integrantes y es la más grande fuera del Medio Oriente a nivel mundial, ha socavado todos los posibles acercamientos entre judíos y árabes chilenos, denostando a Israel, equiparando Sionismo con Nazismo y mostrando a los palestinos como las únicas víctimas del conflicto. El principal lema de sus activistas es “no somos antisemitas, sino antisionistas pues nosotros somos semitas”.
Como si no fuera sabido que el odio antisemita se aplica sólo a los judíos.
El pasado 8 de febrero Singer abonó una suma mucho mayor de la que hubiera pagado si resultaba culpable y fue dejado en libertad. Si se leen los comentarios de lectores en diversos diarios, suenan desilusionados de que no podrán ver a Singer en el banquillo de los acusados. Quién sabe que castigo esperaban. El antisemitismo que se lee en los comentarios, otra vez, es difícil de creer.
Singer dijo que querría volver a Torres del Paine y que iba a dedicar el próximo año a la reforestación del parque con el FNJ, una ONG israelí dedicada a los proyectos ecológicos de reforestación y procuramiento de agua en Israel. El FNJ mantiene viveros de reforestación en Israel desde los cuales se cultivarán árboles para plantar en Chile. (Actualmente el FNJ también es victima de ataques de otra organización, el BDS, dedicada exclusivamente al boicot, la desinversión y las sanciones contra Israel.)
Singer regresó a Israel, pero en Chile el antisemitismo no se ha apagado. El 18 de enero un joven fue atacado y golpeado solamente por ser judío. Este incidente recuerda a otro semejante ocurrido en Francia en 2006 cuando Ilan Halimi fue golpeado hasta que finalmente murió, “acusado” de ser judío. La identidad del estudiante de Ciencias políticas David Grossman fue mostrada por la estrella de David que llevaba colgada en su pecho, lo cual invitó las llamadas de “judío de mierda”. Un grupo lo atacó, golpeándolo brutalmente en su cara con puños y patadas que ocasionaron graves fracturas. Pidió ayuda en el lugar, como hielo y un traslado a un centro médico, pero todo le fue negado. David Grossman estaba en una fiesta en Ritoque, un balneario cercano a Valparaíso y fue atacado por el solo hecho de ser judío. El presidente de la comunidad judia, Hernán Fischman, en un discurso durante la conmemoración del día del Holocausto preguntó: “¿Somos los chilenos acaso un pueblo antisemita y discriminador?” Fishman mencionó entonces la frase del presidente del Colegio de Profesores «El actuar de carabineros recuerda la represión propia de movimientos sionistas. Aquí se están repitiendo los mismos métodos de Israel a personas que han peleado por la educación pública»; el comentario del diputado Hugo Gutiérrez, abogado de derechos humanos, diciendo que el Ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, es «un judío que actúa como nazi» y finalmente el incendio que se le imputó al joven israelí Rotem Singer en el Parque Torres del Paine que hizo estallar las redes sociales con consignas antisemitas.
El incendio de Torres del Paine fue extenso, pero fue uno de entre 85 que estallaron en Chile. ¿Condiciones climáticas o terrorismo ecológico? No se sabe. Propietarios afectados por los incendios han puesto en juicio al gobierno por su lentitud en responder. Hay muchas razones para pensar que Singer quizás no fue responsable de lo ocurrido en Torres del Paine. Lo que sí quedó claro fue que los judíos se han visto y se ven desprotegidos ante la discriminación de conciudadanos y autoridades. El gobierno no ha tomado medidas y los medios de difusión de nota prácticamente no cubrieron el caso Grossman mientras que no cesaron de publicar el caso de Rotem Singer. Chile, como una sociedad democrática, como mínimo debería garantizar la seguridad de todos sus ciudadanos mediante una ley de antidiscriminación y debería invertir en la educación.
Lo que ha ocurrido en Chile quizás invite a la reflexión y no se repita. Lo que ha quedado claro es que diferencias entre “antisionismo” y antisemitismo no tienen ningún sentido en la realidad. Son uno y lo mismo. La deshumanización de sus víctimas es la misma; es la deshumanización de todo judío, de todo israelí, la que a su vez no tarda en deshumanizar a toda la sociedad.
De Revista de Medio Oriente
IGNORANTE APRENDE BIEN LAS COSAS, UNA MIERDA EL ARTICULO, ANTISIONISMO ES ESTAR EN CONTRA DEL SIONISMO Y SUS POSTULADOS QUE DECLARAN A LA RAZA JUDIO COMO SUPERIOR A LOS GENTILES (NO JUDIOS), NO EL ODIO A ISRAEL NI A SUS CIUDADANOS, IGNORANTE