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Cómo Washington alienta a Israel a bombardear a Irán


25 de marzo, 2012

WSJ.COM

Israel sabe que es poco probable que las sanciones funcionen y es cada vez más consciente de la escasa calidad de la inteligencia estadounidense.

En los recientes discursos, entrevistas y reuniones privadas, el Presidente Obama intento disuadir, con fuerza, a Israel de bombardear las instalaciones nucleares de Irán. Sin embargo, todo el tiempo, facilitó el ataque israelí. Las capacidades y la voluntad de los militares israelíes permanecen poco claras pero, las partes más críticas de la administración política de Irán (más el comportamiento del gobierno de la República Islámica, Ali Khamenei) se combino para alentar a los israelíes a atacar.

Las declaraciones públicas definen la  diplomacia presidencial  y  este mes, frente al Comité de Asuntos Exteriores Americano- Israelí,  Obama afirmó, de manera contundente en relación al  “derecho soberano de Israel de tomar sus propias decisiones sobre los requerimientos de sus necesidades de seguridad”. Agregó: “ningún gobierno israelí puede tolerar un arma nuclear en manos de un régimen que niega el Holocausto, amenaza con borrar a Israel del mapa y auspicia grupos terroristas comprometidos con su destrucción”. De manera que, al encuadrar el debate nuclear iraní, el Presidente forzó destacar dos cosas que, su Administración, dejo imprecisas: la eficacia de las sanciones y la calidad de la inteligencia americana sobre el programa nuclear de Teherán. Los israelíes están seguros que, en los próximos meses, ambas atraerán la atención.

Dado el rechazo de Khamenei a comprometerse,  Obama apoyo las sanciones porque éstas son la única alternativa plausible a la guerra o a la rendición.  Ditto Congress  fue el conductor real de las sanciones. Pero, el hecho que funcionó el cronograma de coerción económica dependió de las capacidades militares israelíes (o americanas) y de la calidad de la inteligencia estadounidense.

Ningún factor genera mucha paciencia.  Incluso la Fuerza Aérea estadounidense podría tener dificultad para demoler (con explosivos convencionales) el sitio nuclear Fordow, enterrado bajo una montaña, cerca de Qom, donde el régimen iraní instalo centrifugadoras de enriquecimiento de uranio.

En Israel, Netanyahu y su duro Ministro de Defensa Ehud Barak, podrían esperar  demasiado tiempo para incursionar en esa –ahora en funcionamiento- instalación. El  firme progreso iraní significa que,  los israelíes,  deben atacar (si son serios en su determinación de actuar) dentro de pocos meses.

A pesar que el régimen iraní teme las nuevas sanciones de Occidente contra su Banco Central  y, en especial,  la expulsión de la República Islámica del consorcio bancario internacional Swift, Teherán tiene la  enorme ventaja de tiempo. Irán hizo, el año pasado, por la  venta de petróleo, unos  $ 79 billones. Lo que sea  que cueste su programa nuclear, el régimen gastó la gran mayoría del  dinero necesario para un arma nuclear y, Teherán,  tiene – aun –  unos pocos billones  para finalizar la producción de uranio altamente enriquecido, detonación de dispositivos, y ojivas para sus misiles balísticos.

Las sanciones,  que no pueden evitar el programa nuclear, posiblemente colapsen la economía iraní trayendo el caos político que paralice el programa nuclear. Pero si, en los últimos sesenta años,  algo aprendimos  de los desagradables regímenes sancionados es que, los Estados autoritarios modernos, resistieron con un alto umbral de dolor.

Muchos observadores iraníes quisieran creer que, las sanciones, pueden exacerbar con rapidez,  las divisiones del régimen y, por tanto, forzar a Teherán a negociar un final a la posible militarización nuclear. Pero ese escenario arruina la identidad revolucionaria iraní. Khamenei no mostro  voluntad para detener el programa. Los comandantes del Cuerpo de las Guardias Revolucionarias (nombrados por el líder supremo) controlan mucho de la economía iraní y supervisan la “investigación atómica”. Sin embargo, ni siquiera insinuaron  que difieren con  Khamenei sobre la cuestión nuclear.

El escenario de sanciones políticas (caos nuclear- parálisis)  prevé que tanto el líder supremo como las Guardias Revolucionarias abandonen las armas nucleares justo cuando éstas están al alcance de la mano.  Para verificar el cese de las armas nucleares, esos hombres deberían permitir una inspección abierta, por parte de la Agencia Internacional de Energía Atómica,  de todos los sitios nucleares y militares.  En otras palabras, todo por lo que  Khamenei y sus guardias pretorianos trabajaron  desde 1979. Se malograría   la independencia y preeminencia de la República Islámica entre los Estados musulmanes en su batalla contra EEUU que “devora del mundo” y “corrompe el Islam”.

El líder supremo y sus aliados son sumamente sensibles a la antigua concepción persa de haybat, el temor necesario para gobernar. Aquellos que aun creen  en la revolución son más implacables que los  que desean el cambio (recuerdan, en 2009, cuando las fuerzas de seguridad actuaron, con brutalidad, con el Movimiento pro-democrático Verde). Cualquiera  pueda comprometerse – dentro de la elite gobernante iraní – con la cuestión nuclear y, con seguridad,  viven  con temor de aquellos que no desean ese compromiso.

Khamenei no permitió  a las Guardias Revolucionarias expandir el alcance de su economía porque quiere que sean ricas (lo que equivale a que sean poderosas). La elite gobernante de Irán está, hoy,  en mejor posición para sobrevivir las sanciones  que lo que lo estaban cuando el Presidente George W. Bush los describió como parte del Eje del Mal (2002). Las sanciones son una buena herramienta para negar los recursos a Teherán pero, como herramienta para frenar las armas nucleares, no son  amenazantes.

Ahora pueden convertirse en  un medio para frenar a los israelíes (no a los iraníes), de alcanzar sus deseados fines.

Bajo la presión presidencial, los sentimientos tradicionales de la CIA hacia Israel- sospecha mezclada con hostilidad- probablemente fueron forzados a pasar a la clandestinidad. Compartir la inteligencia se convirtió  en algo de rigor. Los israelíes (como los británicos y los franceses) saben, sin lugar a dudas, lo que nosotros conocemos sobre el programa nuclear iraní.

Es una excelente apuesta que los israelíes conozcan que la CIA,  tal vez,  no tenga recursos para llegar a los máximos rangos de la dirigencia científica iraní, el círculo íntimo de Khamenei, o la brigada nuclear de las Guardias Revolucionarias.  Saben que la Agencia de Seguridad Nacional penetro,  de manera confiable,  en las comunicaciones nucleares de Irán y cómo Irán mejoro – desde el Stuxnet –  su seguridad cibernética.

Los israelíes  conocen  que, cuando la administración dice que “no tiene evidencia” que Khamenei  decidió construir un arma nuclear eso  significa, en realidad,  que Washington no tiene información sólida. Eso es: Washington supone  sobre Irán- en el espíritu del Cálculo de Inteligencia Nacional –  que, con intención,  se minimizó el progreso nuclear de Teherán.

Debido a su apertura multilateral con nuestros aliados, es probable que  Obama garantice  que,  el consenso de inteligencia de Occidente, sobre el programa nuclear de la República Islámica no cumpla  con lo que los israelíes y franceses dijeron siempre: que es más crítico a la militarización “¿Cuántas centrifugadoras tienen funcionando los iraníes y si están tratando de esconderlas o ponerlas en las profundidades de la  tierra?”

Según se informa, el Gabinete israelí no tuvo un gran debate sobre el lanzamiento de un ataque preventivo. Las democracias contemporizan cuando se ven confrontadas con la guerra. Pero esa discusión está llegando y Barack Obama, quien a pesar de sus esfuerzos belicosos mejorados no parece ser un hombre que pudiera elegir ir a la guerra con otra nación musulmana (aunque, casi siempre, ayudo a  Netanyahu y  Barak a argumentar en  favor de una acción militar).

Gerecht, ex oficial con destino a Irán en el servicio clandestino de la CIA, es miembro senior en la Fundación para la Defensa de las Democracias.  
  
CIDIPAL

 
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