Ron Ben Yishai
9/4/ 2012
La negociación con Irán aún no comenzó pero las habladurías sobre el tema toman un vuelo considerable. Si bien las fuerzas, de quienes generan los cuentos, son – en principio- positivas, los funcionarios del gobierno norteamericano y los políticos israelíes se proponen, por medio de las filtraciones a los medios, crear públicamente una postura rígida de inicio a la negociación, que podría ser flexibilizada a cambio de concesiones iraníes en la mesa de debates. Pero, en la práctica, los chismes, revelan los puntos de debilidad de las partes. También de los iraníes. Por ejemplo, los iraníes supieron, por las filtraciones del “The New York Times”, que Estados Unidos renuncia al tradicional pedido que Irán interrumpa, por completo, el enriquecimiento de uranio en su territorio. Los iraníes, por su parte, “aportaron” a Occidente un firme reconocimiento que desarrollaron y cuentan, en su poder, con información y tecnología para la fabricación de armas nucleares.
Un miembro del parlamento iraní lo dijo, con claridad, en el sitio del Majlis el último viernes. Transcurridas algunas horas, la publicación fue levantada del sitio. Es difícil verificar qué dicen las partes a los fines de la propaganda de apertura y que es lo que revela las verdaderas posiciones que pretenden alcanzar, al finalizar las conversaciones, en Estambul. Pero en los referido a Estados Unidos e Israel es bastante claro que se proponen acordar que Irán enriquecerá uranio a un bajo nivel (3,5%) en su territorio, a un ritmo lento y a una cantidad limitada, con la condición que se abstenga, por completo, del enriquecimiento a un nivel del 20% y cierre la planta subterránea en Fordo, junto a la ciudad de Qom. 20% del enriquecimiento se refiere a un nivel medio desde el cual es corto el camino hacia un material explosivo, útil para la bomba. La instalación en Fordo, tanto Estados Unidos como Israel quieren cerrarla, dado que carecen de bombas que puedan atravesarla y porque, para los inspectores de la ONU, será muy difícil descubrir, en su interior, las cargas y bunkers escondidos que los iraníes construyen. Pero, la concesión sobre el pedido que, Irán se abstenga, por completo, del enriquecimiento de uranio en su territorio es un paso de amplio alcance desde el punto de vista de la República Islámica. Se trata de una demanda básica con respecto a toda negociación anterior y comprometedora por el hecho de la firma de Irán al Tratado de No Proliferación Nuclear y, por ello, la aceptó el Consejo de Seguridad de la ONU.
Ahora saben en Teherán que, Estados Unidos, ya no mantiene esa demanda. Si los Ayatolas tenían dudas sobre el tema, llegó el Ministro de Defensa (de Israel) Barak, y con su generosidad corrió la nebulosa inicialmente, en una entrevista concedida a la CNN y en orientaciones a sus subordinados, el fin de semana pasado y luego en una corrección que hiciera tanto a la entrevista como otras publicaciones. Por las aclaraciones queda totalmente claro que el Estado de Israel- en coordinación con Estados Unidos- está dispuesto a aceptar que Irán continúe enriqueciendo uranio en su territorio a un bajo nivel, en su planta de Natanz, y deje en su poder cantidades limitadas (algunos cientos de kilogramos).
El Primer Ministro Netanyahu intentó corregir en algo el daño provocado por el anuncio de Barak, al decir – con claridad- que Israel no está dispuesto a que Irán enriquezca uranio en su territorio, en ningún nivel ni cantidad. Pero los iraníes ya leyeron el anuncio del Ministro de Defensa y parece que comprendieron su significado. No existen diferencias, según parece, entre el Primer Ministro y el Ministro de Defensa. Ambos sostienen una misma posición con respecto a lo deseable y “no” deseable en la ronda de conversaciones próximas. Solo que quizás Barak se equivocó al hablar y, tal vez, sus oyentes son los que se equivocaron al comprender lo que dijo. De hecho, eso nada cambia y ya lo dijo quien dijo: nunca lamenté una palabra que no dije. Los que actúan de acuerdo a esa frase son los europeos, los rusos y los chinos. Ellos, con gran sabiduría, llenan sus bocas de agua en vísperas de la negociación y dejan a los iraníes adivinar y evaluar qué posiciones presentarán cuando lleguen a la mesa de debates. No así Estados Unidos ni Israel.
El gobierno norteamericano habla con el fin de garantizar resultados positivos. Por eso, difunde en los medios amenazas disfrazadas con respecto a lo que puede suceder si la negociación fracasa pero, también, claras insinuaciones sobre la disposición al acuerdo que permita a los iraníes proteger su honor y continuar enriqueciendo uranio en su territorio. Un acuerdo de ese tipo, creen en Washington, es indispensable a la supervivencia política de Khamenei y quieren darle esa rama para que acepte bajar del gran árbol. Es exactamente eso lo que asusta a Netanyahu y Barak.
Desde las conversaciones mantenidas en Washington, Israel y Estados Unidos se pusieron de acuerdo casi, en forma plena, con respecto a las posiciones de apertura que presentarán los norteamericanos en las conversaciones y, por supuesto, con respecto a los objetivos. Pero en Israel temen que, el gobierno en Washington, está demasiado ansioso por llegar a acuerdos y entendimientos con los iraníes. Ya sea por cálculos electorales a la presidencia o porque Estados Unidos no quiere ser arrastrada a un nuevo enfrentamiento (tras haberse quemado en Irán y Afganistán).
La ansiedad desmedida, temen en Jerusalem, es capaz de generar una dinámica insalubre alrededor de la mesa de negociación en Estambul e incentivar a los norteamericanos y tras ellos a los europeos a concesiones que, si bien ralentizaran la carrera de Irán por armas nucleares, no la interrumpirán por completo.
Si se alcanza un acuerdo de ese tipo, Israel se verá ante la peor situación desde su punto de vista: el acuerdo entre 1 más 5 y los iraníes provocará a Israel la pérdida del resto de legitimidad que mantiene en el ámbito internacional de actuar militarmente a fin de complicar el programa nuclear militar y, al mismo tiempo, Irán podrá continuar avanzando en su programa, aunque a un ritmo menor.
La entrevista y la orientación que brindara Barak estuvieron destinadas a hacer fracasar esa posibilidad pero, según parece, se desviaron del objetivo. En todo caso, los iraníes ya interpretaron el mensaje y lo internalizaron. Comprenden ahora mejor los límites del espacio, en las conversaciones, de flexibilidad de Occidente. Cabe confiar que saben aprovechar esa información a su favor.
Con respecto a los resultados de las conversaciones parece que no deben tenerse muchas expectativas. Si bien los Ayatolas en Teherán y el gobierno de Estados Unidos tienen intereses en común: ambos, ya sea por absolutas diferentes causas, quieren ganar tiempo por lo menos hasta después de las elecciones a la presidencia en Estados Unidos. Pero esa voluntad en común no quedará revelada en las conversaciones sino en el procedimiento.
Después de la ronda, que comenzará el viernes, habrá otra en mayo y así sucesivamente, cabe imaginar, otra ronda y otra. Todo conducirá a las sanciones, que comenzarán en julio y, entonces, se le solicitará a Israel que espere antes de tomar una acción drástica hasta que las penalidades logren el máximo de su efecto en la conducción iraní. En todo caso, Israel se verá obligado a postergar, hasta finales del verano o principios de otoño cualquier decisión política o militar en el contexto iraní.
Mientras tanto, en Teherán, así podemos estimar, no habrá corrimiento de sus posturas hasta que las sanciones no duelan de verdad y representen una verdadera amenaza a la supervivencia del régimen. Entonces, quizás, también superaran a Khamenei y su hombres las diferencias de opinión y las luchas de ego que los separan, recurriendo – una vez más- a la mesa de negociación con Occidente, ésta vez con la real disposición a negociar. Eso ocurrirá, según parece, recién el año próximo. Por el momento, pueden atrincherarse alrededor del más rígido denominador común
CIDIPAL
Difusión: www.porisrael.org
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