Ejército y Hermandad. ¿La última gran batalla?
Zvi Mazel
The Jerusalem Post
15 de abril, 2012
Khairat el Shater y Omar Suleiman buscan la presidencia; el conflicto entre la Hermandad y SCAF se convierte en una guerra abierta.
Con Khairat el Shater y Omar Suleiman compitiendo por la presidencia, el largo conflicto -a fuego lento- entre la Hermandad y el SCAF pasó a ser una guerra abierta.
Desde la expulsión de Hosni Mubarak hubo alguna forma de entendimiento entre el ejército y los Hermanos. Los generales, aceptando el hecho que la Hermandad era la principal fuerza política que podría gobernar a Egipto en los años venideros, estaban entusiasmados en hacer un acuerdo.
El ejército mantendría su status especial y su inmunidad bajo el nuevo régimen y, a cambio, podría apoyar a la Hermandad y dejarlos idear en nuevo marco constitucional. Solo así, explicaron los expertos políticos, las fuerzas armadas podían retener su imperio económico y escapar a tener que responder por lo que hicieron durante los años de Mubarak. Muchas cosas parecen confirmar esa teoría. La redacción de la constitución de transición fue dejada a un comité conformado, en gran medida, por islamistas; cuando fue presentada a un referéndum, los Hermanos hicieron una campaña tan vigorosa a su favor que el 77 % los aprobó, dándole por tanto al ejercito una importante victoria propagandística. El calendario para las elecciones establecido en esa constitución fue pensado a favor de los Hermanos, que se abstuvieron de tomar parte en muchas de las siguientes demostraciones en masa en la plaza Tahrir.
Sin embargo, todo eso es pasado. De pronto los Hermanos tienen el 47 % de las bancas en el nuevo parlamento y, junto con los salafistas, pueden lograr formar casi tres cuartos. Ahora ejercitan sus músculos; quieren que el gobierno de Ganzouri renuncie y amenazan con aprobar una moción de censura. Los números de votos cuentan a su favor. El parlamento ya culpo al gobierno por la lamentable situación económica.
Un comunicado, implementado por los Hermanos, acusa al gobierno designado por SCAF de intentar, en su oferta, manipular los resultados del referéndum sobre la constitución y la elección presidencial. Esas son inculpaciones muy serias que el ejército, con enojo, refutó con un comunicado propio.
¿No podía ser posible mantener elecciones libres y justas que le dieron su mayoría a la Hermandad en el parlamento? No hay causa para dudar de la justicia y la honestidad del ejército y la SCAF y cuestionar la lealtad del gobierno o la independencia de la corte suprema que tiene, a su cargo, supervisar las elecciones
El hecho es que, de acuerdo con la constitución de transición- que los Hermanos apoyaron y votaron- el ejército mantiene los poderes ejecutivo y legislativo hasta la elección de un presidente. El parlamento no tiene poder real. Eso es especialmente mortificante para los islamistas que apoyan su derecho a criticar a las instituciones nacionales.
El “guía supremo” de la Hermandad, Muhammad Badi´e, proclamó que el gobierno tenía que ser, de inmediato, despedido.
“No hay luna de miel entre nosotros y la SCAF dado que nunca nos casamos”, dijo rotundamente, insinuando que ningún acuerdo fue adoptado y que, dado que era el líder del partido mayoritario en el parlamento, tenía todo el derecho de confrontar con el ejercito. Mientras que la cuestión está aun sin resolver, otra crisis está amenazando; y es la referida a la composición del consejo especial a quien se le encomendó la redacción de la constitución.
El parlamento decidió que la mitad de los 100 delegados provendría de las cámaras bajas y altas y, la otra mitad, sería elegida entre las figuras líderes por medio de ese mismo parlamento- donde los Hermanos y los salafistas mantienen el 73% de las bancas en la cámara baja y el 85 % en la cámara alta.
Como resultado, el 75 % de los delegados elegidos eran islamistas; con solo seis mujeres y un puñado de coptos (a pesar que los coptos representan del 10 % al 12 % de la población). Eso fue, claramente, un anteproyecto de una constitución completamente islámica.
En apariencia, fue demasiado.
Veinticinco de los delegados electos- incluido el representante Al Azhar- no asistió a la primera sesión del consejo; seis renunciaron; se presento la queja a la corte suprema exigiendo que el comité fuera disuelto. La corte pospuso las sesiones hasta el 10 de abril, con la esperanza que pudiera encontrarse un compromiso. El ejército está haciendo lo mejor para alentar ese compromiso pero, de momento, no es posible de concretar. Las fuerzas seculares y liberales son todas demasiado conscientes que esta es su última oportunidad para frenar la ola de Islam radical que amenaza con tragarse el país y convertirlo en una dictadura islámica.
Si eso no fue suficiente, la Hermandad – que siempre dijo que no tendría un candidato propio para la presidencia de manera de no trastornar la opinión pública local e internacional- dio, de repente, marcha atrás. Con anterioridad declaro que solo presentaría candidatos parlamentarios en el 30 % de los distritos. Luego cambió de opinión y llevó una gran mayoría.
Ahora que el precio parece dentro de lo alcanzable se dejó tentar y anunció que Kheirat el-Shater, fundador del imperio económico de la Hermandad, podría presentarse a la presidencia.
En otras palabras, la Hermandad quiere tres puntos clave del poder: el parlamento, la constitución y, ahora, la presidencia. Una amenaza formidable para el ejército.
En cuanto al ejército, acusado de maniobrar para permanecer en el poder, intentó una interesante treta. El General Mahmud Nasser, miembro altamente respetado del SCAF dio una instrucción informal a una cantidad selecta de representantes de prensa y figuras públicas y tuvo palabras duras para las masas- ¿Por qué no están trabajando en lugar de protestar? ¿Se olvidaron de cómo ganar el alimento? Además se asombró de cómo podían ser realizadas elecciones justas cuando el pueblo hambriento podría comenzar una nueva revolución.
El crecimiento económico de 2011-2012 fue un triste 0,6%; las tenencias en moneda extranjera cayeron de 35 a 15 billones de dólares; otros 12 billones de dólares de capital privado huyeron del país. Los aliados tradicionales fueron renuentes a ayudar.
Arabia Saudita y los Emiratos, echando chispas por el tratamiento dispensado a Mubarak, su aliado de toda la vida, condicionaron su ayuda a las demandas políticas. A pesar que el Fondo Monetario Internacional estaba a punto de otorgar un préstamo de $ 3.2 billones, eso no resolvería el problema en tanto las protestas y las huelgas paralizaban la economía. Por el contrario, el general exaltó los incansables esfuerzos del ejército por mejorar y desarrollar las numerosas compañías de su propiedad, que vieron un beneficio de más de un billón de dólares durante los 10 años pasados. Gracias a esos ingresos, dijo, el presupuesto del ejercito fue un mero 4.8 % del presupuesto del país, menos de lo que sería de otra manera. Más aun: el ejército trató de ayudar prestando casi $ 2 billones de dólares al gobierno y vendiendo el superávit de su alimento y vestimenta, a precios reducidos, a la población, aliviando así su difícil situación.
Esa fue la primera vez que el ejército, siempre con la boca cerrada, hizo público el alcance de sus actividades económicas, y dejó en claro que podría luchar para mantener lo que construyo, con cuidado, durante años.
Las líneas de batalla fueron trazadas. El destino de Egipto, en la cuerda floja.
El escritor es ex embajador en Egipto y miembro del Jerusalem Center for Public Affairs.
Difusion: www.porisrael.org
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