Lic. Samuel Leillen
Publicado en «AURORA», 2.5.2012
Nuevamente una sesión de opinión pública. Nuevamente una iniciativa conjunta de los organismos de la Universidad de Tel Aviv que se ocupan del Medio Oriente y el Norte de África. Nuevamente una sala colmada, atenta, inquieta, preocupada.
PANORÁMICA GLOBAL
Con su conocida y habitual elocuencia abrió la sesión el Prof. Uzi Rabi, Director del Instituto Moshé Dayán para estudios del Medio Oriente.
¿Qué se puede deducir del desenvolvimiento de la así llamada «primavera árabe» en Egipto? Estamos en pleno proceso de cambios dramáticos y no podemos saber cómo seguirá y cómo concluirá. ¿Tiene visos de continuidad, impondrá cambios importantes?
Podemos recordar sólo dos períodos de transformaciones cardinales en el vecino país: 1918 – la derrota del Imperio Otomano y el surgimiento de naciones; 1952 – la revolución de los jóvenes militares en Egipto que concluyó con la monarquía e inició un nuevo período en la historia del país.
Siempre se consideró a Egipto como el barómetro de la región. Cierto que la «primavera árabe» nació en Túnez, y tomó matices distintos en varios países, pero Egipto es la clave. A pesar de la inestabilidad imperante, podríamos considerar tres perspectivas:
- a – Cambios en el clima político
Lo sucedido en Egipto indica que la «barrera del miedo» fue vencida. La Plaza «Tajrir» es el símbolo de lo que ocurre en la región: manifestaciones masivas, discusiones acaloradas, exigencias económicas, planteos de cambios políticos, arengas contra la corrupción, tribunas de nuevos líderes. Es factible que el régimen apoyado en la persecución policial no se restablezca.
Paralelo a esto, se produjo un fortalecimiento y consolidación de los sectores islamistas, que ahora cosechan los resultados.
- b – Modificaciones geo-políticas
En los últimos años, era casi obvia la dicotomía del Medio Oriente: por un lado Irán, Siria, Hizbollah, Hamás, tal vez Yemen; del lado opuesto, un eje liderado por Egipto y Arabia Saudita, enemigo acérrimo al régimen persa de conformación shiíta y preocupado por las pretensiones nucleares de Teherán.
Ahora el eje liderado por Irán sigue existiendo, pero se ha conformado un grupo de países monárquicos con regímenes no democráticos: Arabia Saudita, Marruecos, Jordania, los Principados del Golfo – todo ellos sunitas, todos ellos con síntomas de inestabilidad.
¿Dónde ubicar a Egipto? Se puede suponer que querrá liderar una alianza de consolidación sunita atenta a los intereses globales del Medio Oriente, que aglutine a países como Yemen, Libia, Túnez. Tal vez el cierre de la Embajada saudita en El Cairo, días atrás, presagia esta posibilidad.
- c – Dinámica revolucionaria
Egipto está atravesando una situación muy compleja, incluso peligrosa. La oposición carece de líder, no hay planteos ideológicos consolidados, los reclamos son contra los «personajes anteriores » sin especificar las características del «nuevo régimen».
¿Cómo seguir gozando de la importante ayuda americana cuando el odio a los americanos está exaltado? ¿Acaso el Islam es la solución? ¿Cuál es la fuente del poder: la voluntad del Pueblo o el mandato divino? ¿Qué sistema económico aplicar: socialismo, liberalismo limitado? ¿Y cómo establecer los derechos de la mujer? En las recientes elecciones se incorporaron al parlamento egipcio sólo 9 mujeres de un total de 508 representantes, mucho menos que lo que había antes de la «primavera». Y agreguemos el tema de las minorías – los sufrimientos de los coptos y el incendio de sus iglesias no eran factibles en tiempos de Mubarak. Queda un largo camino por recorrer.
JÓVENES – ¿DÓNDE ESTÁIS?
La Dra. Mira Tzoref, de la Escuela de Historia del Medio Oriente, trató de contestar a la inquietud ¿dónde quedaron los jóvenes? En una detallada descripción de los acontecimientos, analizó el rápido cambio en la verborragia que acompañó a la revolución iniciada por los «jóvenes», hoy desplazados por los islamistas radicales.
¿Los jóvenes podrán organizarse para desalojar a los «usurpadores de la revolución»? Hay brotes de descontento que parecieran indicar esta dirección: proclamas en manifestaciones masivas, en especial en el interior del país; búsqueda de voceros apropiados; redacción de lemas atrayentes; concertación de acuerdos políticos con dirigentes y sectores en vistas de las próximas elecciones presidenciales.
Los jóvenes salieron a las calles sin programas claros, sin conductores reconocidos, sin organización operativa, sin experiencia política, con altanería exagerada, sin perspectiva de futuro de la revolución que iniciaron.
Todo lo que les faltó a los jóvenes, lo tenían la Hermandad Musulmana: organización, liderazgo, programa, antecedentes políticos, experiencia. Al principio, se presentaron como «partícipes» y luego se «apoderaron» de la situación. Al principio dijeron que no presentarían candidato a la Presidencia, y luego sí lo hicieron. Al principio quisieron disimular la imagen fundamentalista, y luego señalaron que el propósito es redactar una Constitución supeditada a las leyes religiosas de la Shahariya.
El programa de acción es claro: Parlamento, Constitución, Presidencia. Son el partido mayoritario, pero las fisuras internas son visibles, y los jóvenes ven en esto una nueva oportunidad. ¿Ingenuidad juvenil? ¿Serán capaces?
REVOLUCIÓN – REBELIÓN – REVUELTA
Según el Prof. Shimón Shamir, iniciador de los Estudios Orientales y del Medio Oriente en Israel, Profesor Emérito de UTA, autoridad de prestigio internacional, estos tres conceptos resumen el desarrollo de las cosas: primero los jóvenes lideraron a la revolución, luego los militares derrocaron al régimen existente – del cuál eran parte integral -, y ahora todo está tomando visos de un vuelco completo al radicalismo islámico, cuyos alcances son difíciles de preveer.
Revolución: Inquietud, alboroto, sedición. Cambio violento en las instituciones políticas, económicas o sociales de una nación.
Rebelión: Delito contra el orden público, penado por la ley ordinaria y por la militar, consistente en el levantamiento público y en cierta hostilidad contra los poderes del Estado, con el fin de derrocarlos.
Revuelta: Punto en que algo empieza a torcer su dirección o a tomar otra.
La iniciativa de los jóvenes asombró al país y al mundo, y las expectativas fueron creciendo: hablaban de libertad, negaban la violencia, enfrentaron al régimen, movilizaron simpatizantes con Facebook y Twitter. En poco tiempo lograron desalojar al Presidente Mubarak y parecía que le habían devuelto a Egipto el honor perdido. Pero ellos mismos alimentaron a las fuerzas que los desplazaron.
A los jóvenes, siguieron los militares. El Consejo Supremo al frente de la conducción del país está integrado por 20 generales bajo la conducción de Mohamed Hussein Tantawi, de 77 años de edad, con antecedentes de ministro de defensa y comandante del Ejército, habiendo participado en todas las guerras desde la de Sinaí en 1956.
Es tradición en Egipto, desde 1952, que la conducción del país está en manos de militares: Nasser 1954-1970, Saadat 1970-1981, Mubarak 1981-2011. Así lograron modernizar permanentemente a las fuerzas armadas y asegurar su prioridad.
¿Por qué se plegaron a esta revolución? Reconocieron que Mubarak había exagerado y que su régimen autoritativo alejó el respaldo popular. El colmo fue al intentar pasar las riendas del gobierno a su hijo Gamal, es decir, por primera vez habría un Presidente no procedente de las fuerzas armadas.
Podían haber intentado reprimir la naciente revolución, pero no estuvieron dispuestos al derramamiento de sangre y prefirieron plegarse al nuevo espíritu. Ayudó mucho en esto la sorprendente conducta americana, que se apresuró en quitar su apoyo al Presidente en ejercicio, suponiendo – como dijera Obama – que «el nuevo Presidente será uno de los jóvenes de Google…». ¡Cuánta imprecisión, cuánta ignorancia!
¿Qué caracteriza al ejército egipcio? Es una institución que siempre fue parte integral del esquema gubernamental de Mubarak. Sus integrantes gozan de privilegios importantes, con mucha ingerencia en la economía del país. Se estima que dominan el 25 – 40% de la hacienda nacional. Controlan parte importante de las industrias militares. Tienen participación de la industria de artefactos domésticos, equipos contra incendios, estaciones de purificación de aguas, maquinaria de trabajo, industrias alimenticias. Están ligados a compañías de construcción, gasolineras, a la industria turística y a la importación de bienes. Son dueños de gran parte de las tierras y poseen granjas de magnitud.
En resumen, son un país dentro del país, y por lo tanto prefirieron conservar el orden plegándose a la revolución, anunciando que sus aspiraciones son establecer a la brevedad «un gobierno civil». Pero la población captó rápidamente lo que estaba sucediendo, y cuando quisieron levantar cabeza, la represión fue enérgica: miles de encarcelamientos, persecución a las mujeres, «pruebas humillantes de virginidad», incendios de iglesias, etc. Los jóvenes entendieron que «el ejército ahogó la revolución».
En cuanto a la Hermandad Musulmana, los generales consideraron que necesitan apoyarse en factores que tienen influencia sobre la población y respaldaron la legitimidad de los fundamentalistas, intentando limitar sus acciones. Pero las elecciones resultaron elocuentes: 47% el Partido de Libertad y Justicia de los Hermanos Musulmanes; 24% el partido salafista A-Noor; y el resto se repartió entre varios sectores. Los jóvenes, los que iniciaron el posible gran cambio, apenas lograron el 4% del electorado.
En cierto momento, los militares pensaron que habría una división de poderes, dominando los islamistas al Parlamento pero dejando el gobierno a los militares: no captaron que el «apetito» islamista es insaciable.
Actualmente, pareciera que la oficialidad tiende a transformar la etapa de participación en una situación de enfrentamiento: la lucha será por asegurar sus bienes, sus privilegios, sus áreas de control. Y entendamos que la oficialidad superior son sólo el 15% del ejército: la oficialidad media conoce en carne propia el sufrimiento del pueblo, no tienen parte de los beneficios económicos arriba señalados, y de tanto en tanto hay intentos de revueltas (en octubre último se sublevaron 500 oficiales en el Instituto de Defensa Aérea de Alejandría).
En definitiva, los generales no pueden suponer que gozan del respaldo del organismo que controlan. A esta debilidad, debemos agregar otros «errores» de la administración americana, que se apresuró en exigir la transmisión de mando inmediata. Nuevamente una expresión de ignorancia completa de la mentalidad de la región y de los procesos que la sacuden.
Estamos en la vorágine de los cambios. Los resultados finales son impredecibles.
Lic. Samuel Leillen – 30.4.2012
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