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“Los israelíes y los latinos somos muy parecidos”


Entrevista con el empresario israelo-argentino YAIR DORI, «el rey de las Telenovelas»

Jeanette Blicher

Israelenlinea.com

4.6.2012

Visionario, tenaz, incansable y justo en sus relaciones, Yair Dori, un creyente irrefutable del sionismo de origen argentino, apostó, apuesta y apostará a la cultura hispana. «Los israelíes y los latinos somos muy parecidos», dice.

– Yair, sos el rey de la telenovela argentina en Israel. Más de la mitad de los israelíes hablan o entienden español gracias a vos. Trajiste a Israel a los artistas y a los espectáculos latinos más importantes… ¿Qué querés ser cuando seas grande?

 

– Quiero que todo esto siga, y seguramente los que vienen atrás mío lo van a seguir, porque es importante. Creo que aportó mucho a la cultura local israelí y también nos aportó a nosotros, en carácter de argentinos. Hoy en día nos conocemos más; es un mundo global. Considero que el hecho que hayamos importado la cultura, tanto popular como clásica, nos beneficia a ambos. ¿Qué quiero ser cuando sea grande? No tengo más aspiraciones en lo que respecta a lo empresarial. Quiero que mis nietos también hablen español; tengo 9 ya, pero hablan en inglés. Espero que el español siga siendo un idioma importante; es una lengua con una cultura muy rica y hoy en día en el mundo es el idioma que en más países diferentes se habla. Pero hace 20 añoss a lo mejor te lo habría dicho con mayor entusiasmo por el hecho que miraba para adelante, donde decía: «voy a producir esa revolución».

Me acuerdo hace más de 40 años, cuando estaba en el ejército; mis compañeros no sabían donde quedaba Argentina, ni la cultura, ni nada; y hoy en día la cultura argentina es parte del folklore israelí. Decís «telenovela» y todo el mundo sabe a qué te referís. Así que, en realidad es decir «misión cumplida». Mi visión, ya después de tantos años en este negocio, y de haberlo posicionado, es saber que muchas veces no hay que pensar en el negocio y hay que tomar decisiones: vinieron Víctor Heredia, Alejandro Lerner, y mi intención no era hacer un gran negocio, sino que ellos estén en nuestro lugar, primero porque cuando vuelven a la Argentina, son nuestros mejores embajadores, y segundo, para brindarle a mi público lo que se merece: encontrarse con sus orígenes o raíces accidentales. Estoy muy conforme con lo que hago y ¿qué es lo que voy a hacer? la vida lo dirá. Como Serrat dice en su canción: «Caminante no hay camino; se hace camino al andar». Vamos a ir por ahí, y andando haremos camino.

– ¿Qué sos antes que nada: judío, israelí o argentino?

– Hay que darle un orden a todo eso. Antes que nada soy Yair, una persona, un ser humano de este mundo que asumió como judío sus raíces. Mi pertenencia, mi identidad para mí es muy clara; entonces soy Yair, una persona del pueblo judío, y eso es lo que me llevó a levantar la bandera del sionismo y a tomar una decisión revolucionaría. Digo revolucionaria porque cuando uno decide venir a Israel siendo un chico joven, cambia el rumbo. Seguramente los nietos de los nietos de mis nietos van a vivir aquí por una decisión mía. Me siento totalmente completo y realizado en lo que respecta a mi identidad.

Ahora bien; nací en Argentina y es el país que me ha dado mi cultura de base; me ha educado y me dio posibilidades para entender lo que entendí, y no encuentro un conflicto entre ser judío, israelí y argentino; y por eso fue que busqué una manera de poder vivir esa dualidad que me hace tan bien.

Vivo en Argentina, tengo afectos, mi madre y una hermana, además de muchísima gente, muchísimos amigos dentro y fuera del medio, con los cuales no pasan más de dos días, aquí o allá, sin que hable con ellos. Cuando uno vive en dos lados donde tiene afectos, vive tranquilo con todo.

Es así que soy judío primero, nací en Argentina y asumo con mucha alegría esa situación, e israelí por supuesto. Soy israelí y he pagado el derecho de piso – a veces creo que demasiado caro – para estar aquí. No es una consideración, es un hecho.

– ¿Es verdad que alguna vez fuiste «kibutznik»?

 

– Es verdad. Cuando llegué a Israel estuve cuatro años en el kibutz Lehavot Habashán, en la antigua frontera norte con Siria, de 1968 hasta 1971. Allí todavía tengo amigos, familia adoptiva, muy lindos recuerdos y mucho aprecio por el lugar y la gente que lo compone.

 

– Hiciste aliá en 1966, cuando en Buenos Aires podrías haber estudiado y desarrollado una gran carrera profesional y el futuro aquí no estaba para nada claro… ¿Qué fue lo que te llevó a venir tan joven?

 

– Asumí mi condición judía. Me integré al movimiento juvenil sionista Hashomer Hatzair y después fui activista en la Jativá Mordejai Anilevich. A los 19 años se tiene toda la vida por delante; la existencia parece infinita; y esa fue mi bandera. Cuando decidí venir, todo era en base a un dogma de la revolución nacional del pueblo judío; vivir en un marco nacional; entender nuestra historia y saber que la única solución es vivir en nuestro país, con nuestro pueblo. Me interesaba muchísimo lo que pasaba en esta zona y era natural que fuera a tomar esta decisión. Consideré que en el momento en el que llegara a Israel debía dejar de ser el sionista que era y pasar a ser un israelí con ideas socialistas. La gente cree que cuando uno viene acá sigue actuando «sionísticamente», y no. Cuando llegué a Israel me dije: tengo que pertenecer, tengo que entrar dentro de esta realidad. Y entrar es vivir como israelí, donde el kibutz era en ese momento la realidad que yo quería vivir, así como incorporarme al ejército y cumplir con el deber y el hecho de que vivís acá y tenés que aportar a la seguridad del país, el cual tenemos gracias a todo esto. Vine porque me asumí como judío y quise vivir dentro de mi patria; dentro de mi marco nacional.

– ¿Y tu familia cómo vivió en ese momento?

 

– Estaba muy asustada pero aceptó. Me conocían y sabían que, aún siendo un muchacho joven, si lo había decidido, lo iba a hacer. En la vida nosotros somos los arquitectos de nuestro propio destino y si estamos convencidos de algo, tenemos que hacerlo. Desde temprana edad me convencí de que si vos creés algo, «andá», porque siempre van a haber otros que, o por miedo o por ver las cosas de otra manera, van a juzgarte y a determinarlo de acuerdo a su entendimiento; pero lo importante es lo que pensamos nosotros.

Hay una frase muy linda de Nietzsche que dice: «El individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu. Si lo intentas a menudo estarás solo y asustado. Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo».

El hecho de que pude hacer lo que quise me dio una vida plena, no fácil, pero con desafíos, logros, fracasos, que la vivo con plenitud y con total convencimiento de que era lo que quería. Ahora escribí un libro que voy a publicar dentro de poco. Se titula «De nada me arrepiento», pero no en el sentido de que tengo de lo que arrepentirme, sino de todo el curso, todo el camino que recorrí en mi vida.

– ¿Cuándo y por qué te diste cuenta de que Israel y el mundo se iban a volver locos por el género de la telenovela?

 

– El ser humano es el ser humano en todos lados y si esto pegó en Argentina, pega acá también. Nosotros tenemos cosas parecidas a los israelíes por la mezcla de culturas; somos muy efusivos; los israelíes son muy emocionales a pesar del dicho de que los sabras son dulces por dentro y pinchudos por fuera. Cuando aparecieron las telenovelas, comenzó la revolución de los medios; allí entendí que se iba a necesitar contenido. En 1989 ya habían aprobado en la Knéset la televisión por cable y ya estaba la ley por un cable comercial privado. La gente quería material y acá en Israel estaba todo pirateado; lo traían en VHS truchos de 5ta generación, pero era material muy malo. Ahí vi la oportunidad para empezar a traer contenido y lo tomé como mi revancha.

Comencé con cine, lo traje a Juan José Jusid en el ’87 a un festival de cine en Haifa, con quien nos hicimos muy amigos y ahora estamos trabajando en un producto muy lindo. Después seguí con películas que en su momento eran muy famosas con Gasalla, como «Esperando la Carroza», «Darse cuenta», «No me toquen a la nena»; películas de Doria y de distintos grandes directores argentinos. Después seguí con el fútbol. Traje la Copa América, trajimos al seleccionado con Maradona, Caniggia y otros grandes a jugar a Israel en el ’94, y al seleccionado brasileño. Luego seguimos con todo tipo de deportes, y así llegué a los artistas: la gente de Piazzolla, Escalada, Julio Boca, Xuxa, Mercedes Sosa, León Gieco, Alejandro Lerner, gente de Colombia, Facundo Arana, Natalia Oreiro y otros grandes.

En el ’90 comenzamos con las telenovelas. La primera fue con Luisa Kuliok, «La extraña dama», y después seguimos con «Venganza de mujer» y «Más allá del horizonte» con Osvaldo Laport, «Cosecharás tu siembra». Y no sólo argentinas; también venezolanas como «Topacio» y «Cristal», hasta que llegó Andrea de Boca. Ahí me convencí de que había que hacer un canal temático y en el ’99 abrimos «VIVA» y todo lo demás ya es historia.

Es una compañía que fundé en su momento con nada y hoy en día es una empresa en la bolsa, con una trayectoria internacional importante y que lideró en cierta medida el mercado de las empresas medias. Dejé la empresa hace algunos años atrás cuando se enfermó mi hermano gemelo. Ahora volví al mercado con mi nueva compañía que lleva mi nombre, aunque la otra lleva mi apellido. Los directivos no quisieron renunciar a él porque es una marca internacional, pero bueno, a los que tengamos que aclarar, vamos a aclarar la confusión.

 

– ¿Cuando elegís que contenido traer es pensando y teniendo en cuenta el éxito que tuvo en el país de origen o la temática? ¿Si va con la sociedad israelí o no?

 

– En el lenguaje pasado puedo dar respuestas en el actual no. Hoy en día no traigo nada que no me pertenezca. Mi política de trabajo es producir, apostar, conseguir los inversores, que el producto sea mío y ahí lo traigo. Pero al principio tenía las fuerzas y las ganas de ver la telenovela, entonces vi «Antonela» y me dije esto va a funcionar. Estaban los culebrones, otros que ya tenían una calidad mayor, comedias, infanto-juveniles y bueno, ya sobre la marcha hacíamos camino. Pero Creo que cuando una novela es buena, es buena para todos, tanto allí como acá.

– ¿Cómo haces para medirte con el boicot cultural a Israel?

 

– Mirá, la vida es un enfrentamiento continuo; vos sabés, citando otra frase de Nietzsche, «Para poder enfrentarte al cómo, tenés que saber el por qué», entonces los por qué yo los sé, pero los cómos están, son la vida. Boicot vas a tener pero hay que aprender a enfrentarlo y pararlo. En mi vida aprendí que quieras o no tenés que enfrentarte. No soy un guerrero, ni un militar ni nada, pero cuando tuve que enfrentarme a defender la existencia del país lo hice también, porque consideré que había que hacerlo. Como te dije antes, a veces vas a estar asustado porque tratan de boicotearte, de no permitirte, pero así es la vida y la gente. Somos seres humanos; por un lado está la envidia, por otro los temores de que no te vaya bien porque alguien cree que le estás ocupando el lugar y es hasta entendible.

A Mercedes Sosa la boicotearon, trataron de que no venga, pero su repuesta fue «Yo vengo a cantarle al pueblo, no vengo a hacer política»; y esa es la respuesta que están dando también Serrat y Sabina ahora, y Diego Torres, y mucha gente que viene acá convencida de que llega a cantarle a un pueblo que tiene el derecho de disfrutar lo que ellos pueden brindar igual que el resto del mundo sin entrar en la política nacional. Esa es la vida y me enfrento a la situación como la leo y como creo que debemos enfrentarnos a ella.

– Sé que esta pregunta es muy personal. Disculpame de antemano… ¿De qué manera influyó el fallecimiento de tu hermano en tu carrera profesional?

 

– Para mí es un antes y un después. Daniel era parte mía, éramos hermanos gemelos; somos hermanos gemelos. Daniel era mi otra parte y hoy en día me falta esa parte. Ahí en cierta medida se me terminó el mundo; es algo que me costó y me cuesta. No lo tenía previsto, Él era un hombre con un espíritu más joven que el mío, con muchas ganas de vivir; y se fue por esa terrible enfermedad. Cuando me enteré de todo eso decidí acompañarlo a su último respiro, y así fue. El 29 de septiembre de 2008 Daniel se fué y después yo no tenía ni fuerzas, ni ganas de continuar, y ese fue el motivo por el que pedí dejar la parte ejecutiva de la empresa.

Intereses internos de quienes la lideraban a nivel ejecutivo aceptaron pidiéndome, por el hecho de que no les convenía que se publique que yo me iba, que los asesore a nivel teórico por dos años. Tras eso, pasé por una época de enfriamiento que duró cuatro años y volví al mercado.

Lo extraño y fue muy impactante y muy crucial en mi vida. Pasé mucho en la vida, pero lo de Daniel fue una desgracia muy difícil de solucionar y seguramente habrá influido en lo profesional, porque la motivación de arrasar con todo bajó en un porcentaje muy grande. Pero por ahora estoy en el comienzo de un nuevo desafío.

– ¿Fue difícil para Serrat y Sabina aceptar venir a cantar a Israel?

 

– No sé si fue difícil, todavía no han venido, pero accedieron. No tuve que convencerlos verbalmente demasiado. Aceptaron porque son señores que consideran que aquí tienen un público y la vida ya los puso al tanto de no confundirse y de saber que ellos viven de los públicos. Y si ellos hablan de un público en general, global, no enmarcado en naciones, Israel es parte. No hablé con ellos sobre su posición, seguramente si los palestinos los hubieran invitado también hubieran ido para allí. Pero vienen porque es lo que ellos hacen, ir por el mundo y cantar para la gente que quiere escucharlos, y acá hay mucha gente que los espera.

– ¿Qué viene después de Serrat y Sabina?

 

– Tengo ya algo en mente, pero como no está cerrado, aprendí que es preferible primero cerrar y después hablar. Pero hay, porque hay continuidad. Igual lo que hoy me ocupa son los contenidos que estamos haciendo. Hacer un contenido son 6 o 7 millones de dólares; estamos hablando de inversiones muy grandes y tenés que encontrarte con esas inversiones y comprometer a la gente con una buena propuesta. Lo demás es estratégico. Aunque nos vaya muy bien con Serrat y Sabina, no es un gran negocio, pero es seguir, continuar con la cultura hispana en este lugar del mundo donde tenemos un público que, considero, ya está educado para recibir esos contenidos. Es importante que la gente que se ocupa de traer la cultura sudamericana no lo vea sólo como negocio, sino que tenga esa responsabilidad. Trayendo la cosas bien traídas; esto va a tener continuidad y nos va a servir a todos.

 

– Con Andrea del Boca te ganaste a los hombres; con Rebelde Way a los chicos; con Serrat y Sabina a las mujeres; con Mercedes Sosa a todos los israelíes… ¿Todavía que queda algún sueño por realizar?

 

– No lo veo así; no es que voy por grupos. Creo que gané público y a ese público tengo que respetarlo porque es el que me permitió hacer el negocio que tengo. Por eso tengo que seguir trayéndole cosas; y no me refiero sólo a mi empresa, porque hay otros también que, legítimamente, traen cultura y todos tenemos que continuar ganándonoslos. A nadie ganás para siempre. Cuando uno se casa no se gana a la pareja; hay que conquistarla todo el tiempo; y nosotros también debemos conquistar al público continuamente; y para eso hay que hacer.

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