Daniel Pipes
The Washington Times
26 de Junio de 2012
http://es.danielpipes.org/11535/despues-ataque-israeli-iran
Original en Inglés: After an Israeli Strike on Iran
¿Cómo responderían los iraníes a un ataque israelí a sus infraestructuras nucleares? Esta predicción tiene enorme importancia, al tener influencia no solamente sobre la decisión de Jerusalén sino también sobre lo mucho que otros estados van a trabajar para poner trabas a un ataque israelí.
Los analistas en general ofrecen predicciones optimistas para políticas de disuasión y contención (hay tertulianos que llegan a celebrar que Irán tenga capacidad nuclear) al tiempo que pronostican los peores resultados de un ataque. Prevén que Teherán hará todo lo posible por tomar represalias, como secuestros, actos de terrorismo, ataques balísticos, combates navales y el cierre del Estrecho de Ormuz. Esto a pesar de dos datos: los ataques israelíes anteriores a estados enemigos que construían armas nucleares, Irak en 1981 y Siria en 2007, no suscitaron ninguna represalia; y el examen detenido de la historia de la República Islámica de Irán desde 1979 se decanta por una evaluación «más comedida y menos apocalíptica — si bien sobria — de las probables consecuencias de un ataque preventivo».
Los autores, Michael Eisenstadt y Michael Knights, del Washington Institute for Near Eastern Policy.
Son palabras de Michael Eisenstadt y Michael Knights, expertos del Washington Institute for Near Eastern Policy que brindan una excelente guía de los probables escenarios en «Más allá del análisis pesimista: probables respuestas de Irán a un ataque preventivo israelí.» Este estudio del comportamiento iraní a lo largo de las tres últimas décadas les conduce a anticipar que tres principios van a modelar y limitar probablemente la respuesta de Teherán a un ataque israelí: la insistencia en la reciprocidad, la cautela a la hora de no crearse enemigos gratuitamente, y el deseo de disuadir ataques israelíes (o estadounidenses) ulteriores.
Los mulás se enfrentan, en otras palabras, a importantes limitaciones a su capacidad de adoptar represalias, que incluyen la debilidad militar y la acuciante necesidad de no crearse aún más enemigos en el exterior. Con estas líneas maestras en vigor, Eisenstadt y Knights valoran ocho posibles medidas iraníes, que hay que evaluar teniendo en mente la alternativa — a saber, unos islamistas apocalípticos con armas nucleares:
- Atentados terroristas contra objetivos israelíes, judíos o estadounidenses: Algo probable, pero que causa una destrucción limitada.
- Secuestro de ciudadanos estadounidenses, sobre todo en Irak: Probable, útil, pero de impacto limitado, como el caso del Líbano en los 80.
- Atentados contra estadounidenses en Irak y Afganistán: Algo muy probable, sobre todo a través de organizaciones satélite, pero que causa una destrucción limitada.
- Ataques balísticos contra Israel: Algo probable: unos cuantos proyectiles lanzados desde Irán superan las defensas israelíes, lo que conduce a bajas probablemente por debajo de los cientos de muertos; misiles lanzados por Hezbolá limitados en número debido a consideraciones nacionales libanesas. Improbable: que Hamás intervenga, al haberse distanciado de Teherán; que intervenga el gobierno sirio, que está luchando por su vida frente a una oposición armada cada vez más fuerte; y que intervengan probablemente las fuerzas armadas turcas. En conjunto, es improbable que los ataques balísticos vayan a causar un daño devastador.
- Ataques a estados vecinos: Probable: mediante el terrorismo, porque se puede negar la autoría. Improbable: ataques balísticos, dado que Teherán no quiere crearse más enemigos.
- Hostilidades con la Marina estadounidense: Probable: pero teniendo en cuenta el equilibrio de poderes, causante de un daño limitado.
- Minar de forma encubierta el Estrecho de Ormuz: Algo probable, que hace que los precios de la energía se disparen.
- Intentos de cierre del Estrecho de Ormuz al tráfico: Improbable: es difícil de hacer y demasiado nocivo potencialmente para los intereses iraníes, dado que el país necesita del mismo estrecho para su actividad comercial.
Los autores también consideran tres efectos secundarios potenciales de un ataque israelí. Sí, los iraníes puedan cerrar filas en torno a su gobierno durante los momentos posteriores, pero a largo plazo Teherán «podría ser criticado por gestionar la cuestión nuclear de una forma que conduce a la confrontación militar». De la llamada calle árabe se predice de manera perpetua que se levantará contra un ataque militar externo, pero nunca lo hace; probablemente el descontento entre los chiítas del Golfo Pérsico se vería equilibrado por los muchos árabes que jalearían discretamente a los israelíes. En cuanto a abandonar el Tratado de Proliferación e iniciar un programa nuclear militar abierto, siendo «una posibilidad muy real», contra más represalias adopten los iraníes, más difícil les va a ser hacerse con las piezas necesarias para un programa así.
En suma, estos riesgos son desagradables pero no catastróficos, gestionables pero no devastadores. Eisenstadt y Knights esperan una fase corta de respuesta iraní intensa, acompañada de «un conflicto activo de baja intensidad que se podría prolongar durante meses e incluso años» — algo muy parecido a lo que existe ya entre Israel e Irán. Un ataque preventivo israelí, concluyen, tratándose de «una empresa de alto riesgo que acarrea el potencial de una escalada en el Levante o el Golfo… no sería el acontecimiento apocalíptico que algunos pronostican».
Este análisis convincente confirma que el peligro de las armas nucleares en manos iraníes supera con creces al riesgo de eliminar ese armamento antes de que exista.
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