Roxana Levinson
Periodista, comunicadora, conferenciante y editora
2.8.2012
El líder eterno y «padre» para unos, terrorista astuto y manipulador para otros, Yasser Arafat, falleció el 11 de noviembre de 2004, en el Hospital Militar de Clamart en Percy, en las afueras de París.
La reacción del pueblo palestino fue inmediata: escenas de dolor y desesperación se vieron en las calles de Ramallah y otras ciudades y la Autoridad Palestina decretó 40 días de duelo nacional.
Sin embargo, lejos de cerrar una etapa, la muerte de Arafat abrió las puertas a un mar de dudas acerca de la causa de su fallecimiento, y – por sobre todo – si el líder fue asesinado y por quién.
Arafat había sido trasladado desde la Mukata – la sede del gobierno en Ramallah donde se encontraba recluido desde hacía casi tres años – al hospital militar francés. Allí falleció debido a una hemorragia cerebral que provocó el deterioro de sus órganos vitales, según constaba en los primeros informes. Pero la causa real que llevó al líder palestino a esa situación nunca fue establecida y mucho menos publicada.
Desde aquel momento, la muerte de Arafat estuvo rodeada por un aura de dudas, y las acusaciones y sospechas se sucedieron a lo largo de estos años.
Recientemente, la cadena de tv qatarí Al Jazeera difundió una investigación en la que planteaba que, de acuerdo con hallazgos de estudios realizados en un instituto de investigación nuclear en Suiza, en la ropa y pertenencias de Yasser Arafat se encontró una altísima cantidad de Polonio, un material nuclear letal.
Ahora la viuda de Arafat, Suha, y su hija Zahwa, presentaron una denuncia formal ante un tribunal en Nanterre, París, a través del abogado de la familia, Pierre Olivier Sur.
Tal como se acostumbra en el sistema de justicia francés, la denuncia fue realizada contra X, lo cual significa en la práctica un pedido para que se investigue lo sucedido. «En esta fase no se presentará ninguna acusación contra alguien específico, ningún Estado, grupo o individuo», aseguró el letrado de la familia Arafat. «El objetivo de la Señora Arafat y su hija es descubrir la verdad y para ello confían plenamente en la justicia francesa», agregó.
El abogado también aseguró que sus representadas no harían declaraciones a la prensa mientras se lleve a cabo la investigación. Casi de inmediato, Suha Arafat concedió una entrevista al periódico francés «Le Figaro».
«Mi hija tiene derecho a saber la verdad»
La gran pregunta fue – y sigue siendo – por qué Suha Arafat esperó tanto tiempo para presentar esta denuncia y exigir una investigación profunda, siendo que desde un primer momento las sospechas de que su marido había sido asesinado eran públicas y evidentes.
«Mi hija Zawha, que tiene 17 años, quiere saber por qué murió su padre. Por otra parte, desde el punto de vista jurídico, hemos tenido el tiempo, ya que la ley nos da un período de diez años para interponer este recurso. Por último, y esto es clave, la investigación de Al-Jazeera, que mostró las dosis anormalmente altas de polonio en la ropa de Arafat, me animó a buscar la verdad sobre la muerte de mi marido», explicó la viuda.
Suha relata en la entrevista que el autor de la investigación televisiva, el periodista Clayton Swisher, se le acercó a finales de 2011. La viuda de Arafat decidió confiar en él porque «parecía un periodista serio, que había pasado nueve meses investigando la cuestión», explica. Además de entregarle una copia del informe médico de Arafat, Suha le permitió utilizar en la investigación sus pijamas, gorros, chaquetas y ropa interior que Arafat utilizó poco antes de su muerte. «Todo estaba en una caja que yo nunca había abierto. Era algo intocable para mí», asegura Suha.
Para el propio Swisher, la investigación de la verdadera causa de la muerte de Arafat, es una cuestión que atañe tanto a la Autoridad Palestina como a Francia. «No se puede comprar polonio en el supermercado», plantea Clayton Swisher, «y este elemento no tiene nada que hacer en la sangre de nadie o en sus manchas de orina, mucho menos en el nivel detectado por los suizos».
Mientras tanto, Suha Arafat ha anunciado que no se opondrá a la exhumación del cuerpo de su marido y que – si bien la Autoridad Nacional Palestina también puede hacerlo – preferiría que sea el juez de la causa quien ordene el procedimiento. Todo parece indicar que la exhumación será necesaria, debido a que el polonio se desintegra a la mitad cada 138,4 días. Además, al parecer, el laboratorio del hospital ha destruido las muestras de sangre y orina de Arafat sólo 4 años después de su deceso, alegando que «nadie se había molestado en preguntar por ellas».
Por su parte, y sin esperar al menos un informe preliminar de la justicia, el sobrino de Arafat, Nasser Al Qudwa, ha responsabilizado en forma directa a Israel. En cambio la viuda de Arafat se niega por el momento a endilgar culpas. Fuentes cercanas a Suha citadas por la prensa en diversos países aseguran que sus sospechas están dirigidas hacia la Autoridad Nacional Palestina que – según citan – «se deshizo de ella tras la muerte de su marido».
Una mirada hacia los periódicos palestinos parece confirmar que esa sospecha es compartida y que el presidente palestino, Mahmoud Abbas – que sucediera a Arafat y quien tuvo una tormentosa relación con el líder – está en la mira. Aunque los titulares y las versiones «oficiales» apuntan en forma directa y sin dejar lugar a dudas, hacia Israel.
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