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| sábado diciembre 28, 2024

El daño que la ayuda a los palestinos hace… a los palestinos


Steven Rosen y Daniel Pipes

Fundación Heritage

Los críticos de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA, por sus siglas en inglés), la organización a cargo de la supervisión de los refugiados palestinos, han tendido a hacer hincapié en sus pecados. Que si sus campamentos son refugio de terroristas. Que si su burocracia es desproporcionada y su nómina incluye a radicales. Que si sus centros escolares incitan al odio. Que si sus registros rebosan de casos de fraude. Que si sus políticas alientan la mentalidad de victimismo…

Pero el mayor problema de la UNRWA es su propia misión. A lo largo de 63 años, se ha convertido en una agencia que perpetúa el problema de los refugiados en lugar de contribuir a su resolución. La UNRWA no trabaja para asentar a los refugiados; al registrar cada día a un mayor número de nietos y bisnietos que nunca se han visto desplazados de sus hogares ni de sus puestos de trabajo, engrosa de forma artificial el recuento de «refugiados» y más bien eleva la cifra de agraviados contra Israel. A estas alturas, estos descendientes representan más del 90% de los refugiados de la UNRWA.

Además, la UNRWA viola la Convención del Refugiado al insistir en que casi dos millones de personas que tienen una ciudadanía en Jordania, Siria o el Líbano (y que constituyen el 40 por ciento de los beneficiarios de sus ayudas) siguen siendo refugiados.

Como resultado de estas prácticas, en lugar de bajar a través del asentamiento y la desaparición progresiva natural, la cifra de refugiados de la UNRWA viene creciendo de forma constante desde 1949, pasando de 750.000 hasta casi 5 millones. A este ritmo, los refugiados de la UNRWA superarán los 8 millones hacia el año 2030 y los 20 millones hacia el 2060, promoviendo sin parar sus centros escolares y sus campamentos el sueño inútil de que estos millones de descendientes van a «volver» algún día a los hogares de sus ancestros en Israel.

Si hasta el presidente de la Autoridad Palestina Mahmoud Abbás reconoce abiertamente que enviar a 5 millones de palestinos se traduce en «el final de Israel», está claro que la UNRWA obstaculiza la resolución del conflicto.

La difícil posición de Israel

Los funcionarios del gobierno israelí son muy conscientes de que la UNRWA está perpetuando el problema de los refugiados y conocen muy bien sus pecados. Dicho esto, el Estado de Israel mantiene una relación funcional con la UNRWA y busca satisfacer determinados servicios.

La política israelí de cooperación empezó en 1967con el Intercambio Comay-Michelmore de Estatutos en el seno del cual Jerusalén prometía «la cooperación integral de las autoridades israelíes (…) a la hora de facilitar la misión de la UNRWA». Esta política permanece prácticamente en vigor: en noviembre de 2009, un representante israelí confirmaba que hay «un compromiso continuado con las condiciones» de los escritos de 1967 y un apoyo «a la importante labor humanitaria de la UNRWA». Hasta prometía mantener «una coordinación estrecha» con la organización.

Los funcionarios israelíes distinguen entre el negativo papel político de la UNRWA y su papel más positivo de proveedor de servicios sociales, principalmente educativos y médicos. Aprecian que la UNRWA, con fondos aportados por gobiernos extranjeros, ayude a la tercera parte de la población de Cisjordania y a los tres cuartos de Gaza. Sin estos fondos, Israel se enfrentaría a una situación volátil en sus fronteras y a las exigencias internacionales de que, retratado de «potencia ocupante», asuma el peso de la atención a estos habitantes.

En el caso extremo, las Fuerzas Defensa de Israel tendrían que entrar en zona hostil para supervisar el funcionamiento de los centros escolares y los hospitales, que el contribuyente israelí tendría que financiar, lo que resulta una perspectiva menos que atractiva.

En el resumen de un funcionario israelí bien informado, la UNRWA juega «un papel clave a la hora de proporcionar ayuda humanitaria a los civiles de las poblaciones palestinas» que necesitan soporte.

Esto explica la razón de que, cuando los amigos extranjeros de Israel tratan de privar de fondos a la UNRWA, Jerusalén inste a la cautela o incluso obstaculice estas iniciativas. Por ejemplo, en enero de 2010, el ejecutivo canadiense Harper anunciaba que dirigiría la ayuda de la UNRWA a la Autoridad Palestina para «garantizar la transparencia y fomentar la democracia en la Autoridad Palestina».

Aunque la organización B’nai B’rith Canadá informó orgullosamente que «el gobierno» había escuchado sus consejos, diplomáticos canadienses manifestaron que Jerusalén solicitó de forma discreta que los canadienses reanudaran la financiación de la UNRWA.

Otro ejemplo: en diciembre de 2011, el ministro holandés de exteriores dijo que su gobierno «examinará exhaustivamente» su política hacia la UNRWA, sólo para contar a los íntimos más tarde que Jerusalén había solicitado dejar en paz la financiación.

¿Es posible cambiar la UNRWA?

Todo esto nos lleva a una pregunta: ¿Se pueden conservar los elementos de la UNRWA que son útiles para Israel sin perpetuar la situación de los refugiados?

Sí, pero esto exige distinguir entre el papel de la UNRWA como agencia de servicios sociales de su papel como productor de un número progresivamente mayor de falsos refugiados.

En contra de su práctica de registrar a los nietos como refugiados, el Capítulo III.A.2 y el Capítulo III.B de las Instrucciones de Admisión y Registro Consolidado de la UNRWA permiten proporcionar servicios sociales a los palestinos sin definirlos como tal. Este capítulo está ya en vigor: en Cisjordania, por ejemplo, el 17 por ciento de los palestinos registrados en enero de 2012 con la UNRWA y con derecho a percibir sus servicios no fueron contabilizados como refugiados.

Teniendo en cuenta que la UNRWA informa a la Asamblea General de la ONU, con su mayoría antiisraelí automática, promulgar un cambio en las prácticas de la UNRWA es prácticamente imposible. Pero sus grandes donantes, empezando por el gobierno estadounidense, deberían dejar de ser cómplices de la perpetuación de la situación de los refugiados.

Washington debería de considerar a la UNRWA un vehículo para prestar servicios sociales, exclusivamente. Debe de insistir en que sus beneficiarios que nunca fueron desplazados o que ya tienen la ciudadanía de otros países, aunque a lo mejor tengan derecho a los servicios de la UNRWA, no son refugiados.

Establecer esta distinción reduciría un importante punto de fricción de las relaciones árabe-israelíes.

Libertaddigital.com
ATT. TEU

 
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