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| domingo diciembre 22, 2024

El mundo árabe que viene


George Chaya

Fecha: 08/09/2012

El Diario Exterior

http://www.georgechaya.info/2012/09/08/el-mundo-arabe-que-viene/

Hay múltiples señales que los gobiernos de EEUU y Europa no supieron percibir, no vieron que había movimientos mucho más profundos que los conflictos que habíamos observado anteriormente en las sociedades civiles en Oriente Medio. Desde la revuelta egipcia hasta los sucesos en Siria, lo que está sucediendo, se suponía que iba a ocurrir después del colapso de la Unión Soviética, cuando cayeron los regímenes comunistas de Europa central y oriental. Pero entonces no ocurrió, en parte porque los regímenes árabes eran fuertes y porque EEUU detuvo su apoyo y abandonó a los kurdos, a los sudaneses y a los movimientos democráticos en Líbano e Irán. Ello se debió a intereses económicos y a sus relaciones con las élites que formaban estos regímenes.

Después de 2001, hubo dos señales de cambio: Afganistán e Irak. La primera explosión popular que vino como resultado de esta nueva era fue la Revolución de los Cedros en Líbano, cuando en 2005, un millón y medio de personas tomaron las calles de Beirut. Esto envió una señal muy fuerte a miles de jóvenes de la región. En 2009, se desató la Revolución Verde en Irán. Vimos a millones de personas en las calles de Teherán (el 70% de ellos tenía menos de 20 años) la mitad eran mujeres. ‘El asesinato de Neda Agha-Soltan’, hizo del levantamiento un símbolo de rebelión de la mujer contra la opresión. Aunque ambas revoluciones fueron reprimidas, ya era demasiado tarde. El mensaje estaba en la mente y los corazones de muchos en la calle árabe. Luego surgió un mundo bloguero que dio lugar a sociedades paralelas online que ya no podrán oprimirse. Esto se aprecia hoy con la revolución Siria en Facebook que ha roto el muro de silencio del régimen. Facebook es distinto a los foros de Internet, aunque existen fraudes, la mayoría pone su rostro. Y cuando 340.000 sirios ponen su rostro en Facebook, no cabe duda que estamos ante una cultura de cambio que trasmite un claro mensaje al régimen de Assad diciéndole: ¿Quieres detenernos? Entonces arresta o elimina a 340.000 personas.

Los primeros meses, las manifestaciones suscitaron el interés de la clase media y baja, luego calaron en la burguesía y los trabajadores. Allí vimos un movimiento social pacífico, sin quema de banderas ni eslóganes islamistas. Pero Occidente dio un mensaje equivocado cuando previamente apoyo a salafistas egipcios y libios. Entonces estos grupos radicales comenzaron a apoyar la revolución contra Assad en Siria, se unieron al levantamiento y están secuestrando la revolución. Igual que en 1979, cuando los Khomeinistas se robaron la revolución iraní, en Siria hay un peligro real de que esto ocurra. Si comparamos Irán y Siria, hay parecidos y diferencias. La similitud es que los Khomeinistas, muy bien organizados, se concentraron primero en que el Sha se fuera y luego destruyeron a otros componentes opositores para tomar el poder. Eso es comparable con la situación de los salafistas que combaten en Siria -muy bien organizados- que cuentan con apoyo de los petrodólares del Golfo y de una red de televisiones por satélite (Al-Yazzira y Al-Alam) y esto no debe ser tomado en defensa de la dictadura de Assad, pero es algo concreto y real. Muchos partidarios de Assad e incluso colegas y medios de prensa hablan del peligro de que grupos terroristas islamistas intenten apropiarse de la revolución Siria. Ante los hechos, mi conclusión va mucho más allá, sostengo que el riesgo de que islamistas y elementos de Al-Qaeda estén secuestrando la revolución Siria no es simplemente alto; sino que eso es lo que ya está ocurriendo, exactamente igual a lo que ocurrió antes en Egipto y Libia.

Assad no dispone de probabilidades para mantener el poder a largo plazo, Rusia querrá salvar lo que queda de su deteriorada reputación ante la comunidad internacional, tampoco querrá quedar fuera del juego que continuara en la región luego de la salida de Assad, y es allí donde grupos salafistas trabajan día a día en el plano de lo visible y de lo invisible. Tienen presencia en el combate militar del ESL, pero también en el adoctrinamiento en mezquitas y utilizan al mismo tiempo la taqqiya -una dialéctica yihadista que significa no decir exactamente lo que se quiere o lo que se hará a futuro-. Dicen que no están interesados en establecer un Estado islámico, que están en favor de la democracia, la transición y las elecciones con el fin de ganar tiempo para tomar al poder. La estrategia es ser aceptados en la oposición para obtener protección popular mientras negocian con las energías locales y regionales. Luego querrán presentarse a elecciones y ganar un número suficiente de bancas para obtener algunos ministerios, y no estarán interesados en Defensa o Exteriores, sino en Economía y Educación para así financiar el mayor numero de madrazas -escuelas de formación política/teológica- Como hicieron en Egipto los Hermanos Musulmanes. Los salafistas saben manejar muy bien los gobiernos de transición. Así, debilitaran a ‘la multinacional ideológica’ que se da cita en el Consejo Nacional Sirio. Esta es la amenaza real a la caída del dictador Assad y lo único que puede ayudar a detenerla es la juventud siria movilizada si es apoyada por la comunidad internacional. Sin embargo, la falta de un dirigente en la sociedad secular siria y en las fuerzas democráticas -que son la esencia de la revolución- es un verdadero problema, pues no hay una figura representativa al ciento por ciento. Lo hemos visto en Túnez y en Egipto. Ahora lo veremos en Siria. Lo que ya ha derivado en una abierta guerra sectaria no ofrece una figura capaz de catalizar el consenso popular en el escenario actual. Encontrar ese dirigente político capaz de unificar a la oposición y los rebeldes armados será una tarea difícil. Un Gabinete interino de unidad nacional podría ser la salida, pero Occidente teme que ese futuro Gabinete pueda ser más duro que el régimen de Assad con respecto al proceso de paz árabe-israelí y con los intereses estadounidenses.

Mientras tanto, la postura del presidente de EEUU, Barack Obama, continúa siendo confusa y titubeante y parece ir en todas las direcciones y en ninguna al mismo tiempo. Estas grandes dudas se deben a varias razones. La primera es que hay múltiples centros de decisión en EEUU y cada uno está preocupado por su propia área. Defensa, inmediatamente se preocupa por el estatus de las fuerzas armadas sirias y por lo que pueda suceder con las Alturas del Golán. En Exteriores, la preocupación es qué pasará con Israel e Irán. Pero también hay un órgano de asesores que lleva años haciendo lobby por el diálogo con los Hermanos Musulmanes. Luego está el Congreso, que tiene el papel más importante y al que le preocupa la democracia, los derechos humanos y el yihadismo. Lo que Obama no quiere oír de ninguno de estos centros de poder, y menos de la oposición, es que fue el quien perdió Egipto y Libia en favor de los salafistas, aunque es evidente que al presidente le ha faltado firmeza en apoyar a los movimientos democráticos.

Hoy vemos al régimen sirio advertir sobre el peligro de que Al-Qaeda aproveche el caos para penetrar su país. Realmente Al-Qaeda no necesita un gran caos para hacerse fuerte en Siria. Puede actuar ahora mismo si lo desea y de hecho está actuando. Pero el factor más peligroso del terrorismo yihadista es tanto igual que la permanencia de Assad apoyado por tropas iraníes sobre el terreno, y todo será más caótico cuanto más se retrase su salida. La victoria a largo plazo sobre Al-Qaeda no es policial sino que será la desradicalización ideológica, lo que se conseguiría con un Gobierno secular. Pero hasta ahora, Occidente ha creído que apoyarse en regímenes dictatoriales en Oriente Medio era la forma de combatir el islamismo radical. Y no entendió que solo las revoluciones democráticas y seculares pueden cambiar esta doctrina.

La nueva era será más larga y desordenada de lo que muchos esperan, pero nos va a llevar al otro lado. Lo que teníamos eran regímenes totalitarios sin democracia, pero sin yihadismo. Ahora avanzamos hacia el cambio de una nueva era política. Regímenes como el de Assad no querían ese cambio y el yihadismo se valía de ese statu-quo para crecer. Con las revoluciones populares hay una esperanza de que el talibán, Al-Qaeda o los Khomeinistas no avancen sobre los países árabes que decidan por la secularidad y la democracia.

La forma en que Siria salga de esto va a impactar definitivamente al resto del mundo árabe y seguramente marcara el destino de otros regímenes regionales. Este Oriente Medio conocido, no será el mismo nunca más. No habrá vuelta atrás al viejo orden. Pero aún no estamos en el nuevo Oriente Medio, nos encontramos en una etapa provisional y de transición. Se trata de una revolución permanente.

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