Alan M. Dershowitz
19 de septiembre de 2012
http://www.gatestoneinstitute.org/3355/radical-imams-freedom-of-speech
Hay ahora amenazas de violencia, dirigidas contra Francia, por la publicación de una caricatura del profeta Mahoma, en violación de la ley islámica. Esto es, simplemente, la más reciente manifestación de un esfuerzo mundial de censurar la libertad de expresión para que se ajuste a la interpretación más radical de la tradición islámica. La recompensa por la cabeza de Salman Rushdie fue incrementada recientemente y este distinguido autor sigue en peligro. Theo Van Gogh fue asesinado por violar la Ley Islámica. Y muchas personas fueron asesinadas como resultado de las caricaturas publicadas en Dinamarca y de un video que aparece en YouTube.
He visto varios minutos de la estúpida película que, podría decirse, incitó tanta violencia y la muerte de cuatro distinguidos funcionarios, incluyendo al embajador de Estados Unidos, que era singularmente favorable hacia el Islam y los intereses árabes.
No hay nada bueno que pueda decirse sobre la película, de bajo presupuesto. Tiene poco valor social y el mundo sería un lugar mejor si nunca se hubiera realizado o exhibido. No obstante, sería un error, e inconstitucional bajo la ley estadounidense, censurar o castigar tal despreciable expresión. La libertad de expresión significa libertad para los que se desprecia, y libertad para expresar las opiniones más despreciables. También significa que el gobierno no puede seleccionar cuáles expresiones autorizar y cuáles impedir.
Hay varias excepciones, reconocidas por la legislación estadounidense, a la irrestricta libertad de expresión. Incluyen gritar falsamente fuego en un teatro lleno de gente, expresar palabras y lenguaje amenazantes que presentan un claro peligro de incitar a la violencia. Aun si estas excepciones fueran aplicadas a expresiones anti-islámicas, eso no resolvería el problema. Es fácil argumentar que un video, como el de YouTube, podría ser prohibido sin hacer mucho daño a la libertad de expresión, pero eso sería sólo la punta del iceberg. Los imanes radicales que incitan a la violencia no estarán satisfechos hasta que puedan decidir qué puede ser visto y oído. Quieren ser los jueces finales, jurados y verdugos, cuando se trata de cualquier cosa que se relacione con el Islam o su profeta. Pero los fanáticos religiosos que son fácilmente ofendidos por aquellos que están fuera de su religión, por los que violan las reglas de su religión, no pueden ejercer como censores en las sociedades democráticas. La amenaza o el temor a la violencia no deben convertirse en una excusa o justificación para restringir la libertad de expresión.
Aquellos que culpan a Estados Unidos por permitir lo que algunos musulmanes consideran discurso blasfemo, deben llegar a entender que, no censurando tal discurso, el gobierno no lo está refrendando. Eso puede ser difícil de entender para personas que han madurado en regímenes represivos que no permiten ninguna expresión desaprobada por el gobierno. En tales regímenes, la publicación de materiales intolerantes puede tomarse como representativa de las opiniones del gobierno. Por ejemplo, cuando los diarios iraníes publican diatribas antisemitas, las opiniones expresadas en esas diatribas son las opiniones del gobierno. No es así en los estados democráticos. De hecho, es probablemente cierto que, en Estados Unidos, se publica más material antisemita que en Irán, simplemente porque aquí se publica mucho y casi nada de eso está sujeto a ningún tipo de restricción o censura. Eso no convierte a Estados Unidos un país antisemita sino, más bien, en un país en el que hay libertad para expresar opiniones antisemitas. Sí convierte a Irán en un país antisemita, porque todas las opiniones que aparecen en los medios de comunicación deben ser aprobadas por el gobierno.
Algunos que ahora llaman a los gobiernos a censurar las expresiones que son consideradas ofensivas para los musulmanes, señalan el hecho que algunos gobiernos europeos censuran el discurso negacionista del Holocausto. Es una comparación falsa. Primero, sólo un pequeño número de gobiernos – muy especialmente Alemania, que fue responsable del Holocausto – censuran el lenguaje negacionista del Holocausto. La gran mayoría de los países, incluyendo Estados Unidos, no imponen tal censura. Hasta donde yo sé, ningún país musulmán o árabe censura el discurso negacionista del Holocausto. Por el contrario, varios de estos países, liderados por Irán, promueven tal discurso de odio. Segundo, el Holocausto es un hecho que ningún historiador razonable puede poner en duda. Los tipos de opiniones que han causado la reciente violencia, son expresiones de opinión sobre un personaje histórico sobre el que los historiadores están, vigorosamente, en desacuerdo. Por último, a mí, por ejemplo, me gustaría ver el fin de la censura al discurso negacionista del Holocausto. Que aquellos, como Ahmadinejad, que insisten en mentir sobre la historia de los judíos europeos sean derrotados en el mercado de las ideas. La verdad no necesita que la censura la defienda.
Así que no permitamos que, aquellos que emplean la violencia, inicien un debate acerca de los límites de la libertad de expresión. Las democracias no deben permitirse ser rehenes de los extremistas violentos. Dicho esto, la libertad de expresión también requiere que las personas decentes condenen a aquellos que abusan de la libertad insulten, innecesariamente, las creencias religiosas de los demás, o sean insensibles a los estragos que pueden causar en el ejercicio de su libertad de expresión. Esta película debe ser condenada en el mercado de las ideas, pero los escritos de Salman Rushdie y la publicación de caricaturas políticas no deben ser condenados.
Las personas tienen el derecho de seleccionar cuáles expresiones condenar, cuáles alabar y sobre cuáles no decir nada. Los gobiernos, sin embargo, deben permanecer neutrales en cuanto al contenido de la expresión. Y los gobiernos deben proteger los derechos de todos a expresar, incluso, la más despreciable de las opiniones. Por último, la comunidad internacional debe usar su poder colectivo para apresar y castigar a toda persona que cometa violencia como reacción a las expresiones con las que no está de acuerdo. El estar ofendido por la libertad de expresión nunca debe ser considerado como una justificación para la violencia.
Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld
Difusión: www.porisrael.org
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