El Estado está tomando un rol líder para derribar a Assad de Siria, pero tiene una agenda oculta.
Dentro de la línea de fuego: el efecto del ataque fue impulsar a los poderes de Occidente hacia la acción
Con Coughlin
Daily Telegraph
4 de octubre, 2012
Siria podría está obteniendo toda la culpa por disparar el primer ataque en la repentina erupción de las hostilidades en la frontera turco-siria pero, Tayyip Erdogan, el Primer Ministro turco, apenas puede reclamar ser inocente cuando de trata de alimentar el fuego de un conflicto que contiene el potencial de encender una conflagración regional.
Desde hace más de un año a esta parte, Turquía tomó un rol de líder en la campaña para derrocar el régimen sirio del Presidente Bashar al-Assad. Trabajando, mano a mano, con una cantidad de Estados del Golfo, tales como Arabia Saudita y Qatar (comprometidos en eliminar de Damasco a la mafia alawita de Assad), los turcos coordinaron, con cuidado, el apoyo internacional a las fuerzas rebeldes de Siria. Hubo, incluso, informes que los turcos establecieron un centro de comando compartido al sur de Turquía, que supervirsa la transferencia de armas, suministros y voluntarios a lo largo de la frontera siria para los rebeldes. En resumen, los turcos están hacen todo lo que tienen a su alcance para lograr un cambio de régimen en Damasco, una posición que no está perdida para Assad.
No queda claro si las fuerzas leales al régimen fueron las responsables de disparar la ronda de misiles que mataron, esta semana, a cinco civiles (incluyendo a tres niños) en una ciudad fronteriza turca. Si los rebeldes sirios estuvieran activos sobre el lado turco de la frontera, y las autoridades turcas no hicieran nada para aprehenderlos, los leales a Assad se podrían haber sentido con derecho a atacarlos. El gobierno sirio niega toda participación y dice que está investigando el incidente.
De manera alternativa, en medio de la niebla de guerra, siempre está la posibilidad que rebeldes sirios- o los simpatizantes a su causa- dispararan la ronda dentro de Turquía como un intento, deliberado, de provocar la represalia del país y sus aliados. Al día de hoy, están los que creen que el gobierno bosnio, en un ejercicio cínico similar, bombardeó a sus propios ciudadanos en un mercado en Sarajevo, en la guerra civil en 1995 para obligar a Occidente a intervenir contra los serbios.
Con independencia de quién fue el responsable del ataque a la ciudad turca de Akcakale, su efecto fue impulsar a los poderes occidentales a la acción, con la OTAN convocando a una sesión especial de emergencia para sus 28 miembros para condenar el ataque. El tono intransigente de la declaración de OTAN, que denunció las “flagrantes violaciones de la ley internacional” por parte de Siria, es música para los oídos de Erdogan, ya que el Primer Ministro turco pasó la mayor parte del año agitando una mayor intervención de Occidente en Siria. Aparte de alcanzar el cambio de régimen en Damasco, Erdogan sostuvo que la crisis de los refugiados en la frontera turca, donde unos 80.000 sirios buscaron , es una razón irresistible para que los poderes occidentales jueguen un papel más activo para detener el derramamiento de sangre.
Pero antes que la OTAN se deje llevar por el compromiso de la defensa de Turquía, los líderes de la alianza harían bien en considerar las razones menos que altruistas de Erdogan para buscar un cambio en el modo en que es gobernada Damasco. En algunos barrios, el periodo de gobierno de 12 años de Erdogan, durante el cual el ingreso per capita casi se triplicó y el país fue re-establecido como poder regional, fue aclamado como un modelo de lo que un gobierno musulmán progresista puede alcanzar. Es por esta razón que, tanto Washington como Londres, instaron a la Unión Europea a reconsiderar su obstructivo manejo de la solicitud de Turquía como miembro de pleno derecho.
Pero contra la impresionante trayectoria económica de Erdogan debe colocarse su estilo de gobierno cada vez más autoritario, con políticos y periodistas que, de manera regular, son encarcelados por criticar sus políticas y su deseo de construir alianzas con gobiernos islámicos radicales. Antes que la reciente ola de levantamientos árabes golpeara a Medio Oriente, el foco principal de Erdogan fue desarrollar mejores relaciones con los ayatolas en Teherán. Fue forzado a abandonar su política recién cuando fue claro que ya no podía tolerar la supervivencia del régimen de Assad, que solo pasó a ser el aliado regional más importante de Irán. Para compensar, Erdogan hizo un punto de amistad con Mohammed Morsi, el presidente egipcio, cuya Hermandad Musulmana surgió, hace poco, como la victoriosa del brote de disturbios en Egipto. Como Morsi, el líder turco estaría contento de ver a la Hermandad Musulmana en Siria surgir como los eventuales victoriosos de la crisis en ese país, un acontecimiento que llevaría al establecimiento de una red de gobiernos islamistas- un arca sunnita- desde las costas del Norte de África a las del Mediterráneo oriental.
Es altamente cuestionable si tal resultado beneficiaría a los intereses de Occidente. Y con el parlamento turco ayer aprobando una media que otorga, a Erdogan, “luz verde” para invadir Siria, los líderes de la OTAN deberían cuidarse de no involucrarse en un conflicto que solo contribuya a promover la agenda islamista de los líderes turcos.
Att. CIDIPAL
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