Los palestinos rompen una barrera al disparar a los centros neurálgicos
Jana Beris
ElUniversal.com.mx
FIESTA. Pini Modlwitz (con camisas a cuadros) celebra sus 40 años, con sus familiares y amigos, en un refugio antimisiles en Tel Aviv. Todos los albergues municipales fueron abiertos para proteger a la población de ataques palestinos. (Foto: ABIR SULTAN / EFE )
El disparo de misiles desde la Franja de Gaza hacia el sur de Israel comenzó hace más de 11 años. A la sensación de peligro que cada alarma trae consigo, se sumaron estos días las ciudades de Tel Aviv y Jerusalén, cuando los radares de alerta captaron que cohetes lanzados desde Gaza estaban en camino hacia ellas.
El jueves y el viernes hacia Tel Aviv y ayer, una vez por ahora, a Jerusalén. En ninguno de los dos casos hubo impactos en zonas habitadas y por ende tampoco víctimas mortales. Pero en ambas partes recordaron las alarmas que sonaron en 1991, durante la guerra en el golfo Pérsico. Hace unos años, en medio de otra confrontación palestino-israelí, un fotógrafo extranjero comentó a un colega local: “Esto es increíble… Israel es el único país del mundo en el que puedes pasar el día en el frente cubriendo la guerra y de noche, puedes cenar con tu familia tranquilamente en Tel Aviv”.
La frase refleja una realidad. Dado que en los últimos años, diferentes zonas del país fueron atacadas (el norte por Hezbolá desde Líbano o el sur por Hamas y otros grupos palestinos desde Gaza), más allá de que la preocupación puede sentirse a nivel nacional, la amenaza directa se percibe como más localizada. Los atacados solían quejarse, o al menos comentar en tono crítico, que mientras ellos se la pasaban corriendo al refugio, en el resto del país todo seguía “como si nada”. Especialmente exigente era el tono usado con relación a Tel Aviv, una ciudad con una imagen de eterno movimiento y vida intensa. “La ciudad que nunca se detiene”, suelen llamarla los israelíes. Los críticos cuestionaban el que la ciudad pareciera sólo preocupada por sus intereses, por sus conciertos y la playa, y supuestamente indiferente a lo que sucedía en otros sitios.
La crítica es injusta. Tel Aviv ha sufrido, y no poco, en las distintas facetas del conflicto árabe-israelí. En la guerra de independencia (1948) fue bombardeada por Egipto. En la primera guerra del golfo Pérsico, Tel Aviv y los alrededores fueron blanco de 39 misiles Scud lanzados por Saddam Hussein. Durante la segunda intifada fue escenario de numerosos atentados suicidas en autobuses, restaurantes, cafés y discotecas de la ciudad.
Pero ese empuje de seguir adelante aún en medio de la adversidad, de no sumirse en la guerra cuando ésta se desarrolla lejos, quizás sea un recurso emocional para mantener la cordura… y no una señal de que funciona lejos de la realidad.
Respecto a Jerusalén, nunca se oyeron “quejas” explícitas. Quizás por su imagen más tranquila y por haber quedado asociada con mútiples atentados suicidas durante la segunda intifada. Ayer, aunque numéricamente no hay punto de comparación con la situación en el sur de Israel por un lado y Tel Aviv y Jerusalén, por otro, la población de una y otra zona corría en principio la misma suerte.
“La noche del jueves fue muy dramática, ya que hacía 20 años que no habíamos vivido algo así”, comentó Eytan Schwartz, asesor del alcalde de Tel Aviv Ron Huldai. “Pero al poco rato, en las calles se reanudaba el movimiento y los cafés volvían a estar concurridos”. Según Schwartz, Tel Aviv está preparada para el nuevo escenario. Pero un día después de la primera alarma se ordenó abrir los refugios públicos, aunque en la ciudad hay muchos edificios antiguos en los que no hay una pieza segura y ninguna garantía en caso de un ataque.
Haber logrado disparar hacia Tel Aviv y los alrededores de Jerusalén, fue un gran logro sicológico para la Yihad islámica y Hamas. Por un lado, por el largo alcance, pero más que eso, por el significado de las ciudades. Tel Aviv es el centro económico y cultural de Israel, foco neurálgico de una febril actividad comercial y tecnológica. Aunque el cohete dirigido a Jerusalén impactó un tanto al sur, en Gush Etzion, más cerca de una aldea palestina que de un asentamiento, la imagen que quedó es que se llegó a Jerusalén, la capital.
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