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| lunes diciembre 23, 2024

Hundan al Altalena


El primero de junio se firmó un acuerdo entre el primer ministro de entonces, David Ben Gurión, con las milicias armadas, que antes de la declaración de independencia defendían al asentamiento judío del acoso de sus vecinos árabes y de las autoridades del Mandato Británico. Dicho convenio derivó en la unificación de las distintas facciones en un único ejército nacional. Así fue como la Haganá, el Leji, el Palmaj y el Etzel entregaron sus armas y conformaron el Ejército de Defensa de Israel.

Haciendo caso omiso a este acuerdo, Menajem Beguin, comandante del Etzel, dirigió la llegada de un navío cargado de armamento. El barco «Altalena» (seudónimo literario de Jabotinsky, ideólogo del revisionismo judío) llegó a las proximidades de Tel-Aviv, con un cargamento de armas adquiridas por el Etzel en Europa y 900 inmigrantes.

Ante la negativa de la entrega de armas al ejército israelí por parte de Beguin, Ben Gurión tomó la determinación de hundir el barco. La misión le fue encomendada al entonces Teniente Coronel Itzjak Rabin, quien efectivizó el hundimiento del “Altalena”, dejando un saldo de 16 muertos del Eztel y 3 del Tzahal.

“No se puede atropellar a un país” fue la exclamación de Ben Gurión ante el intento de perpetuar una milicia paralela por parte de Beguin, quien comprendió la magnitud del error cometido al enviar el barco cuando afirmó “El Altalena nos enseñó lo necesario que la lágrima reemplace a la sangre. A veces es preferible que alguien derrame lágrimas del corazón, antes que muchos lloren por eso”.

A pesar del rencor que este incidente produjo y la sangre derramada, que no evitará futuras discordias, quedó en claro que no se toleraría ninguna fuerza armada «disidente», garantizando el funcionamiento institucional del Estado de Israel. Estado en el que el ejército no tiene capacidad de decisión, acatando las resoluciones democráticas que determinan su accionar.

Sesenta y cuatro años después Israel tiene en ambos márgenes a la Autoridad Nacional Palestina que tienen su propio “Altalena” que hace rato arribó a sus costas y no se anima a hundirlo.

 

La única vía en la que Mahmud Abbas puede demostrar que la Autoridad Palestina tiene las condiciones para adquirir el status de Estado nacional es desarmando al Hamás, ejerciendo un real dominio de las fuerzas de seguridad, de modo tal que el permitan gobernar.

Estas organizaciones terroristas que accionan como ejércitos paralelos no sólo que no sirven a los intereses locales, ni tampoco responden a un interés pan-arábico que albergue una causa palestina nacional, sino que dependen de un móvil religioso. Y es principalmente Irán quien bajo el lema “divide y reinarás” se instala en una Autoridad Nacional Palestina diezmada, aprovechándose de su ubicación estratégica y amenazando así a Israel.

Cuando estos líderes se concienticen que no les queda otra alternativa que “hundir a su Altalena”, podrán gozar de una verdadera independencia.

 
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