Ana Jerozolimski
Semanario Hebreo. Uruguay
Hace exactamente 65 años, la Asamblea General de las Naciones Unidas votaba la resolución 181 que recomendaba la Partición de la entonces llamada Palestina en dos Estados, uno judío y otro árabe. El liderazgo sionista de entonces, encabezado por David Ben Gurion, aceptó de inmediato, a pesar de que la fórmula no era ideal, ni por la cantidad ni por la calidad del territorio incluido en las fronteras del futuro Estado, y a pesar de que Jerusalem quedaba fuera, como “corpus separatum” bajo control internacional.
El mundo árabe respondió con un rotundo “no”. No solamente rechazó la recomendada partición, sino que se lanzó a la guerra . El naciente Estado judío debió lidiar con la invasión de cinco ejércitos árabes regulares, que ya había sido precedida por innumerables ataques de las fuerzas irregulares de Fawzi el-Kaukji en el norte y otras bandas locales en diferentes puntos del país. Los árabes, que hoy tanto alegan que Israel “desobedece” resoluciones de las Naciones Unidas, mancharon de sangre aquella resolución 181. Dijeron explícitamente que no la acatarán..Pero no simplemente rehusando cumplir su significado político, sino tratando de eliminar por la fuerza al Estado judío que nació, por ello, en medio de la guerra.
El mundo árabe impuso así una tragedia a los palestinos, muchos de los cuales se convirtieron en refugiados por la cerradez y el odio de sus “hermanos”. Pero también los árabes locales, que hoy llamaríamos palestinos, tuvieron su parte de la responsabilidad. Probablemente no los civiles, no aquellos que simplemente vivían sus vidas y luego la vieron trunca en medio de la guerra..pero sí su liderazgo, el nefasto liderazgo del Muftí de Jerusalem Hajj Amin el-Husseini.
El liderazgo “palestino” de entonces no fue una mera víctima de las malas decisiones de la Liga Árabe. El Muftí se veía como socio de Hitler y llamaba al exterminio de los judíos también por Radio Berlín…
Los palestinos no han tenido mucha suerte con sus liderazgos. Yasser Arafat, que dirigió los destinos de su pueblo durante unos 40 años, era visto por los palestinos como el padre de la nación, un líder adorado por muchos, el único que la mayoría del pueblo conocía. Cuando murió, muchos lloraron. Pero por más que haya colocado el tema palestino en las tribunas internacionales, consideramos hasta hoy que otro debería haber sido el rol de quien quiere el bien de su pueblo. Las energías que dedicó al terrorismo claro que dejaron presente el tema palestino en la arena mundial, pero consideramos que demoraron una verdadera solución. Siempre pensamos que de no ser por el terrorismo, los palestinos hace tiempo que tendrían su Estado.
El Presidente Mahmud Abbas y el Primer Ministro Salam Fayyad trajeron un estilo nuevo, distinto, que se declaraba favorable al diálogo y la negociación, que decía “no” a una solución por la fuerza y “no” al terrorismo. Abbas no es Arafat, por más discrepancias que Israel tenga con él.
Pero creemos que ahora, por más que en Ramallah salgan hoy a festejar por la mayoría que conseguirán en la Asamblea General de las Naciones Unidas al solicitar ser reconocidos como Estado no miembro de la ONU, Abbas se está equivocando. Conseguirá una gran victoria diplomática y política, colocará sin duda a Israel en una situación embarazosa ..Pero no estará aportando a la paz.
Los discursos de representantes oficiales palestinos, podrán repetir una y otra vez que con el apoyo al reconocimiento del Estado palestino, se está aportando a la paz, ya que sin un Estado propio, los palestinos nunca podrán vivir en paz con sus vecinos. Pero con ello no podrán cambiar el hecho que están consiguiendo reconocimiento como casi Estado, no en un marco de negociación sino a través de un paso unilateral, de una votación en un organismo donde saben que tienen mayoría automática.
El principio sagrado del diálogo como vía de entendimiento entre los pueblos, no es respetado aquí. Cuando Sudán del Sur fue reconocido como Estado miembro de la ONU hace no tanto, eso fue corolario de un proceso negociador y un acuerdo entre dos partes enfrascadas hasta poco antes, en una cruenta guerra. Acá, en el tema palestino, se hace todo al revés. Primero se reconoce y luego se manda a negociar…
O ni siquiera eso.
Toda la gran presencia internacional que dará a los palestinos motivos para sentirse hoy en un día de fiesta, habría hecho un verdadero aporte a la paz entre palestinos e israelíes, si hubiera dedicado tantas energías a otra cosa: a impulsar negociaciones, a dejar en claro a ambas partes que esa es la única opción.
Sí, que presionen a Benjamín Netanyahu en el tema de los asentamientos, para que no cree más hechos consumados en el terreno en disputa. Pero que presionen no menos a los palestinos a dejar de dar vueltas y poner condiciones, y a volver a las negociaciones que hace años rehúsan mantener con Israel.
Al apoyar el paso unilateral en la ONU hoy, mientras en la Franja de Gaza gobiernan los terroristas de Hamas, las Naciones Unidas y todos los que votan a favor, están tratando de imponer a Israel una situación en la que tiene en dos de sus fronteras Estados palestinos. Uno, armado hasta los dientes, al sur, en Gaza, que declara abiertamente que no reconoce su derecho a existir. Otro, al Este, en Cisjordania (Judea y Samaria), un Estado inexistente en la práctica pero sí en la política, cuyo liderazgo vende a su población un sueño irreal en lugar de prepararla para conducir negociaciones con su vecino y enemigo Israel, explicándole que en esas negociaciones, exigirán mucho a los israelíes, pero entienden que también tendrán que dar.
Siempre defendimos la idea de un Estado palestino. Es bueno que lo tengan, para la dignidad de los palestinos, para su presente y su futuro..para su posibilidad de convivir en paz con Israel.
Pero no así.
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