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| domingo diciembre 22, 2024

Israel como producto informativo


Marcelo Wio

Para Porisrael.org

media

En lo que al conflicto palestino-israelí respecta, nos encontramos ante una inundación “informativa” que no ofrece lo esencial de sus causas ni los datos que permitirían la lector formar una imagen acabada y global sobre el mismo. Las noticias son una succión de sucesos que parecen explicarse por sí mismos. Pero no lo hacen.

El resultado de esto, parecería provocar una demanda creciente del “producto Israel” en el lector. Como si Israel fuese un caso único en el mundo, un estado que merece ser resaltado por encima de los otros, la mayor parte de las veces, de manera negativa.

Así, se imponen un cierto conjunto de ideas y supuestos (que se dan por hechos consumados por una “mayoría” – la “comunidad internacional” -, como si esto fuese un argumento suficiente o veraz). El desenlace lógico: un amplio porcentaje de los lectores termina por acostumbrarse e incorporar esta presentación de la realidad, “confirmando” (y conformado) a esa “mayoría”.

A esto hay que sumar que gran parte de la información está, en realidad, formada por datos no contrastados, hechos sin contexto, meras opiniones de carácter ideológico y un gran caudal de emotividad que impide la reflexión seria. El producto evidente es la generación de reacciones desprovistas de efecto crítico, que contribuyen a retroalimentar la demanda del “producto Israel”. Un ciclo consumado y centrífugo.

Un componente de este ciclo, sin duda alguna, es, más allá de los errores o inexactitudes, la falta de contexto que suele imperar en las noticias que abordan el conflicto palestino-israelí (esta falta de marco, permite que los supuestos y los errores se transformen en hechos incontestables).

Es cuestión de contexto

La Dra. Claire Farrer, del Departamento de Antropología de la Universidad Estatal de California, sostiene (Comment, Current Anthropology) que los datos de la realidad pueden comprenderse como un producto de la perspectiva basado en relaciones de causa y efecto o de estímulo y respuesta, o a través de una ‘orientación procesal’ que se centra en el contexto, la interpretación y el proceso de desarrollo del significado.

Por su parte, el también antropólogo Paul Shankman, profesor de la Universidad de Colorado, apunta que el mismo hecho de que la compresión (o entendimiento) subjetivo difiera dependiendo del contexto, revela que las condiciones contextuales objetivas pueden influir en los significados subjetivos.

Es decir, que el contexto es esencial para la compresión de un hecho.

Tal vez un punto interesante para comenzar a elaborar el contexto sería preguntarse ¿qué causó el hecho? Esta pregunta no admite interpretaciones, sino que exige buscar los precursores factuales de un evento, y ello implica buscar y contrastar datos, evaluar la confiabilidad de las fuentes (conflictos de intereses, contradicciones, posicionamiento y relación respecto del hecho del que dan cuenta), la calidad de la información (¿está la fuente repitiendo en realidad algo de segunda o tercera mano?, por ejemplo; ¿cuál es la fuente inicial? ¿Es o no errónea?). ¿La fuente está contando algo que sabe, o algo que cree que sabe? ¿Es realmente información, o se trata de una mera opinión no fundamentada en datos de la realidad o en datos incompletos?

Wendy D. Roth y Jal D. Mehta, de la Universidad de Harvard (The Rashomon Effect, Combining Positivist and Interpretivist Approaches in the Analysis of Contested Events), muy acertadamente señalaban que una información es exagerada cuando la naturaleza de un evento perpetúa la divergente y, a menudo, contradictoria descripción de los eventos.

¿La información que se está presentado, está divergiendo de la realidad de los hechos?, sería, entonces, una pregunta válida que los periodistas y los editores deberían hacerse.

Sobre todo, teniendo en cuenta que la naturaleza emotiva del conflicto árabe-israelí magnifica este problema, lo que afecta directamente a la calidad de la información.

Atención: las fuentes

Los propios Roth y Mehta, dicen que la comprensión subjetiva de los individuos puede estar influenciada por una realidad objetiva que, si bien es difícil de discernir, es potencialmente cognoscible. Bajo este esquema, proponen, es posible aceptar que existen tanto una verdad objetiva de los eventos factuales (los hechos) y múltiples miradas subjetivas de la verdad que termina por revelar mucho de la cosmovisión y perspectivas de aquellos que las sostienen.

Así, es necesario conocer los intereses creados de las fuentes. Muchas fuentes conocen la audiencia potencial del artículo y saben utilizar al medio para hacerles llegar a los lectores su mensaje.

Como las opiniones personales, las miradas subjetivas y los intereses personales inevitable moldearán la información que una fuente ofrezca, es preciso:

  1. Contextualizar sus declaraciones (antecedentes): explicar quién es la fuente, ¿tiene una agenda política? ¿Cuál es? ¿Cuál es la fuente de su conocimiento?  ¿La versión que ofrece se basa en evidencia circunstancial o en un conocimiento concreto? ¿A qué organización, grupo, dependencia, etc, pertenece? ¿Qué representa dicha organización, etc.? ¿Ha hecho declaraciones en el pasado relacionadas con el tema? ¿Y de otros similares? ¿Tiene algún sesgo?

Es preciso presentar información de fondo que permita reconocer más fácilmente posibles sesgos.

  1. Cotejar la información: utilizar diversas fuentes (diversos puntos de vista), cotejar la fuente en el marco del contexto específico. 

Muchas de las fuentes repiten palabra por palabra afirmaciones anteriormente hechas por otros consultados. Esto es especialmente notorio en los miembros de ONG muy politizadas y de “funcionarios” del gobierno de Hamas. John Le Carré le hacía decir a uno de los personajes de su novela La chica del tambor: “Los voluntarios se bastan a sí mismos para convencerse”. Pero que un medio preste el podio para que convenzan al público lector, es una cosa bien distinta.

El periodista y el editor, deben filtrar muy bien lo que se les “vende”. Si uno compra una vez “pescado podrido”, la culpa es del vendedor; si lo compra muy seguido, la culpa es de uno mismo.

Y es que el hecho de que estas afirmaciones se reproduzcan en múltiples oportunidades, no es argumento para que dicha versión sea más sólida o menos falaz. La mayoría no es una razón. Es una estadística sin números. La mayoría creía que la tierra finalizaba más allá de Europa o que la Tierra era el centro del universo.

Por otra parte, lo que a priori parecen múltiples observaciones, son, propiamente, múltiples manifestaciones de una misma observación o punto de vista. El problema reside en que, si una versión particular está lo suficientemente extendida y aceptada, la credibilidad de la misma no precisa de evidencia. Por tanto, no habrán más que escasas voces, ahogadas por el consenso, para señalar lo contrario; y el periódico no se enfrentará a posibles demandas (“todos” lo hacen, lo publican) ni a disminuciones en su público lector.

De estilos y de éticas

¿Se puede tomar por válida y sin cotejar, únicamente la declaración de un voluntario de una  ONG, que está en contra de los asentamientos israelíes, sobre los propios asentamientos? ¿Sabe ese voluntario sobre derecho internacional? ¿Conoce los distintos puntos de vista que hay sobre los asentamientos entre expertos en derechos internacional (entre ellos varios jueces y ex jueces de la Corte Internacional de Justicia)?¿Carga contra Israel? ¿Conoce las resoluciones 242 y 338 sobre el Consejo de Seguridad de la ONU? ¿Y el contenido sobre construcción de los Acuerdos de Oslo?

Si ninguna de estas preguntas es afirmativa, ¿qué aporta su declaración? ¿O sólo repite lo que dijeron otros antes que él? ¿Apela a la emoción? ¿Por qué, se la está publicando, entonces? ¿Qué mensaje pretende dar el periodista a través del voluntario? ¿El medio está de acuerdo?

¿Debe publicarse lo ambiguo y controversial sin que haya al menos dos o tres fuentes (que abarquen visiones distintas) que apoyen de manera adicional la información?

¿Por qué, si los textos de resoluciones y acuerdos están al alcance de todos, rara vez se los cita? (Se los nombra, pero sin citarlos; y muchas veces pervirtiendo su sentido). ¿Por qué si hay gran cantidad de material académico y jurídico sobre el conflicto árabe-israelí, nunca se recurre al mismo para brindarle al lector material adicional que lo ayude a comprender de manera integral el tema del que se informa?

 

La pirámide invertida

Las fuentes (en general, fuente) israelí suele estar confinada al final del artículo, donde la atención del lector se diluye. Esta priorización de la información no dice mucho para el lector medio, que, desprevenido, se adentra en el artículo.

Por otra parte, y de manera generalizada, la fuente israelí no suele echar luz sobre la visión alternativa (en el mejor de los casos suele ser una declaración neutra, del estilo: “Netanyahu confirmó que construirán X viviendas en Jerusalén”) al hecho del que se informa; sino que se utiliza como una forma de “balance” informativo obligado: es sólo una declaración puntual inserta en un marco donde los errores y los sesgos  le marcan al lector el camino cognitivo e interpretativo que debe seguir. Así, la fuente israelí no balancea, sólo cumple un requisito menor, para la presentación de la “verdad” de la “comunidad internacional”.

Pero la verdad no es relativa ni mucho menos. Lo relativo es el acercamiento que se hace a ella desde diversos puntos de vista e intereses. Un mero recuento de declaraciones no es ilustrativo de la verdad; puede permitir conocerla, siempre y cuando no se la deforme y se presente a medias, y se presente un cúmulo de declaraciones símiles. Pero lo que seguramente nos permitirá conocer un recuento de declaraciones sin las creencias un opiniones de las fuentes.

De esta manera, es dable preguntarse ¿cuántos artículos terminan, en definitiva, informado sobre opiniones y no sobre un tema dado? Es decir, ¿cuántos artículos terminan por reproducir el imaginario colectivo creado alrededor del conflicto palestino?

Fuente y difusión: www.porisrael.org

 
Comentarios

No se si oyen mis aplausos desde Sefarad.

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