Gerardo Stuczynski
Luego de leer noticias, comentarios y opiniones sobre las últimas elecciones en Israel considero necesario expresar un punto de vista que parece no ser el más difundido: las elecciones las ganó el partido ganador.
En efecto, el partido gobernante Likud, con 31 bancas fue el partido más votado, con muchos más escaños que su inmediato seguidor. Sin embargo, la mayoría de los análisis políticos se han centrado en resaltar la performance de quien salió en segundo lugar y en otras consideraciones.
La sociedad israelí está tan fragmentada y su sistema político tan dividido, que no hay una única interpretación válida de los resultados ni una única lectura de lo que el pueblo en forma democrática expresó.
Así que a continuación voy a exponer la mía. El resultado electoral que obtuvo el Likud, si bien no refleja las máximas aspiraciones de sus dirigentes, es una victoria categórica e irrefutable. Y lo es por distintos motivos.
Cuando Netanyahu estrechó su alianza con Liberman, conformando entre ambas agrupaciones políticas, ya socias en el gobierno, una lista única, muchas circunstancias aún no se habían dado.
La primera de ellas, no cronológicamente, pero sí en orden de importancia es que el líder de Israel Beiteinu, Avigdor Liberman, no había tenido aún la necesidad de renunciar a su cargo ni más ni menos que de canciller de Israel, por denuncias de corrupción.
Sin introducirme en temas judiciales, no es lo mismo que el carismático líder y fundador de un exitoso partido participe como Ministro en la contienda electoral, a que deba resignar su responsabilidad en el gobierno por denuncias.
Cuando los analistas suman los escaños obtenidos en las elecciones anteriores por ambas agrupaciones, Likud 27 e Israel Beiteinu 15, entienden que si la alianza entre ellos obtuvo menos de 42, es una derrota. Sin embargo, ¿alguien piensa que luego de la situación personal de Liberman, su partido podría haber sacado 15 mandatos si se presentaba solo? Evidentemente Israel Beiteinu no aportó a la lista ganadora 15 mandatos.
Pero hay más razones que explican por qué no era tan atractivo escoger al Likud.
Según todas las encuestas anteriores el 80% de los ciudadanos tenía la plena convicción, más allá de sus preferencias personales, que Netanyahu sería el próximo Primer Ministro.
Sin duda que esto obró como un desestímulo para votar por él, dado que ya todos sabían que iba a ser nuevamente el jefe del gobierno. De esa manera, con la “tranquilidad” de una conducción responsable, los ciudadanos pudieron expresar libremente sus preferencias personales, sea su tendencia religiosa, origen étnico, sensibilidad social, etc.
La oposición se presentó muy dividida y sin contar con una o un líder carismático capaz de disputarle el liderazgo del país a Bibi. Por eso, la población consideró que no era eso lo que estaba en juego y que la opción que debía hacer no era tan dramática.
Tampoco Netanyahu conocía al momento de forjar su nueva lista de unidad, que en las elecciones internas del Likud, grandes figuras del partido como Dan Meridor y Benny Beguin, quedarían lejos de ubicaciones relevantes. Tampoco podía prever la deserción a cualquier cargo elegible del Ministro de Bienestar Social Moshe Kajlón, el más popular de su gabinete.
En noviembre, ante la escalada de misiles disparados por Hamás desde la Franja de Gaza, Israel debió responder los ataques con una acción militar. El presidente de Estados Unidos se apresuró a intervenir para poner fin a las acciones bélicas e instó al presidente de Egipto Morsi a actuar como mediador y garante del cese al fuego. Dada la importancia estratégica de Egipto, un país muy poderoso militarmente gracias a la ayuda norteamericana, con un tambaleante acuerdo de paz con Israel y una ideología hostil del presidente y del partido gobernante Hermanos Musulmanes, afín a Hamás, Israel no podía negarse ni dilatar el fin de las hostilidades.
Una gran parte de la población entendió sin embargo que en sólo una semana no se pudo logar el objetivo de disminuir significativamente el arsenal de armas y misiles que apuntan a Israel, por lo cual no quedó conforme con lo actuado por el gobierno.
Y hablando de presiones externas, debo referirme por último, al impacto que tuvieron las declaraciones del presidente de Estados Unidos Barack Obama en la campaña electoral. En efecto, el columnista Jeffrey Goldberg publicó la opinión expresada por Obama acerca de que Netanyahu estaba llevando a Israel al aislamiento internacional.
Las expresiones del presidente norteamericano fueron más que contundentes: “El comportamiento israelí es una amenaza a largo plazo para su supervivencia”, “Israel no sabe que es bueno para sí misma”. Y la frutilla de la torta: “Me acostumbre a la auto-destrucción por parte de Israel”.
Una vez conocidos estos comentarios, tuvieron un efecto inmediato en las encuestas de opinión, disminuyendo el Likud de 35 mandatos a 32.
No es la primera vez que Estados Unidos interviene en los asuntos internos de Israel e intenta influir decisivamente en las elecciones.
El ejemplo de injerencia más importante tuvo lugar en 1992 cuando el entonces presidente de Estados Unidos George W. Bush condicionó una garantía de 10.000 millones de dólares a que Israel actuara según su voluntad. Ese dinero estaba destinado a la absorción de la ola inmigratoria de los judíos provenientes de la ex Unión Soviética. El entonces Primer Ministro Shamir, (también del Likud) se rehusó, lo que le costó las elecciones que perdió ante Itzjak Rabin.
Por tanto, es cierto que la performance de muchos partidos ha sido exitosa. La extrema izquierda, Meretz duplicó sus bancas y obtuvo 6. El laborismo casi duplicó sus mandatos, obteniendo 15. El sionismo religioso dio un salto espectacular a 12 (me niego a denominarlo “derecha ultranacionalista” como lo hace la prensa, porque es además de equivocado, ofensivo) y Iesh Atid de Yair Lapid, un partido centrista nuevo, fue la sensación obteniendo 19 mandatos.
Pero dadas las circunstancias que conspiraron para impedir una abrumadora victoria del oficialismo, todas ajenas a la voluntad de su candidato y teniendo en cuenta que el Primer Ministro continuará siendo Netanyahu, él y el Likud fueron los grandes triunfadores de las elecciones.
Difusion: www.porisrael.org
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