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¿Son los “asentamientos” israelíes el obstáculo para la paz? (I Parte)


Marcelo Wio

29 de Enero de 2013

Harry Reicher jurista y académico australiano, experto en derechos humanos, observaba en un artículo del 20 de enero de 2010, publicado por el Jerusalem Post, que hay algo acerca del conflicto árabe-israelí que «hace que la gente haga cosas extrañas. Incluso personalidades que, por lo demás, son distinguidas y que en cualquier otro contexto son racionales y pensadores sensibles, se vuelven irreconocibles».
Los periodistas, está visto, no están exentos de ese extraño conjuro. Los diplomáticos y cooperantes de las ONG, tampoco.
Así, a partir de la lectura de la mayoría de los medios en español, es fácil arribar a la conclusión apresurada y simplista de que el impedimento para la paz son los «asentamientos» israelíes o judíos en «los territorios ocupados». Ningún argumento ni ninguna contextualización. La mera repetición y la invocación a la mayoría que habla sin hablar: «la comunidad internacional».
Pero, ¿es realmente así?
Jeffrey Helmreich, teórico del derecho, concluye (Diplomatic and Legal Aspects of the Settlement Issue, Enero de 2003) que:
«Cisjordania y Gaza son territorios en disputa, y no ocupados; y tanto israelíes como palestinos ejercen reclamos legítimos e históricos. Nunca existió una soberanía palestina ni en Cisjordania ni en Gaza antes de 1967… El territorio de Cisjordania y Gaza fue capturado por Israel en una guerra defensiva, que en este siglo fue un medio legal para la adquisición de territorio.»
Y explica que:
«…el acuerdo de paz alcanzado por Israel y los palestinos en Oslo, junto con el Acuerdo Provisional de 1995, permiten el crecimiento de los asentamientos así como el crecimiento – y la creación – de comunidades palestinas en los territorios disputados. Los palestinos adquirieron los derechos para la planificación y la división por zonas en el área A; en tanto que Israel retuvo los mismos derechos en área C, donde los asentamientos estaban localizados. El estatuto jurídico se debía alcanzar y decidir sólo en las negociaciones de estatus finales que, lamentablemente, nunca ocurrieron. Hasta que este punto sea alcanzado, el crecimiento de asentamientos [en el área C] permanece dentro del alcance legal de los Acuerdos de Oslo».
Por su parte, Dore Gold (From «Occupied Territories» to «Disputed territories», 2002), ex diplomático israelí y actual presidente del Jerusalem Center for Public Affairs, añade que, además, bajo la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU, se espera que Israel se retire únicamente de «territorios» a unas «fronteras seguras y reconocidas», y no de «los territorios» o de «todos los territorios» capturados durante la guerra de los Seis Días.
(Sobre este tema véase: La «legalidad internacional» (siempre) señala a Israel, Algunas aclaraciones sobre los «asentamientos» y la «ocupación»).
Entonces, ¿cuál es el verdadero obstáculo para la paz?
Rick Hollander y Gilead Ini en su monográfico Indicting Israel, New York Times Converage of the Palestinian-Israeli Conflict (CAMERA) indican que los diplomáticos involucrados en la mediación del conflicto palestino-israelí, señalan que un obstáculo significativo para la paz es la negativa del liderezgo palestino a preparar a su pueblo para la coexistencia con un Estado Judío permanente en Medio Oriente. Hecho que ha sido ignorado por la mayor parte de los medios.
Un periodismo serio y equilibrado debe aspirar a exponer a los lectores a opiniones equilibradas sobre temas controversiales como el proceso de paz, los llamados «asentamientos», la mal denominada frontera de 1967 (Línea de Armisticio de 1949); así como la incitación al odio por parte del liderazgo palestino, su glorificación a la violencia y al terrorismo y el adoctrinamiento en el rechazo al «otro». La cobertura unilateral es sencillamente inaceptable. Y el periodismo activista, simplemente no es profesional.
Máxime, cuando las evidencias saltan a la vista.
Entre los hallazgos realizados por Arnon Groiss, en su estudio Palestinian Textbooks, From Arafat to Abbas and Hamas, se señala un punto fundamental:
«… la ausencia de una abierta promoción de la paz con el adversario, incluso cuando el mismo proceso de paz está siendo discutido. En su lugar, los libros de texto se centran en la lucha violenta por la liberación contra la ocupación, la medida de la cual nunca se especifica. Por el contrario, del establecimiento del Estado de Israel en 1948 se describe en los libros de textos como una ocupación de Palestina y se hacen grandes esfuerzos por presentar a las ciudades, regiones y sitios [israelíes] dentro de las fronteras anteriores a 1967 como palestinas, dejando una fuerte impresión – seguramente entre los estudiantes – de que la lucha contra la ocupación israelí no finaliza en las fronteras de Cisjordania y Gaza».
En tanto, Palestinian Media Watch, organización que monitorea los medios de comunicación palestinos, asegura que la Autoridad Palestina, desde cualquier plataforma posible, rechaza de manera repetida el derecho de Israel a existir, presentando el conflicto como una batalla religiosa para el Islam.
Manipulación de la HistoriaMurray Edelman, politólogo estadounidense, apunta (Constructing the Political Spectacle) que los pueblos, al construir los enemigos y las tramas narrativas que definen su lugar en la historia, están, también, manifiestamente definiéndose a sí mismos y su propio lugar en la historia; y, además, que la auto-definición le otorga pasión a toda la obra. También subraya que definir al otro como «malvado», es, en definitiva, definirse a uno mismo como «virtuoso».
En tanto, el profesor en Estudios de Medio Oriente en la Universidad de Haifa, David Bukay, por su parte, advierte que la construcción nacional a menudo involucra la invención de mitos fundacionales, aunque estos requieren una cierta relación con los hechos históricos, por tenues que sean. Y explica que:
«Los líderes palestinos, bajo el liderazgo de Yasser Arafat y sus sucesores, adoptaron diferentes caminos: hurtar la herencia, la historia y los valores del enemigo, negando de esta manera su legitimidad como pueblo y como estado. Los objetivos palestinos son descalificar la posición histórica de Israel y heredar sus pertenencias mediante la deslegitimación e incluso la deshumanización de su identidad nacional y su personalidad. La Historia demuestra que, cuanto mayor la mentira, y cuanto más común es su reiteración, esta es más aceptada como auténtica y genuina».
Así, para Bukay, la reescritura de la historia de la Tierra de Israel, el borrado de la historia judía y el reemplazo por una historia palestina inventada, son el objetivo central de la Autoridad Palestina. Una historia que ignora toda la documentación histórica y los métodos de investigación histórica.
Negar la historia del «otro», ¿no acaso es un impedimento para la paz?
Para los medios, aparentemente, no. 
Un artículo de Palestinian Media Watch sostiene que:»Los académicos de la Autoridad Palestina aseguran que los palestinos, los árabes y los musulmanes habitaban la Tierra de Israel en tiempos bíblicos e incluso anteriores. Estas ficciones son históricamente imposibles, ya que el nombre, ‘Palestina’- acuñado por los romanos recién en el 610 de la Era Común – fue colocado en lugar del de Judea/Israel; y los árabes recién llegaron con la invasión musulmana en el 637 de la Era Común.»
Así, Mahmoud Abbas puede decir (Televisión palestina de Al-Fath TV, 14 de mayo de 2011.):
«Le dijimos [a Netanyahu], cuando afirmó que los judíos tienen un derecho histórico que se remonta hasta el 3000 Antes de la Era Común, le dijimos que la nación de Palestina, en la tierra de Canaán, tiene 7000 años de historia. Esta es la verdad que debe ser dicha: Netanyahu, ustedes son historia incidental. Nosotros somos el pueblo de la historia. Somos los dueños de la historia.»
Todo vale. Tanto, que la página web de la Embajada Palestina en Malasia publica que:
«Palestina es uno de los hogares más antiguos de la humanidad. Hay evidencia de que Palestina fue habitada casi 200 mil años atrás.»
Ficciones aparte, David Bukay subraya que no sólo la historia secular o el conocimiento científico, sino que ni siquiera la historia religiosa del Islam puede sostener estas aseveraciones:
«No sólo las escrituras islámicas reconocen las reivindicaciones judías únicas sobre la Tierra de Israel, sino que no hay referencia alguna a ningún pueblo palestino habitando en ninguna tierra llamada Filastin durante ningún lapso de la historia islámica hasta el siglo XX. El término Jund Filastin fue utilizado para describir a un distrito militar del Califato Umayyad y Abásida, y no tuvo ninguna significación étnica o nacional hasta el siglo XX.»
Aún así, esta es la «historia» que aprenden los niños palestinos. Arnon Groiss reproduce una cita del libro de texto de 5º Grado, Educación Nacional (2004, p. 30):
«Los orígenes del pueblo palestino son los cananitas, que inmigraron a Palestina desde la Península arábiga aproximadamente en el 3500 Antes de la Era Común».
Groiss, además, advierte que incluso los lugares sagrados judíos no son reconocidos y son presentados, en su lugar, como lugares sagrados musulmanes de los que se apoderaron los judíos:
«El intento de judaizar algunos de los sitios religiosos musulmanes, como la Mezquita de Abraham [Santuario de Machpelah, o Tumba de los Patriarcas] y la Mezquita de Bilal bin Rabbah [Tumba de Raquel]». (7º Grado, Educación Nacional (2001, p.55).
Otra táctica palestina, enumera Bukay, es apropiarse de lo cristiano. En este sentido, los líderes de la Autoridad Palestina definen a Jesús como un palestino que predicaba el Islam (¡el Islam surgió en Arabia durante el siglo VII de la Era Común!), negando así, no sólo la historia judía y la legitimidad cristiana, sino también fortaleciendo la «historia palestina antigua». Según esta narrativa, Jesús era un profeta musulmán y un shahid (mártir) del Islam. El primer mártir palestino.
En este sentido, Libertad Digital publicaba el 18 de diciembre de 2012 una noticia muy ilustrativa:
«La [felicitación navideña] de la misión diplomática de la Autoridad Nacional Palestina… [se refiere]a Jesucristo como ‘el Nazareno Palestino’…
Lo que [no tiene lógica] es que se defina a Jesucristo, como el ‘Nazareno Palestino’… por una sencilla razón: el nombre ‘Palestina’ no se usa hasta más de un siglo después: en el año 135 [de la Era Común] Roma da a toda la región el nombre de Provincia Syria-Palaestina, precisamente para borrar todo rastro de presencia hebrea en la que antes era llamada Judea.»
Esta apropiación y reescritura históricas son el producto de una decisión política. La prueba: el ministro de Asuntos Religioso de la Autoridad Palestina, Mahmoud Al-Habbash declaró el 15 de enero de 2013 que toda Jerusalén y el Muro Occidental (Muro de los Lamentos) son «derecho de los palestinos», ya que «ninguna persona, aparte de los musulmanes, lo utilizó [al Muro] como lugar de culto a lo largo de toda la historia, hasta que la ominosa Declaración Balfour fue emitida en 1917».
Es decir, negó la existencia misma del Templo judío en Jerusalén.
Algo que, por otra parte, ya había hecho Yasser Arafat durante la Cumbre en Camp David en 2000. El líder palestino le dijo al presidente Bill Clinton que:
«El Templo de Salomón no estaba en Jerusalén, sino en Nablus».
Una vez que se ha suplantado al «otro» en la historia, es fácil negarle toda legitimidad. ¿Qué legitimidad puede tener lo que no ha existido, lo que no existe?
El Instituto Gatestone reprodujo extractos del discurso de Shelby Steele – especializado en el estudio de relaciones interraciales y multiculturalismo – en la conferencia Los peligros de la Intolerancia Global: La ONU y Durban III.
Steele dijo en esa oportunidad que las «verdades poéticas» son maravillosas, porque ningún hecho ni la razón las pueden penetrar. Y sostenía que los medios de comunicación internacionales alimentan esta «verdad poética» y le confieren una suerte de gravedad que, de lo contrario, no tendría.
La otra verdad, la histórica, se deja ver cuando creen que nadie los escucha (sobre todo, en Occidente) o, directamente, cuando cuentan con el desinterés general de la prensa y las organizaciones occidentales. El 23 de marzo de 2012, Fathi Hammad, Ministro del Interior y Seguridad Nacional de Hamas, criticó a Egipto por la escasez del combustible en la Franja de Gaza. En un discurso emitido por el canal Al-Hekma, dijo, según transcribió MEMRI:
«Hermanos, la mitad de los palestinos son egipcios y la otra mitad son saudíes. ¿Qué son los palestinos? Tenemos muchas familias llamadas Al-Masri [‘egipcio’] , cuyas raíces son egipcias. ¡Egipcias! Pueden ser de Alejandría, El Cairo, desde Dumietta, desde el norte, desde Asuán y de Egipto. Somos egipcios. Somos árabes…».
Esto, claro está, lo puede decir ante una audiencia árabe. Como dicen otras muchas cosas para la audiencia palestina. Para occidente tienen a mano un discurso bien distinto.
Doble discursoJames Ettema, profesor de Comunicacióon en la Universidad Northwestern, en su ensayo Crafting Cultural Resonance: Imaginative Power in Daily Journalism, apuntaba que:
«El conocimiento académico convencional sostiene ahora que las noticias son realidades construidas dentro de marcos conceptuales que enfatizan ciertos hechos en tanto que suprimen otros, y así promueven ciertas evaluaciones morales y políticas mientras que obstruyen otras».
La realidad que se construye en Cisjordania (y en Gaza) para el consumo popular, difiere en mucho de la idea que los medios occidentales se han empeñado en retratar acerca del conflicto palestino-israelí (o árabe-israelí). Esto sucede debido a dos motivos principales: la negligencia o sesgo periodísticos, y el doble discurso del liderazgo palestino. Uno para consumo interno, en árabe, y otro, para las audiencias occidentales; cada uno de los cuales, contiene un mensaje muy distinto.
David Bukay mantiene que ante la comunidad internacional, los líderes palestinos enfatizan las ideologías post-colonialistas, post-modernistas y el multiculturalismo. Presentándose a sí mismos como víctimas del colonialismo sionista que les ha robado la tierra, en tanto expresan el deseo de establecer Palestina como un estado pequeño e incluso multicultural. Bukay amplía diciendo que:
«En Europa, donde el nivel de culpa y arrepentimiento sobre su pasado coloniasta es elevado, los palestinos presentan a Israel como el último remanente de la era colonialista y culpan directamente a Europa por la creación del Estado Judío. Israel es acusado de ocupar la tierra y de cometer genocido contra los palestinos.
[…]
En Estados Unidos, donde muchos siente culpa y remordimientos por el racismo histórico, los palestinos presentan a Israel como un estado racista, que los trata de la misma manera en que la gente de color fue tratada. Para los organizaciones de derechos humanos, Israel es un cruel ocupante que viola los derechos humanos y las libertades de los palestinos. En la opinión pública internacional, Israel es retratado como una sociedad opresora que perpetúa el extermino y la limpieza étnicas sistemáticas. Y a los Palestinos y otros Musulmanes, la perspectiva de un estado palestino es representada como la creación de otro orgulloso estado árabe o piadoso estado musulmán.»
De un lado de las palabras, son las víctimas; del otro, los que prometen venganza, los victimarios.
Así, se comprende que solo dos días después de que la ONU mejorara el estatus palestino ante ese organismo, según informó Nadav Shragai el 18 de enero de 2013, una canción fuese emitida en la radio palestina. La misma elogiaba los ataques terroristas suicidas contra israelíes, y los describía como actos islámicos dignos de alabanza:
«Nosotros somos las bombas, O pueblo… Las cabezas de los enemigos son cortadas. … No seas una madre triste; no llores por mi carne desgarrada… Hombres valientes están llamando a desafiar a la muerte. Alabamos (a Alá) y fuimos al martirio. Nos pusimos los cinturones de explosivos y depositamos nuestra confianza en Alá… Adelante, hombres, a los caminos de la fama.»
En tanto, Jonathan D. Halevi dio cuenta del discurso del 4 de enero de 2013, pronunciado por Mahmoud Abbas con motivo del aniversario del primer ataque armado de Fatah contra Israel. Halevi indicaba que Abbas había presentado una doctrina política radical en su alocución.
En su discurso, Abbas evitó toda mención a un compromiso histórico con Israel que pueda conducir a una resolución del conflicto. Tampoco mencionó la fórmula de tierra por paz, el establecimiento de un estado palestino junto a Israel, el reconocimiento de Israel o Israel como el estado-nación del pueblo judío. En su lugar, remarcaba Halevi, eligió enfatizar que Fatah no ha cambiado desde el día de su fundación, y que el pueblo palestino permanece en el camino de la lucha.
Halevi decía que:
«Abbas reforzó su mensaje de intransigencia con el compromiso con un llamamiento a continuar el camino de la lucha de anteriores líderes palestinos, mencionando al Mufti de Jerusalén, Hajj Amin al-Husseini, quien forjó una alianza con la alemania nazi; y los jefes de organizaciones terroristas directamente responsasbles del asesinato de miles de civiles israelíes, incluyendo a Halil al-Wazir Abu Jihad (Fatah), Sheikh Ahmed Yassin (Hamas), Abd al-Aziz al-Rantisi (Hamas), Fathi al-Shikaki (Yihad Islámica), George Habash (Frente Popular), Abu Ali Mustafa (Frente Popular), Abu al-Abbas (Frente de Liberación Árabe), e Izzadin al-Qassam (líder de la guerra yijad contra la comunidad Judía y los británicos en los 1930).»
Y, mientras Abbas iba en 2011 a la ONU (al Consejo de Seguridad) la primera vez para obtener el reconocimiento de estadidad dentro de las «fronteras de 1967», un miembro del Comité Central de Fatah, Abbas Zakki, le decía a la cadena Al Jazeera (23 Septiembre 2011):
«El acuerdo se basa en las fronteras del 4 de junio [de 1967]. En tanto que el acuerdo es sobre las fronteras del 4 de junio, el presidente [Mahmoud Abbas] entiende, nosotros entendemos, y todos saben que es imposible realizar la idea inspiradora o el gran objetivo en un solo golpe. Si Israel se retira de Jerusalén, si Israel desaloja los asentamientos, 650.000 colonos, si Israel se retira de la valla (de seguridad) – ¿qué sucederá con Israel? Israel llegará a su fin. Si digo que quiero quitarlo de la existencia, sería grande, grande, [pero] es duro. Esta no es una política [declarada]. No se le puede decir al mundo. Puedes decírtela a ti mismo.»
Y el mundo, mirando para otro lado.
¿Siguen, a pesar de esto, siendo los «asentamientos» el obstáculo para la paz?

 
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