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| lunes diciembre 23, 2024

Israel y el mundo árabe


Egon Friedler

Periodista

PUBLICADO el Sábado 2 de febrero, 2013

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¿Cuál es el principal problema que agita al mundo árabe y musulmán? ¿Cuáles son los escollos que traban su acceso a la modernidad y a la estabilidad democrática? ¿Por qué una y otra vez esos países recaen en gobiernos autocráticos?

Un conocido periodista libanés últimamente ha tratado de encontrar una respuesta. Se trata de Talal Salman, fundador y editor jefe del diario “As Safir”, que se considera de izquierda independiente. El diario, fundado en 1974, tiene como slogan “El diario del mundo árabe en el Líbano y el diario del Líbano en el mundo árabe”.

Salman no es exactamente un moderado ni un partidario del sector más pro-occidental del espectro político libanés. Tampoco es un fervoroso partidario de la paz con Israel. Sin embargo, en su reciente análisis de las elecciones en el país judío reconoce que mientras este último ha sabido superar el problema del tribalismo, el mundo árabe es incapaz de encontrarle solución.

Vale la pena citar in extenso la parte principal del artículo: “La élite política árabe sin duda siguió con interés las elecciones en el ‘país enemigo’ y yo tiendo a creer que las elecciones probaron que algunos de sus miembros son más racistas que los partidos políticos en Israel”.

“Porque a diferencia del Líbano, el proyecto israelí logró crear un fuerte Estado centralizado que promueve un crisol para grupos judíos que vinieron de los cuatro rincones del globo. Estos judíos se unieron mediante la ciudadanía israelí, que es racista hacia los palestinos, y construyeron una sociedad fuerte”.
“En el Líbano, por otra parte, la élite política hizo lo opuesto, se dividió y fragmentó. Nuestra sociedad se ha convertido en un conjunto de sociedades enfrentadas entre sí, cuyas diferencias étnicas impiden la creación de una ciudadanía común”.

“Tomemos por ejemplo, las reuniones (…) referidas a la ley electoral libanesa. El contenido de estas discusiones es suficiente para destruir todo lo que une al pueblo libanés. Ellas anulan el concepto de ciudadanía libanesa y lo convierten en una ‘cuestión’ dependiente de los distintos grupos étnicos”.

“La élite política en el Líbano es responsable no solo por esta fragmentación, sino también por la división de la sociedad en clases y facciones, y la situación se vuelve más extrema con cada campaña electoral. De esta manera, los católicos se separan de los maronitas, los ortodoxos árabes-libaneses se diferencian de los ortodoxos armenios, los drusos difieren de los alawitas, etc”.

“De hecho, en el Líbano no hay ciudadanos. Más bien se trata de súbditos que pertenecen a diferentes grupos étnicos. Esta situación lleva a que los distintos grupos se odien a pesar de su pertenencia a la misma nación. En otras palabras, las elecciones democráticas en el Líbano se han convertido en un instrumento de división y de resquebrajamiento de la identidad común”.

“Esta situación también existe en otros países árabes desgarrados por guerras civiles. Estas guerras, como en el Líbano, se libran porque los líderes y las instituciones dominantes no comprenden que deben proteger la idea de un Estado civil antes de que hablen de progreso y de poder”.

“De esta manera, mientras destruimos la unidad política de nuestra empresa, nuestro enemigo israelí ha construido el país más fuerte de la región, que ha doblegado la voluntad de toda la nación árabe, integrándose con personas que habían sido ciudadanos de otros países”.

Sin duda, el análisis del periodista libanés es interesante, pero se queda corto. El sectarismo de los países árabes del Medio Oriente no se debe solo a los caprichos de las élites. Tiene profundas raíces en una cultura anclada en una religión del siglo VII refractaria a todo cambio, que legitima formas de organización social arcaicas superadas en el resto del mundo. Por otra parte, la idealización de la época y la vida del profeta Mahoma por parte de todos los sectores islamistas militantes, tanto sunitas como chiítas, necesariamente lleva a una actitud de alienación de la modernidad. Es la tribu contra el Estado, y en última instancia, es la tribu, la que se impone por su arraigo en el cuerpo social. A ello deben agregarse las profundas diferencias políticas derivadas de la división sectaria.

Por ejemplo, en todo análisis de la situación en el Líbano es imposible ignorar la gran lucha por el poder en el Medio Oriente entre la Arabia Saudita sunita y el Irán chiíta que se libra en el seno mismo de la sociedad libanesa. Pero el hecho esencial es que todos comparten una cultura intolerante y xenófoba, en la que el diferente siempre es sospechoso si no enemigo. Todos estos complejos problemas hacen que de hecho la gran revolución democrática y modernizadora, que en su etapa más esperanzada fue llamada “primavera árabe”, se enfrente a una creciente y dramática frustración.

http://www.diariolarepublica.net/2013/02/israel-y-el-mundo-arabe/ 

 
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