Ana Jerozolimski
Semanario hebreo.Uruguay
“Israel es una isla en un océano tempestuoso”, dijo este martes por la tarde el Presidente de Israel Shimon Peres en la sesión festiva de la Knesset, Parlamento, al inaugurar su nuevo período con la composición electa por el pueblo el 22 de enero último. Recordó las atrocidades cometidas desde hace dos años en Siria por el régimen de Bashar el-Assad y pidió que la comunidad internacional haga algo. Auguró suerte a “la joven generación que se ha levantado en el mundo árabe, cansada ya de pobreza y opresión”.
Con estos y varios ejemplos más sobre lo que ocurre en diferentes países alrededor de Israel, Peres exhortó a los viejos y nuevos diputados a que sean conscientes de los desafíos a los que se enfrenta el Estado de Israel en la región en la que vive, poniendo énfasis en el gran peligro que representa Irán. Pero no por ello dejó de lado los problemas internos.
Recalcó ante los legisladores que tienen la obligación moral de “resolver las diferencias entre los que nadan en la abundancia y aquellos que nadan en la escasez” y les auguró que en sus debates no se ocupen sólo de cómo tapar el déficit fiscal sino también de hacer posible una política económica que garantice justicia social.
El océano que rodea a Israel, es sin duda tempestuoso. Pero mucho se equivocaría la isla de democracia que existe en dicho océano, el Estado de Israel, si se contentara con compararse con sus vecinos más problemáticos, en lugar de analizar a fondo en qué puede mejorar, qué hay que corregir.
El mensaje es clave justamente al comenzar a funcionar un nuevo Parlamento en Israel, en el que la aparición de 48 rostros nuevos, de diputados recién electos por primera vez, es señal de que también el pueblo de Israel comprende que hay cosas que cambiar, que corregir, que mejorar.
Israel es un milagro del empeño y la voluntad. Aunque suene a folleto de Agencia Judía, es un hecho que en medio de la adversidad tanto física del entorno geográfico como de la hostilidad impuesta por sus vecinos, Israel salió adelante. Sin socavar su democracia, sin destruir sus instituciones libres, sin optar por la educación al odio.
El ser consciente de ello, no libera sin embargo a Israel de tomar el pulso de los acontecimientos.
Las crecientes diferencias socio-económicas deben preocupar también a quienes no sufren carencias, aunque no les toquen personalmente el bolsillo. Especialmente preocupante debe ser el hecho que entre los ciudadanos que formalmente están “debajo de la línea de pobreza” determinada por el Seguro Nacional (aunque los parámetros y sumas sean distintos de los conocidos en América Latina), la mayoría es gente que trabaja y no que vive de subvenciones y ayuda social. El gobierno debe detenerse a pensar cómo se ha llegado a eso y más que nada, cómo se sale de esta situación. El éxito de la política económica israelí no puede medirse sólo en la tasa de crecimiento general , sino también en la vida directa de los ciudadanos , en cómo ese crecimiento afecta no a los haraganes que prefieren cobrar por anotarse como “desocupados” , sino a quienes trabajan y no logran llegar a fin de mes.
Sería bueno poder garantizar que lo álgido de las diferencias sobre temas claves para el país, no arruine la capacidad de diálogo ni el mutuo respeto. Recientemente, en la cancha del famoso y popular equipo de fútbol “Betar Jerusalem”, al publicarse la intención de traer como jugadores a dos musulmanes chechenos, una banda de hinchas extremistas enarboló con orgullo un cartel: “Betar pura para siempre”. El ex Primer Ministro Ehud Olmert, conocido fanático hincha del equipo, los condenó en una columna escrita en el “Yediot Hajaronot”, aclarando que hasta que ese fenómeno no termine, por más que sea minoritario, él no irá a ningún partido de Betar Jerusalem.
A los violentos, los racistas, los extremistas-que existen también en Israel, como lamentablemente en muchas sociedades modernas- debe hacérseles sentir que son minoría, que el grueso de la población los vomita de su seno, que su mensaje no es el de la ciudadanía cuerda de Israel.
Escribimos estas líneas habiendo leído estos días sobre nuevos acontecimientos en la vecina Franja de Gaza, a raíz de la decisión del gobierno islamista de Hamas que allí gobierna, de imponer el velo islámico a las mujeres en la Universidad pública de Al Aqsa .
Nuestro colega Saud Abu Ramadan, que escribe para la agencia española EFE, informó que “el consejo del centro educativo anunció la pasada semana la obligatoriedad del uniforme para las mujeres, que incluye el vestido con manga larga y el velo, levantando críticas entre los alumnos más liberales, que han acusado a la universidad de ejecutar instrucciones de Hamás para islamizar la Franja palestina”.
Algunas estudiantes citadas por Saud en su nota, se quejan de lo que ven como “una intervención grave en asuntos personales que representa el fanatismo religioso» o un intento de “evitar la rebeldía entre los jóvenes”.
Abu Ramadan recuerda que “Hamas ha intentado en varias ocasiones imponer el velo islámico a las abogadas cuando acuden a los tribunales y en escuelas secundarias, además de impedir que hombres y mujeres se mezclen en público” y que “ha prohibido a las mujeres fumar la «shisha» o «hukka» (pipa de agua) en cafeterías y otros lugares. Su conclusión es tajante: “Aunque la organización ha reiterado que no trata de imponer la sharia (ley islámica) por la fuerza en el enclave costero, estas normativas y otras actividades, como el lanzamiento de la «Campaña de Virtud Islámica», muestran lo contrario”.
En Irán, hace poco, dos hombres fueron ahorcados públicamente, acusados de robo. Angeles, al parecer, no eran..Pero el problema es el fenómeno del rigor de la ley islámica aplicado a crímenes por los que en un país normal se paga con la cárcel.
Irán, con 676 ejecuciones en 2011, fue el segundo país del mundo en aplicación de la pena de muerte, por detrás de China y por delante de Arabia Saudí, según organizaciones internacionales.
En uno de sus últimos informes, el relator especial de la ONU para los Derechos Humanos en Irán, Ahmed Shahid, se mostró preocupado porque la República Islámica haya multiplicado casi por siete las ejecuciones desde 2003, cuando se contabilizaron cien.
Cristianos son agredidos y perseguidos en diferentes partes del mundo musulmán, habiéndose registrado numerosos asesinatos. En Egipto, se multiplican las imágenes de manifestantes agredidos por las fuerzas de seguridad en las renovadas manifestaciones. Un asistente del Presidente Muhamad Mursi dice que el Holocausto es un invento de Estados Unidos para servir a los intereses de Israel. El propio Mursi debe aclarar que no se le entendió al atribuírsele haber dicho que los judíos provienen “de los simios y los cerdos”. Y entre los propios musulmanes continúan registrándose terribles matanzas internas que cobran por cierto muchas más vidas que las perdidas en el marco de todas las guerras entre Israel y los árabes.
Y es en este entorno que Israel vive. No es poca cosa mantener la cordura en medio de esta tempestad.
No es insignificante que con este entorno, en Israel se celebre que entre los 120 diputados que recién juraron como tales, haya ciudadanos árabes, inmigrantes y miembros de las distintas comunidades que componen el país.
Israel es, sí, una isla en este océano tempestuoso. Deberá saber navegar entre sus olas, sin olvidarse nunca de mirar también hacia adentro, a la isla, para garantizar que siga siendo siempre lo que sus fundadores soñaron y comenzaron a realizar.
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