Diario La Capital, Mar del Plata, 12 de febrero de 2013
Dr. Lucas Fiorini
Como le ha sucedido a una parte muy significativa de la humanidad, me ha sorprendido la presentación de la renuncia del Papa Benedicto XVI, por cuanto la misma no es algo frecuente y nadie sabía el día ni la hora.
Es cierto que también, para quienes hemos intentado seguir sus magistrales enseñanzas, el planteo de una renuncia por razones de limitaciones naturales para llevar a cabo adecuadamente el difícil y agotador oficio al cual fue llamado estaba claramente planteado. Así, por ejemplo, cuando el periodista Peter Seewald lo entrevista ya siendo Sumo Pontífice, en el año 2010, donde surge el imperdible libro ‘Luz del mundo’, explica con sencillez –ante la pregunta si ha pensado renunciar- que si no se está en un momento de peligro para la Iglesia, existiendo cierta serenidad, se puede renunciar cuando no se puede seguir más. Por tanto –inquirió el periodista- , ¿puede pensarse en una situación en la que usted considere apropiada una renuncia del Papa? A lo que Benedicto respondió: “Sí. Si el Papa llega a reconocer con claridad que física, psíquica y mentalmente no puede ya con el encargo de su oficio, tiene el derecho y, en ciertas circunstancias, también el deber de renunciar”.
No fue la única vez que se refirió al tema, pero siempre lo presentó con esa diáfana sabiduría. Y como no podía ser de otra forma en una persona absolutamente íntegra, en un fiel ‘colaborador de la verdad’ (su lema episcopal) y seguidor de Cristo, que ha intentado en su vida y en la de sus encomendados alcanzar la santidad, actuó en consecuencia con lo que su conciencia, debidamente formada, le dictó.
Hay demasiado para decir de este Papa, alguien –al igual que su predecesor Juan Pablo II- enviado sin dudas por Dios para guiar a la Iglesia en estos tiempos de rápidos y profundos movimientos y cambios, que supo estar a la altura de la gran misión a él encargada, para nada fácil, y que nos lega con su ejemplo y enseñanza un testimonio contundente de integridad y honestidad. Estamos ante uno de los intelectuales más grandes del mundo contemporáneo, y sus enseñanzas y diálogo abierto, franco y siempre enmarcado en la Verdad es tan admirable que lo dejo para una próxima nota exclusiva al respecto.
Posiblemente el mundo, incluidos muchos católicos, no han valorado aún en plenitud la genialidad de este hombre de Dios. Suele suceder con los grandes, pero el paso del tiempo (y de las miserias y miopías coyunturales) sabe enmarcar adecuadamente el lugar de referencia y luminosidad para la humanidad que representan figuras como las de Joseph Ratzinger. Un profeta de su talla es inevitable que genere y sobre todo sufra resistencias, injustas críticas, mezquinas caricaturizaciones y rechazos desde la ignorancia, pero lo que quedará por siempre es su legado: allanar los caminos del Señor, aportando al desarrollo integral del hombre y su dignidad, a la defensa de fondo de sus derechos y libertades, al crecimiento y maduración de la razón, a encaminarnos hacia una civilización de la vida y el amor, ayudándonos con solvencia y gracia sobrenatural a acercarnos al Logos por el que ha dado su vida entera.
El Papa, con su renuncia enunciada con una profunda e impactante sencillez y humildad, no hace más que terminar de dar un testimonio ‘hasta el extremo’ de su intención de mostrarnos el camino de la caridad y la trascendencia frente a tantos poderosos del mundo que roban, engañan y matan para permanecer intocables en sus espacios, frente al mensaje uniforme que exalta el éxito material como la última razón y justificación de todo, frente al necio olvido de que no todo termina en esta vida y que la justicia para con el clamor de los oprimidos y sufrientes se hará. Frente a todos ellos, por si sus palabras inspiradas por el Espíritu no bastaron, nos muestra –cumplido su deber, superados los momentos en que hacía falta su presencia, pasadas fuertes borrascas que supo enfrentar- que el poder es servicio, que hay que tener libertad frente a él, que no hay que atarse a las seducciones de los primeros planos: así es que como se retira, diciéndolo con natural paz, y donde sólo pide finalizar sus días ayudando desde la base, en retiro, austeridad, silencio y sobre todo, regalándonos una –aún- más intensa oración.
Un hombre de Dios ha dado su fiel testimonio, sepámoslo ver.
***Lucas Fiorini es abogado y Director de Cursos de la sede Mar del Plata de la Pontificia Universidad Católica Argentina (UCA)
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