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Restitución De La Legitimidad Del Estado De Israel Y La Batalla Por El Consenso De La Opinión Pública Mundial


Joel Fishman

Jerusalem Center for Public Affairs

28 de diciembre, 2012

israel23

1-         Proceso de deslegitimación y boicot. Contexto

El objetivo de la deslegitimación en el ámbito internacional consiste en aislar a la víctima-  destinataria de la comunidad de naciones, como anticipo a su desmoronamiento o, incluso, aniquilación. El proceso está destinado a negarle los derechos internacionales de los que gozan los países soberanos en la comunidad internacional y, en especial,  el derecho a expresarse. El objetivo del factor que promueve la campaña de deslegitimación es borrar la identidad nacional, histórica, cultural y los derechos del otro como estado soberano y, sobre todo, el derecho a la auto-defensa. El promotor de la campaña aspira a crear –  en la sociedad de la víctima destinataria- la  cultura de la derrota y provocar la parálisis de la voluntad para la auto-defensa. No hay lugar a malos entendidos: el verdadero objetivo de la deslegitimación no es la conciliación ni  la paz sino el “politicidio”.

La moderna batalla asimétrica funciona en dos circuitos: el político y el militar. Cuando la parte más débil no puede afrontar el precio de la guerra convencional, puede intentar conseguir sus objetivos estratégicos por medio políticos; entre ellos se incluye el engaño y la subversión.

La deslegitimación es el principal método para la batalla asimétrica en el marco de la “batalla popular”. Eso quedó demostrado, con éxito, en Argelia y Vietnam. Dado que sus proyecciones son acumulativas, el factor que promueve la confrontación debe actuar durante  largo período de tiempo.

Después que la Segunda Intifada fracasara y no lograra provocar el desmoronamiento de la sociedad israelí, la Autoridad Palestina y sus aliados, en especial  Irán, se orientaron a la batalla política con alta intensidad. Por eso, cumplieron un rol central en la Conferencia Mundial contra el Racismo, por parte de la ONU, realizada en Durban desde el 31 de agosto al 8 de agosto de 2001. Tras la Conferencia,  esa campaña firme de deslegitimación y enlodamiento continuó con fenómenos como la acusación a Israel de masacrar a civiles durante la operación Pilar  Defensivo en 2002, el Informe Goldstone 2009, que trataba sobre la operación Plomo Fundido y los intentos por romper el bloqueo sobre Gaza.

Debemos agregar los esfuerzos palestinos por alcanzar el reconocimiento unilateral de la ONU como primer paso a la anulación del reconocimiento internacional al Estado de Israel, y finalmente, como posibilidad, sacar al Estado de Israel de la ONU y  ocupar su lugar en la comunidad de naciones.

Y, para el final, destacaremos las iniciativas de boicot, atracción de inversiones y sanciones (BDS).

Ehud Rozen, destacado investigador del Centro Jerusalem de Asuntos Públicos y Estado, informó sobre el hecho que, Los Hermanos Musulmanes y sus aliados en Europa, cumplen un rol más activo en el planificado esfuerzo internacional de deslegitimación de Israel. Los dirigentes de Fatah y la OLP, se sumaron a esa iniciativa. Ambos grupos comenzaron a destinar esfuerzos crecientes en el ámbito civil/político de la batalla y, de inmediato  después de la operación de Israel en Gaza 2008-09. Activistas israelíes y extranjeros  aportaron su plataforma y experiencia a la campaña de deslegitimación.

Ahora, cuando Los Hermanos Musulmanes cumplen con un rol creciente en la coordinación y apoyo a esa campaña, el futuro del conflicto tomará un estilo religioso-musulmán. El mensaje político y religioso de Los Hermanos Musulmanes es adecuado con las aspiraciones geo-políticas globales de los islamistas.

El político alemán del siglo XIX, Otto Von Bismarck, hizo uso de la expresión “Lo escondido y lo indescifrable” (imponderable) para describir los cálculos inmateriales que representan parte de la comparación política y nacional. Entre ellos se incluyen principios considerados como sobreentendidos y cálculos éticos. A diferencia de la reflexión actual, Bismarck sabía que existen factores no medibles (a los cuales medidas exactas no pueden serles aplicadas). Por ello, debemos tomar en cuenta cálculos abstractos (como el ámbito existente de las ideas), los valores y la opinión pública.

Concepciones de mundo aceptables pueden desarrollarse a lo largo del tiempo, a veces como consecuencia de la fermentación cultural. Es posible provocar un cambio en las ideas y en los ánimos sociales también como corolarios de iniciativas bien organizadas.

En general, grandes tendencias en el consenso ocurren a lo largo del tiempo. Cabe identificar ejemplos para cambios de ese tipo en la era posterior a la Segunda Guerra Mundial, cuando floreció la conciencia pública en Estados Unidos al hecho que, los derechos civiles, les llegan también a los afro-norteamericanos; que a las mujeres les corresponde la igualdad plena; que fumar y respirar polvo dañan la salud y que, por supuesto, la contaminación del aire y la  ambiental pueden provocar daños a la naturaleza y la salud pública. Y existen ejemplos de campañas específicas, enfocadas, que se llevaron a cabo en el mediano plazo. Por ejemplo, el movimiento, a finales de los años 60 y 70, cuyo objetivo era minar el apoyo interno a la guerra en Vietnam o la campaña soviética en la opinión pública occidental  contra el desarrollo de la bomba de neutrones.

Una guía personal sobre aquellos que aspiran a provocar un “cambio social”, lleva al lector a una lista de cinco “movimientos sociales”:

–           el movimiento por los derechos civiles (años 50-60),

–           el movimiento contra la energía atómica,

–           el movimiento homo-lésbico,

–           el movimiento para crear conciencia contra el cáncer de mama y

–           el movimiento contra la globalización.

En el marco de la política israelí, la gente de izquierda, en cooperación con sus aliados palestinos, lograron crear consenso público temporario a favor del proceso de Oslo. El objetivo de esa planificada campaña fue crear apoyo en la sociedad israelí al reconocimiento de la OLP, convenciendo al público que, la OLP, de verdad, pretende paz y estaría dispuesto a ser un socio serio de la negociación.

Más allá de la creación de consenso dentro de Israel, la capacidad de provocar amplias tendencias  culturales de amplia magnitud es de mayor importancia. Para materializar esa revuelta hasta la toma del poder, al final del camino, no hay pocos dispuestos a quebrar en pedazos el tejido de la sociedad moderna y destruir el sistema democrático y cultural, y el motivo por el cual, en muchos países, se ataca  al cristianismo, se convirtieron en parte integral a esa estrategia. En su libro “Londonistan”, la periodista Melanie Phillips, hace una descripción de los resultados de esa acción en la sociedad inglesa.

Modificar un consenso existente o crear uno nuevo, es un objetivo de largo alcance. Cabe diferenciar entre un proceso de amplias dimensiones y los generadores de marketing o marca. Si hacemos uso del término del historiador francés Fernand  Braudel, ese proceso se encuentra en el ámbito de la “historia a paso lento”. Es posible usar esa técnica para objetivos constructivos pero, también, para destinos destructivos. Y es posible  retrotraer ese proceso hacia atrás.

Para evaluar, con corrección,  el proceso de deslegitimación, como  la restitución de la legitimidad perdida, es imprescindible comprender cómo es posible influir en la concepción pública y en las líneas políticas del gobierno, o, cómo es posible concretar su  manipulación. El poder de la influencia de esas técnicas, es posible motorizarlas por medio de organismos de gobiernos internacionales (como la ONU y sus diversas estructuras), en la medida que decidan intervenir en diferentes temas. En ese contexto, cabe incluir a empresas de publicidad y relaciones públicas, ONG y medios de comunicación.

Un método eficaz que los soviéticos desarrollaron en el período tras la Segunda Guerra Mundial fue el uso de técnicas de “desinformación” abiertas  y secretas. Por supuesto, el objetivo consistía en manipular la opinión pública. Los soviéticos planificaron, con cautela, el mecanismo administrativo requerido para la materialización de un sistema de desinformación de amplio espectro. Los capitanes de las políticas soviéticas usaron  métodos de desinformación no solo contra países sino contra personalidades.

Por eso, el debate sobre el proceso de deslegitimación debe incluir también los métodos de desinformación. Desde muchos puntos de vista, la campaña de deslegitimación y desinformación se superpone y, a veces, se trata de algo similar. Y así escribió un ex hombre de la KGB, que desertó a Occidente en los años 80: “Desinformación no es solo mentira política exhibida de forma creíble, –que  es fácil de identificar sino, también, un orden de evidencias y casos que es difícil violar y cuyas derivaciones tienen graves consecuencias para el rival”.

En el marco de ese debate, cabe destinar atención al proceso de restitución de la legitimidad en relación a la idea de un Hogar Nacional Judío. En una conferencia, en el centro Beguin-Sadat de la Universidad de Bar Ilán (22 de abril, 2007), el Profesor Efraim Karsh, destacó que la simpatía  de los cristianos, permitió la Declaración Balfour. Karsh explicó: “Si bien es cierto que existieron asuntos inmediatos y de presión vinculados a la Primera Guerra Mundial, la simpatía cristiana hacia el pueblo judío fue el motivo principal para la Declaración Balfour, que produjo el reconocimiento al Hogar Nacional judío en el marco de la ley internacional. Eso fue más que juegos de fuerza política: existía la creencia común en la relación del pueblo judío hacia la Tierra de Israel. Karsh señaló que “la conexión histórica de los judíos hacia la Tierra de Israel representa la demanda real sobe la soberanía política” determinando  que “existe una necesidad imperiosa por retomar la verdad histórica y reconstruir una narrativa basada en evidencias y no en ficciones”. “A los fines de la perspectiva histórica, conviene  comprender  la suposición básica de David Ben Gurion en su testimonio ante la Comisión Peel, el 7 de enero de 1937. Allí declaró: “En nombre del pueblo judío, yo digo que el Tanaj es nuestro mandato, el Tanaj escrito por nuestras manos, en nuestra lengua, en hebreo, en esta misma tierra. Ese es nuestro mandato. La Declaración Balfour solo lo reconoció.” En síntesis;  el reconocimiento cristiano al argumento histórico vigente otorgó la legitimidad a la idea del Hogar Nacional Judío.

Surgen dos bases a esa reciprocidad: ante todo, el pueblo judío tiene relación histórica con la Tierra de Israel. Ese  vínculo genera la base para el legítimo argumento de soberanía política. En segundo lugar, la simpatía cristiana al pueblo judío creó la base real para la Declaración Balfour. Por un lado, el argumento histórico vigente y por otro, el amistoso apoyo público entre las elites- líderes de la gran potencia en ese período.

La deslegitimación y la restitución de legitimidad están relacionadas. Si evaluamos la realidad existente en América del Norte existe, aun,  gran apoyo cristiano a Israel. Se basa en valores básicos comunes (a judíos y cristianos) como también en la creencia radicada en la singularidad y destino norteamericano (American Exceptionalism). Cuando recordamos la amplia base del consenso nacional en Estados Unidos a favor del Estado judío, debemos comprender que los enemigos de Israel aspiran a destruir ese beneplácito y crear, en Estados Unidos, condiciones culturales parecidas a las existentes en Gran Bretaña, Francia, Suecia o Noruega. Los métodos para provocar esa revuelta son bien conocidos. Sin embargo, en apariencia,  hay un solo actor que no sabe cómo jugar ese juego.

2- “¿Acaso alguien aquí puede jugar ese juego?

(Casey Stangel, Liga de los grupos de Beisball The New York Yankees y después The New York Mets, sobre el funcionamiento en 1962).

En 1984, en la campaña para la anulación de la resolución de la Asamblea General de la ONU 3379, “ Sionismo es Racismo”, el Departamento de Esclarecimiento de la Agencia Judía se dirigió a algunos destacados investigadores para solicitar estudios sobre el tema. Como parte de ese esfuerzo, el Dr. Ehud Sprintzak (Z”L), entonces profesor en la Universidad Hebrea, analizó el sentido práctico de la deslegitimación. Como ejemplo de deslegitimación dirigida que se concreta desde adentro, trajo Sprintzak el caso de la República de Weimar. El Partido nazi…”logró crear un proceso a través del cual, la República de Weimar atravesó una deslegitimación irreversible”. Sprintzak agregó: “Y, con respecto a la deslegitimación provocada desde afuera, la Unión Soviética se convirtió, en el siglo actual, en experto al que todos reconocen como tal”. Explicó que, la principal característica de la nueva campaña de difamación contra Israel, es el proceso de deslegitimación, que niega a los israelíes y a los judíos sus reconocidos derechos (colectivos e individuales). Sprintzak sostuvo que es parte de un nuevo desarrollo y que sería más exacto denominar a ese fenómeno “Nuevo Antisemitismo”. Esa es una deslegitimación más destructiva de lo que era aceptable en el marco de la Guerra Fría y, desde ese punto de vista,  tomó distancia.

Hubo aquí un salto, de alto nivel, en los esfuerzos árabes y rusos de imprimirle a Israel  un sello de estado racista dado que, hasta ese momento, los dos países reconocidos como racistas eran la Alemania nazi y Sudáfrica.

El otro grave acontecimiento, identificado por  Sprintzak, fue el intento de deslegitimación del Estado judío.

Ambos procesos provocaron daños: el primero, dado que ocurrió un intento de sacar a Israel de la sociedad de naciones cultas y, el segundo, dado que convirtió a Israel en objetivo legítimo para cualquier tipo de violencia, incluido el terror. Israel fue señalado como víctima legítima de una caza violenta y de un estado al que se le niega la capacidad de defensa legal como  el derecho a la auto-defensa.  El argumento central de Sprintzak era que “ocurrió un cambio cualitativo en el anti-sionismo de los años 70;  cambio surgido por el hecho que, el sionismo, ya no era objetivo de deslegitimación sino destino de “deshumanización”.

El uso del término “deshumanización” es muy significativo. Según nuevas investigaciones en el área de los estudios sobre genocidios, el peligro de provocación y deshumanización fue demostrado como parte del proceso que conduce al genocidio. En 1996, el presidente de la organización “Genocide Watch”, Gregory Stanton, exhibió – ante el Departamento de Estado de Estados Unidos-  los “ocho pasos hacia el genocidio”. Según Stanton, la deslegitimación, es la tercera etapa. Y así, hay una relación potencial e, incluso, práctica entre el proceso de deshumanización y la violencia concreta.

En ausencia de la dimensión de ocupación y represión (consideraciones para la violencia) subyacen la destrucción y el genocidio masivo. Todo lo que hay que modificar es el contexto. Un cambio repentino en el clima y los acontecimientos, pueden provocar el salto de la violencia. La voluntad de concretar un genocidio puede existir pero sin los recursos  no logra materializarse. Y, sin embargo, si hay un encuentro entre voluntad y recursos la situación puede desembocar en genocidio.

En el período en que Sprintzak describió el proceso, era difícil imaginar la relación lógica ente deshumanización y sus consecuencias en el terreno. Ahora, tras el genocidio en Ruanda y las amenazas de Irán contra Israel, no cabe minimizar los sentidos de la deshumanización. Y dado que ese delito no es puesto en práctica, muchos se obstinan en abstenerse, con intención,  del peligro –por la fuerza que se desprende de ese proceso de deslegitimación.

Así describió Sprintzak la destrucción política que vino a partir de la resolución de la Asamblea General de la ONU, 3379, el 10 de noviembre de 1975: “La deslegitimación es un proceso en el que intervienen la ideología y la manipulación simbólica. Como consecuencia, una entidad política aceptada, reconocida por su derecho a la existencia, se convierte en entidad inaceptable y sin derecho a la existencia (…) cuando, finalmente, es alcanzada la deslegitimación (…) la entidad política – que era destinataria de ataque-  es vista no solo como quien actúa de manera errada, sino también  como aquella que carece de derecho a la existencia en general (…) En síntesis, el proceso de deslegitimación ocurre solo cuando la entidad política, que antes era considerada legítima, pierde su posición como consecuencia de un serie de sucesos a lo largo del tiempo. Solo al final del proceso, esa entidad pierde absolutamente su derecho a existir”. Sprintzak también destaca que, como consecuencia de la pérdida de status, un estado que se convirtió en víctima de deslegitimación, pierde también su derecho a hablar y hacer oír su voz:

“(…) La pérdida de legitimidad significa, en la práctica, la pérdida del derecho de expresión o el derecho a participar de la discusión en determinados foros. Cuando una entidad política sufre de deslegitimación amplia todo lo que tienen sus portavoces, por decir, sobre cualquier tema que sea, incluso cuando no se habla de temas centrales, es considerado  irrelevante. No son más aceptados como socios del diálogo legítimo dado que, ellos mismos, ya no son legítimos. Su status es parecido a los internados en una sala cerrada en un neuropsiquiátrico. En el momento en que fueron encerrados por una comisión profesional, se refieren a ellos como afectados emocionales, y no cambia con qué prisa sean capaces de expresarse a sí mismos. En términos de las ciencias sociales, el paradigma básico de su pensamiento y sus acciones es considerado deficiente, y entonces–a pesar del hecho que cuentan con cosas muy lógicas para decir- nadie les pondrá atención. En el mejor de los casos, se vincularán con ellos como parte del género sub-humano”.

La campaña popular de la BDS, carga con muchas de las características del proceso de deslegitimación. Es probable que la forma sea diferente pero, el contenido, es casi igual. Casi treinta años después del artículo de Sprintzak, Anthony Julius, miembro del estudio de abogados Mishcon de Reya (Londres), describe el sentido del boicot. En su estudio, Julius detalla el mismo proceso que mina, poco a poco,  los reconocidos derechos de la víctima.

¿Qué sucede cuando se impone un boicot sobre las personas? Ya no gozan más de la relación y la amabilidad en la cotidianeidad; se los niega en la calle, no se compran sus mercancías, no se usan sus servicios, las invitaciones que se les cursaban en el pasado van disminuyendo hasta desaparecer. Son aislados en la sociedad. El boicot es un acto de violencia, si bien de carácter paradoxal (en lugar de una actitud agresiva, se ejercen el rechazo y la discriminación). La persona boicoteada es rechazada “por medio de la crueldad general y el odio común a todos.”. Entre otros, el boicot niega la libertad de expresión (…) limitar o negar absolutamente la libertad de expresión personal significa un ataque básico contra la raíz de la esencia humana”(…)

A pesar de destinárseles aquí una atención extrema a los relativos nuevos acontecimientos, no cabe abstenerse del aporte de los antisemitas clásicos, europeos  e islamistas por igual. Por ejemplo, no es muy conocido que, en el año 1955, Nasser sumó los servicios de Johan Von Lars, un nazi que no expresó ningún arrepentimiento. Von Lars era una propagandista antisemita y pionero de la negación de la Shoa. Era amigo cercano del colaborador nazi, el Gran Mufti Amin al-Huseini. El Mufti trajo a Von Lars de Argentina a Egipto y le arregló una designación como asesor político del Ministerio de  Esclarecimiento egipcio. En la bienvenida que el Mufti celebró a Lars, en El Cairo, le premió festivamente: “Le agradecemos haberse alistado en la batalla contra las fuerzas de la oscuridad que se envuelven en el judaísmo mundial”.

Además de sus objetivos profesionales, Von Lars fue activo como persona de contacto con los veteranos de la SS en los países árabes.  Debemos  recordar al Profesor Arnold Toynbee, el conocido historiador británico, en  una discusión pública entre él y el embajador de Israel en Canadá, Yaakov Herzog (31 de enero, 1961), Toynbee comparó “desde el punto de vista moral” la actitud de Israel hacia los árabes entre 1947 y 1948 con la de los nazis que asesinaron a seis millones de judíos”.

Cuando se menciona el tema del antisemitismo, se debe incluir al General Charles De Gaulle. En la conocida rueda de prensa, del 27 de noviembre de 1967, De Gaulle atacó fuertemente al estado y al pueblo judío. Definió a los judíos como “pueblo elitista, iluminado y odiable”. Un estallido de ese tipo puso fin al período de clemencia del que gozaron los judíos tras la Segunda Guerra Mundial. Después de ese suceso, expresiones antisemitas públicas se transformaron en aceptables para la sociedad. En 1968, Raymond Aron, el gran investigador de Ciencias Políticas,  describió el verdadero daño que provocó  De Gaulle: “(…) Los antisemitas obtuvieron una formación experta, por parte del jefe de estado, para hacer oír su voz y hacer uso del mismo lenguaje usado antes de la Solución Final”. Aron agregó: “…El General De Gaulle, intencionalmente, dio la señal para el inicio de una nueva etapa en la historia judía y, quizás, también del antisemitismo. Otra vez, todo es posible, todo re-comienza”  No cabe duda que las evaluaciones geopolíticas influyeron en quienes tomaban las políticas francesas;  pensaron que la unión de Francia con Israel se volvía muy próxima y que, tras el fin de la Guerra en Argelia, era posible tomar una nueva política independiente y re-diseñar las “tradicionales relaciones” de Francia en el mundo árabe buscando nuevos mercados”.

Asimismo, la Unión Soviética abrió iniciativas para penetrar en el Medio Oriente a fin de promover sus intereses geopolíticos. Por eso cabe comprender el sistema de deslegitimación palestina, que la Unión Soviética apoyó, en el marco de la rivalidad de la Guerra Fría contra Estados Unidos –“principal enemigo”- y Occidente.

La victoria de Israel en la Guerra de los Seis Días, sorprendió a la Unión Soviética y provocó una crisis. En respuesta, la conducción soviética intentó acusar a Israel de “agresivo”. Sin embargo, los soviéticos fracasaron en la votación ante el Consejo de Seguridad. Entonces la Unión Soviética abrió una campaña de propaganda anti-israelí y antisemita de grandes dimensiones, destinada a convencer al mundo que, Israel, agrede.

En ese esfuerzo, alistaron la ayuda de expertos de propaganda de Alemania Oriental, que incluía no pocos peritos en comunicación de pasado nazi. Simon Wiesenthal publicó una abarcadora investigación revelando los nombres de viejos “amigos de ruta”, la definición de sus funciones y su número de registro en el partido nazi.

Así, en la campaña de deslegitimación contra Israel tiene lugar una continuidad como la carrera de antorchas entre quienes tenían roles que unen el pasado nazi y el presente. La Unión Soviética, tal como Egipto, alistó en su ayuda a los expertos de propaganda del Tercer Reich.

3- Qui Pensiamo in secoli (refrán del Vaticano) “Aquí pensamos en cientos de años”

Mirando hacia atrás, es claro que la Resolución 3379 de la Asamblea General de la ONU, del 10 de noviembre de 1975 (Sionismo es Racismo), fue un momento planificado en la ofensiva internacional contra la legitimidad de Israel y ejerció un daño prolongado. Incluso en el presente, la acusación de racismo sirve de estructura a la guerra política contra el estado judío. El Proyecto de Durban, el movimiento de la BDS y el llamado a la Tercera Intifada tienen como origen, de modo directo e integral, la Resolución 3379.

A partir de la aceptación de la resolución en la ONU (1975), quedó el status político israelí, en su mayor parte, falto de respuesta. El principal motivo para ese adormecimiento es que esa elite no logró entender la importancia de la resolución en la ONU y así, fracasó. Abba Ebban justamente entendió el problema en su profundidad y  describió el sentido de la revuelta política ocurrida:“(…)La respuesta de los árabes a la derrota de 1967, no fue llegar  a la conclusión que la política anti-israelí fracasó sino que no fue concretada suficientemente. La esperanza de una venganza, lo más temprana posible, fue vorazmente alimentada por las organizaciones palestinas y, en particular, al-Fatah. Después de la explosión de la acción militar de 1968 y los operativos de secuestro de aviones, esos movimientos trasladaron el centro de su actividad al ámbito político. Su hallazgo consistía en elevar el concepto de Palestina al nivel que Israel desaparecerá. Mientras se perfilaba  que la batalla era entre Israel y el mundo árabe, había simpatía hacia el lado israelí(…) Sin embargo, cuando el enfrentamiento era exhibido no como batalla entre Israel y los árabes, sino entre Israel y los palestinos, cambiaba el punto de vista(…) Israel era percibido, ahora, como muy poderoso, garantido, institucionalizado y conocido, mientras por el otro lado los palestinos eran mostrados  como débiles, sometidos, disconformes e intranquilos. La fluidez de la opinión pública mundial cambió la dirección, del vencedor que lucha por su existencia  hacia el agresor que derrota. Nos encontramos, a nosotros mismos, cambiando de una generación dispersa de la noche a la mañana. Israel quedaba vinculado al terrible pecado de la sobrevivencia (…)”

Muchos en la elite israelí eran capaces de pensar solo en términos militares puros y no estaban atentos a la dimensión política de la situación nacional. Solo después de la Guerra de Yom Kipur (1973), se desarrolló una enorme conciencia  sobre que es posible ganar en el campo de batalla y perder en el plano político. Junto a ello, durante la Guerra en el Líbano de 1982, líderes israelíes descubrieron el duro camino que debían enfrentar con el desprendimiento político, vinculado a la acción militar en áreas densamente pobladas y,  como consecuencia, la respuesta hostil de los medios internacionales que se pasaron al lado palestino.

Pasados algunos decenios, la operación Plomo Fundido exhibió un desafío igual. Si bien era posible llegar a algunos logros militares en Gaza, no se podía hablar de renuncia. Lo principal era que Israel soportó una dura tormenta a través del informe Goldstone. Cuando la opinión pública mundial se volvió crítica y hostil, muchos de los que permanecieron calmos,  sufrían de demasiada seguridad personal, se hundieron en una situación de fatalismo y desmoralización y más que eso: derrota.

Por motivos personales y culturales, el status político en Israel no era (y aún no lo es) capaz de enfrentar un tipo de confrontación forzada al Estado de Israel. Le falta la imaginación requerida para adaptarse a la nueva situación. El gran estratega militar Carl Von Clausewitz escribió: “La guerra no es más que la continuidad de la política, por otros medios”. A la luz de su definición, la diplomacia pública es una forma de guerra aunque distinta. Clausewitz agrega: “Las guerras deben cambiar, de acuerdo a sus móviles y las situaciones que la provocaron. La primera decisión, la suprema y de  más largo alcance que un político y comandante deben tomar, es determinar, de acuerdo a ese examen, qué tipo de guerra inician y no errar ni intentar convertirla en algo extraño a su esencia”. Determinó  que la evaluación exacta de la situación y la comprensión de los móviles, de la otra parte, son obligación del político y comandante. Si, por ejemplo, el político comprende (o percibe)  la situación de manera errónea, toda decisión que surja posteriormente será errada. Por eso, debemos basar el juicio en evidencias claras y en la medida de lo posible, según la experiencia del pasado. Clausewitz, destacó “Una estrategia debe estar sustentada, exclusivamente, sobre su experiencia,  en los medios y objetivos”. Por eso una estrategia correcta se basa en la verdadera comprensión de evidencias históricas.

Quien se abstenga de la importancia de la experiencia pasada, tal como ocurriera en el ayer no tan lejano del Estado de Israel, se alinea con su ceguera por  voluntad y en la ignorancia;  es decir, andar a oscuras.

Israel enfrenta una importante batalla. Tal como Clausewitz advierte: “la primera obligación de un líder, militar o civil, es distinguir qué tipo de guerra tiene ante sí”. En este caso, se trata de una confrontación política prolongada, de dimensiones religiosas, parte de la cual, consiste en una guerra de deslegitimación. Para retraer ese proceso hacia atrás, se debe realizar una campaña seria de re-establecimiento de la legitimidad del Estado de Israel. Tal como en una guerra continental, se debe reconquistar los territorios  perdidos y ocupar nuevos territorios. Se debe modificar el consenso de la opinión pública mundial.

Se trata de un enorme proyecto;  proceso de largo plazo,  durante décadas. Una campaña de “buenas noticias” sobre Israel puede adecuarse a una operación de comercialización y marca pero no enfrenta, de verdad, el problema. Una campaña de ese tipo, tiene un valor comercial pero no político. Israel es una nación start-up. Cuenta con maravillosas playas y una sorprendente vida nocturna, en Tel Aviv. En Israel se encuentran modelos bellísimas y es dueña de una tendencia moderna y amigable para los homosexuales. A pesar de llegar eso al corazón, incluso las “buenas noticias” de ese estilo, no provocarán un movimiento en la opinión pública de la elite, conformada por intelectuales, editores gráficos y de televisión, profesores, docentes y personalidades religiosas, escritores de textos o formadores de opinión. Se debe generar contacto con ese grupo y convencerlo.

Si examinamos, con cuidado, los ejemplos de los movimientos sociales mencionados  y que influyeron en la opinión pública durante largo tiempo, será posible consolidar una estrategia de etapas prácticas. El proceso de deslegitimación acompaña las opiniones públicas desde hace mucho y, para frenarlo, se requiere compromiso e inversión de recursos en gran medida, mucho mayor a lo acostumbrado, hasta ahora. Cabe continuar con el rumbo y trabajo de algunas organizaciones no gubernamentales, que gozaron de importantes triunfos. Además, es posible  aprender de la experiencia de movimientos que enarbolan la innovación religiosa-espiritual. Y debemos recordar que mantenemos un diálogo con el mundo árabe.

Israel no puede conformarse solo con una declaración  que aspira a la paz y a las fronteras seguras. A pesar del intento por bajar el perfil sobre ese tema, y que ya no está de moda hablar en esos términos, se debe reconocer que estamos en medio de una guerra religiosa. Debemos transmitir el mensaje israelí y judío al  mundo. Así lo hacen nuestros enemigos y no hay motivo para guardar silencio.

El judaísmo es una de las religiones más importantes y un factor generador de cultura y paz. Nosotros debemos recordarle al mundo, tal como lo hiciera el historiador Yosef ben Matityahu en su momento, que el judaísmo dio al mundo el séptimo día de descanso: el shabat; la  idea de igualdad ante la ley (isonomia); el respeto humano; nociones sobre beneficencia y misericordia; el perdón y  la salvación, y la negación del asesinato de niños (infanticidio)  como  la crueldad hacia los animales”.

Si Israel se propone restituir su legitimidad, debe promover sus demandas históricas con persistencia y poder. El estado judío no puede permitir a otros definir su identidad o deformar su pasado. Es indispensable desmentir los mentirosos argumentos de la otra parte y poner al descubierto los engaños.

Israel debe defender su soberanía y ocupar su justo lugar en la comunidad de naciones.

Esas es la responsabilidad que le cabe a todo pueblo.

Jerusalem Center for Public Affairs

http://israelcfr.com/documents/6-2/joel_heb.pdf

 
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