Dr. Guido Maisuls
Latino Israeli
Ayer como hoy, a principios de este 2013, hay quienes vienen repitiendo en forma monótona e incansable que Israel no representa a los judíos que viven a lo largo y a lo ancho de este mundo
Hace mas de veinte siglos y en la Tierra de Israel, el pueblo judío ya habitaba pacíficamente en los territorios de la Galilea, en las alturas del Golán, en el oasis de Beer Sheva, en lo que es hoy la Franja de Gaza, en la Samaria y fundamentalmente en la Judea y sus antiguas ciudades de Jerusalem, Shjem, Jericho, Hebron, y Bethlejem.
Desde mucho antes de ese entonces ya era el pueblo aborigen de estas tierras de Israel. Eran y son los que muchos denominaron como los judíos, hebreos, israelitas, israelíes o como más les plazca llamarnos. Para mayor precisión el término Judío en castellano se refiere actualmente a los descendientes de aquellos aborígenes que poblaban desde hace 3.500 años esta legendaria región.
Fueron épocas de mucho desorden y perturbación, tiempos en que estos judíos, que de por si era gente muy libre y rebelde cuando se les quería imponer yugos externos, se sublevaban valientemente contra las sucesivas dominaciones de los imperios de turno: Babilonia, Asiria, Persia, Grecia y Roma.
Esta dramática historia concluye trágicamente con la destrucción de la ciudad de Jerusalem y su sagrado Templo, el genocidio de entre 500.000 y 1.000.000 de judíos donde gran parte de la población fue esclavizada, exiliada y la religión judía prohibida.
Con las expulsiones y persecuciones masivas, estos judíos terminaron exiliados en todos los confines del Medio Oriente, de Europa y de África.
Y estamos hablando de aquellos judíos a los que hacía mención en forma tan brillante el Conde León Tolstoi en el año 1908: «Veamos qué clase de criatura peculiar representa el judío, sobre quien todos los gobernantes y todas las naciones, ya sea en conjunto o por separado, han cometido abuso y dado tormento, han oprimido y perseguido, pisoteado y masacrado, quemado en la hoguera y ahorcado…., y a pesar de todo ello, todavía sigue vivo».
En los últimos más de sesenta años se ha producido su milagroso retorno luego de 2000 años al mismo territorio de sus antecesores y se ha construido con gran esfuerzo y sacrificio, con sangre, sudor y lágrimas el hogar nacional del pueblo judío y la única democracia real del medio oriente.
Podemos coincidir o disentir con este Estado de Israel, nos puede gustar o no su dirigencia, podemos amarlo o incomodarnos ante su épica presencia entre las naciones del orbe pero las millones de miradas y emociones de todos los judíos del mundo se sienten representadas ante esta humana pero maravillosa creación de sus legendarios y recientes pioneros sionistas.
Hace pocos días, la Embajadora de Israel en Argentina, Dorit Shavit, expresó:
«Como Estado judío, Israel se considera responsable del bienestar de todos los judíos y de las pistas de antisemitismo en todo el mundo. Ayudamos a judíos a salir de la Unión Soviética, trajimos judíos de Etiopía y, algunas veces, también ayudamos a judíos en Argentina. Usted seguramente sabe de lo que estoy hablando».
Lo que ocurre en la actualidad es que la judeofobia sigue presente, la judeofobia no se ha ido, siempre ha estado, siempre evolucionando; tras un tiempo de aparente calma volvió para quedarse, volvió para adaptarse a los nuevos tiempos, a los tiempos de la globalización de la judeofobia: la zionofobia, la nueva judeofobia.
Mitos, estereotipos, prejuicios, mentiras y deformaciones al servicio de la nueva judeofobia, el mismo de siempre pero ahora maquillado y enmascarado: la zionofobia u odio patológico a la existencia del moderno Estado de Israel.
Si Israel no representa a todos los judíos del mundo:
¿Cuál otro de los 192 países independientes en el mundo y 42 territorios no independientes o colonias lo hace?
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