George Chaya
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No soy de los que creen que la muerte dignifique o exima responsabilidades y culpas de las barbaries que cometen los dictadores y golpistas. Puesto a escoger escojo el respeto por la muerte de cualquier ser humano. Pero no se puede caer en la hipocresía y la corrección política que la muerte suele generar. Hugo Chávez Frías ha muerto a las 4:25 pm del día 05 de marzo de 2013. Al menos eso es lo que se ha informado oficialmente desde el gobierno venezolano.
El demagogo de Barinas llego al poder hace 14 años sobornando al electorado, su política se centró en promesas de riqueza fácil para todos a través de la confiscación de la riqueza privada. El presidente Chávez prometió acabar con el desempleo pero expandió la burocracia. Habló de unidad del pueblo venezolano y acabó fracturándolo profundamente, militarizó a la sociedad civil y politizó a las fuerzas armadas. Así fue que el chavismo nutrió su fuerza en la envidia y la mezquindad para desencadenar un ponzoñoso odio de clases profundizando las diferencias en riqueza, salud y educación. Su régimen intentó bloquear -con cierto éxito- algo que es inevitable en toda sociedad moderna, es decir, en toda sociedad donde existe lo que suele denominarse movilidad social. Fue Hugo Chávez el ideólogo del Celac, un virtual sello de goma ineficiente y burocrático sin futuro alguno en el largo plazo. Chávez gobernó su país ofreciendo mitos y nunca verdades políticas para escapar a la responsabilidad del desastre económico que su programa está causando en los venezolanos mayoritariamente. Para ello mintió y fabricó conspiraciones atacando generalmente a chivos expiatorios mientras abrió puertas al desembarco de ideologías teocráticas islamistas como nunca antes sucedió en América Latina.
El caudillo invitó a los venezolanos a no preguntarse lo que ellos podían hacer por el país, sino lo que el país podía hacer por ellos. Compró votos prometiendo que el Estado otorgaría a todos un nivel de vida al que cada cual se sienta con derecho al margen de todo esfuerzo. Y lo más grave, ha tenido algunos éxitos electorales en el último decenio con lo que pudo establecer, un modelo de dictadura neosocialista desde donde persiguió tenazmente a periodistas, miembros del Poder Judicial y a cualquiera que intento ejercer su derecho de estar en desacuerdo con su gestión de gobierno.
Hugo Chávez Frías ha sido el ejemplo mejor acabado y el producto más genuino y supremo de una sociedad en que un electorado inestable y manipulado puede, por medio de una votación, subvertir por completo las instituciones y convenciones que pueden haber durado siglos, como en el caso de la República de Venezuela, una de las democracias más antiguas del continente latinoamericano. Pero Chávez fue, a la vez, un producto del sistema democrático corruptor latinoamericanista.
En su tiempo, Ortega y Gasset esbozo una brillante advertencia sobre la democracia de masas fundamentando que ella puede terminar produciendo “el hombre masa” (un animal-parásito, según Ortega) lleno de miedo y desprecio hacia todo lo que sea diferente y que desde su mediocridad exigen poco. De ellos se valió Chávez para hacerse fuerte en el poder omnipotente que desarrolló. Dicho en otras palabras pareciera que los parásitos sociales triunfaron por mera aritmética sobre los que sí exigen mucho y pueden incluso ser castigados por sus esfuerzos con la correspondiente pérdida de respeto por sus habilidades y especialidades profesionales como por cualquier forma de excelencia a los que realmente aportan a las sociedades libres y democráticas.
Chávez estimuló los gritos y chillidos que no pocos de sus colegas latinoamericanos parecen imitar haciendo creer a su gobernados que “todo es nuestro y somos los dueños ahora”, ofreciendo con ello el rústico resultado de la exaltación vulgar del personalismo y el derrumbe social y económico. Posiblemente en el corto plazo la influencia negativa de Hugo Chávez Frías se apreciará en la inexorable dirección a la decadencia en la que marcha América Latina por su clase política actual, la misma que tanto le admirara en vida.
Hugo Chávez, el hombre que se autoproclamó el presidente de los pobres y visitó santuarios rogando a Jesús por su salud y dijo vencer todo lo que Dios puso en su camino. El mismo que recibió y abrazó al controvertido Mahmud Ahmadinejad, presidente de Irán, sin hacer ninguna clase de distinción entre el bien y el mal, ya no está en esta en este mundo. El tiempo y la historia dirá hasta dónde sus acciones de gobierno han denigrado los derechos y libertades de sus ciudadanos.
La regla indica que con la desaparición física de un líder como Chávez difícilmente el chavismo tenga futuro. Reconstruir Venezuela no será tarea sencilla, pudiera llevar años. Lo venezolanos cuentan tal vez con el punto de partida para desandar el duro camino de ese bravo pueblo para reconstruir su democracia y recuperar sus derechos y libertades, es de esperar que ello ocurra.
Muerto el perro, se acabó la rabia