Alberto Mazor
Israelenlinea.com
Obama llegó a Jerusalén con el deseo de inspirar a jóvenes de Israel mediante un discurso. Tal como lo hizo varias veces en Estados Unidos, buscó pasar por encima de los políticos para llegar directamente a la gente.
Así fue como nos brindó un discurso inteligente, de esos que marcan línea, invocando nuestra pasión, moralidad e historia para argumentar a favor de un nuevo proceso de paz.
Los cínicos podrán decir que nadie duda de que Obama sea bueno con las palabras. Que es un verdadero genio en pintar una imagen visionaria.
Los cínicos – y ellos abundan en esta región – pueden objetar que es más difícil convertir su visión moral en política práctica.
También pueden levantar la sospecha de que Obama está simplemente cumpliendo un trámite. Muchos advierten que la puerta ya se cerró para la posibilidad de que dos Estados, Israel y Palestina, vivan uno al lado del otro.
Pero ningún líder aspira a que esa idea muera durante su mandato. Así que no hace daño intentar resucitarla, incluso si el paciente al final se muere.
Tal vez sea un error ser demasiado cínico. Obama se mostró sincero y hasta llegó a emocionarme con sus palabras. Pero es más una cuestión de si en realidad puede lograr algo en concreto.
El discurso estuvo bien elaborado; fue muy valiente y audaz. Usó las alabanzas a Israel para argumentar a favor de la paz. Nos habló del significado de Pesaj para los afroamericanos, otro pueblo que alguna vez fue esclavo en una tierra extranjera, anhelando la libertad.
Alabó el sionismo, diciendo que – tal como cantamos en nuestro himno – «las personas merecen ser libres en su propia tierra». Pero, con mucha sagacidad, en esa parte todavía no afirmó que eso también se debe aplicar a los palestinos.
Primero nos endulzó con eso de que negar el derecho de existir a Israel, era como negar la existencia del cielo o la tierra, una frase con gusto a Salmo de David.
Lo más audaz de todo fue cuando nos ilusionó con que «un Estado palestino podría asegurar permanentemente el sueño sionista».
Su profundo mensaje llevó dentro un espejo y una advertencia. Se atrevió a afirmar sobre los palestinos lo que ninguno de sus antecesores tuvo el valor de decir antes en Israel: «Pónganse en su piel, miren al mundo a través de sus ojos. No es justo que un niño palestino no pueda crecer en su propio Estado y viva con la presencia de un Ejército extranjero que controla los movimientos de sus padres cada día».
«No es justo cuando la violencia de los habitantes de los asentamientos contra los palestinos no se castiga. No es correcto impedir a los palestinos que cultiven sus tierras, ni restringir la posibilidad de que sus estudiantes se muevan libremente por Cisjordania, ni desplazar a sus familias de sus hogares», señaló.
Si por los asentamientos judíos en Cisjordania, cada vez más y más palestinos abandonan la fórmula de dos Estados, la única solución que les queda es la de uno solo. Es decir, dominando a un Israel más grande mediante la superioridad demográfica y con movimientos en pro de los derechos civiles exigiendo equidad y democracia.
Para que ello suceda podría pasar mucho tiempo, pero llegaría el momento de la verdad, y el resultado final sería el fin del Estado judío.
Parece que Obama nunca se siente más feliz que cuando traza el arco moral del universo, pero nos está tratando de poner un aviso de urgencia, diciendo que en una región que se está desarrollando en forma cada vez más impredecible, la paz se vuelve más dificil de alcanzar a medida que pasa el tiempo.
Igual que Rabín hace 20 años, Obama nos instó – también a los palestinos – a construir antes que nada la confianza y luego ir hacia asuntos más difíciles y ocuparnos de fronteras, refugiados y Jerusalén.
Dentro de pocas horas el mandatario norteamericano iniciará su regreso a la Casa Blanca y centrará su atención en los asuntos internos. Pero este discurso será parte de su legado para bien o para mal.
Una de dos: o será visto como un hombre que promete mucho y cumple poco, o como quien inspiró a nuestos jóvenes a conseguir algo casi milagroso.
«No están solos», nos recordó. Eso quiere decir: No tengan miedo; anímense.
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