Samuel Auerbach
El Holocausto fue la persecución y el asesinato sistemático de aproximadamente seis millones de judíos, auspiciado por el Gobierno de Alemania, a manos del régimen nazi y sus colaboradores.
El 1º de noviembre de 2005, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la resolución por la que se designó la fecha del 27 de enero, Día Internacional de Conmemoración anual en memoria de las víctimas del Holocausto. Se designó ese día por que el 27 de enero de 1945, el ejército soviético liberó el mayor campo de exterminio nazi, en Auschwitz-Birkenau (Polonia).
Pero el criterio que en un principio adoptó Israel para recordar ese día, Yom HaShoah en hebreo, fue hacerlo coincidir con la fecha de la revuelta del Gueto de Varsovia el 19 de abril de 1943, que según el calendario hebreo es el 15 de Nisan. Esta propuesta fue rechazada por coincidir con el primer día de Pésaj, la pascua judía, por lo cual se resolvió por ley aprobada en 1959 por David Ben-Gurion e Yitzhak Ben-Tzvi, que sea el día 27 de Nisán del calendario hebreo, ocho días antes de la conmemoración del Día de la Independencia de Israel.
En el año gregoriano actual, esa fecha coincide con el 8 de Abril, es decir hoy. A las 10:00 horas de las sirenas aéreas sonaron en Israel durante dos minutos. Los vehículos de transporte público pararon por este período y las personas permanecieron inmóviles y en silencio. Hoy los establecimientos públicos están cerrados, la televisión y la radio transmiten canciones y documentales sobre el Holocausto y todas las banderas quedan a media asta.
Corría el año 1943. Yo vivía en la localidad de Berisso, pequeña población portuaria a cinco kilómetros de La Plata, ciudad capital de la Provincia de Buenos Aires, Argentina. La colectividad judía allí establecida disfrutaba de una vida placentera sin tener noticias del infierno en que estaban sumergidos los judíos europeos. Incluso yo no sabía que una hermana de mi padre había sido acribillada por los nazis en una calle de Lemberg, Polonia, con su pequeña hijita en brazos. Ningún judío de Berisso sabía de la existencia de los campos de concentración, de las cámaras de gas, de los hornos crematorios y de las demás feroces máquinas de exterminio que fueron aplicadas contra sus hermanos.
Terminada la guerra, comenzaron a llegar las tristes noticias, como también algunos sobrevivientes, pero ahora con nombre y apellido en vez de números tatuados por identificación. Testigos de la masacre nazi. Testigos del Holocausto. Testigos que a pesar del tiempo transcurrido, no olvidan esos terribles e interminables días. Testigos que aún no son pocos en el mundo. ¿Cómo es posible entonces que a pesar de sus escalofriantes relatos, de las evidencias que motivaron a la Asamblea General de las Naciones Unidas su resolución del 1º de noviembre de 2005, y las pruebas materiales que se conservan en Europa, haya quienes niegan que seis millones de judíos fueron eliminados en ese holocausto, que según ellos no existió?. Es como negar la existencia de la luz, que sólo cabe en mentes enfermas.
Lamentablemente todavía en nuestros días, dueños de mentes enfermas están al frente de gobiernos. Es inaceptable que las Naciones Unidas, creadora del día que conmemora a las víctimas del Holocausto, ofrezca su estrado a una mente enferma. Una mente que por un lado niega ese exterminio de judíos, y por el otro sueña con exterminar a todo un país miembro de esa institución cuya misión es velar por la paz mundial.
Samuel Auerbach.
Natanya, Israel.
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