Ana Jerozolimski
Semanario hebreo
Uruguay
Un día antes de celebrar Iom Haatzmaut, el Día de la Independencia, inmediatamente antes de pasar a las canciones alegres, los bailes y festejos, Israel conmemoró Iom Hazikaron, el Día de recuerdo a sus caídos.
Recordó los 23.085 caídos en servicio por la seguridad del Estado, computándose ya desde 1860, con los primeros muertos en disturbios y ataques contra la población judía, habiendo sido el grueso por cierto en las guerras libradas por la independencia y desde la fundación del Estado. A fin de comprender el significado del número, ayuda el cálculo del promedio, simplemente a modo de ejemplo: un muerto cada tres días.
Pero lo central es tener presente que precisamente por las amenazas que penden sobre Israel, dado que hay servicio militar obligatorio, los soldados que van al ejército al cumplir 18 años, son vistos como “nuestros hijos”, los de todos…lo cual mucho explica sobre la angustia y empatía con la que se acompaña a las más de 17.000 familias dolientes que viven hoy en el país.
Son días solemnes los del recuerdo .Hablan los padres de jóvenes soldados, la radio pasa canciones con letras halladas en las mochilas de los caídos después de su muerte, que vuelven a cobrar vida en boca de famosos artistas…Sus fotos llenan las pantallas y los diarios y la historia de cada familia de luto envuelve al país.
Lo común a todos, es que se fueron antes de tiempo. Que quedarán por siempre jóvenes y que sólo los que los lloran envejecerán, recordándolos a ellos tal cual eran cuando murieron. “Es terrible que no estén”, suelen decir sus padres y hermanos. “Pero no menos terrible es pensar en todo lo que ya nunca podrán hacer….en los hijos que no tuvieron, en los estudios que no alcanzaron a cursar, en la vida que ya no pudieron vivir”.
Y cada historia, con su rostro y sus nombres. Como el de la mujer que se despidió de su flamante esposo cuando sonaron las sirenas en aquel 6 de octubre de 1973, en el día más sagrado del calendario judío-Iom Kipur, el Día del Perdón- al comenzar el sorpresivo ataque conjunto de Egipto y Siria-y que recién después se enteró estaba embarazada y cuya hija jamás conoció a su padre que murió en el campo de batalla.
O el joven soldado que cayó cuando estaba por terminar su servicio militar. O el horror de los padres que vieron a uniformados llegando en medio de la noche a su casa…rogando que les digan que no murió…que “solamente” está herido….
En recuerdo de todos ellos, sonó una sirena de dos minutos en todo Israel, que detuvo el paso de la gente, por la cual frenaron los coches y los ciudadanos se pararon firmes, de pie, en señal de respeto. Así, al mismo tiempo, a lo largo y ancho de Israel.
Y se recordó a los 2.493 civiles asesinados en atentados terroristas desde la creación del Estado. Un promedio de un muerto cada diez días…en ómnibus destrozados por terroristas suicidas, en cafés, restaurantes y discotecas…en una cena pascual, a la salida de un casamiento..En infiltraciones a casas particulares, “copamientos” en los que la intención no era robar sino matar a cuanto israelí encuentren en el camino.
Como la familia Fogel del asentamiento Itamar, que en marzo del año pasado fue escenario de uno de los peores atentados de los últimos tiempos, cuando dos terroristas entraron a su casa un sábado de noche, mataron a Udi y Ruti, los padres, de 36 y 35 años respectivamente, y a tres de sus hijos, de 11 y 4 años y de tan solo tres meses. A los otros dos pequeños no los vieron. La mayor, de 11, encontró a sus padres y hermanos en charcos de sangre, acuchillados, en sus camas…Días atrás entrevistamos a Haim,el padre de Udi, un hombre grande que aún sonríe pero que habla de su hijo, nuera y nietos que ya no están, con la voz entrecortada y secándose las lágrimas.
Y tantos más, de diferentes sectores de la sociedad israelí..Todos con un común denominador : se fueron antes de tiempo..y sus familias los recordarán no sólo lamentando que no están sino también llorando por todo lo que no alcanzaron a hacer.
Y un aspecto saliente de las ceremonias recordatorias, de los discursos de las autoridades y de las palabras tristes de los familiares que perdieron a sus hijos, es que no sentimos la expresión de odio. En las alocuciones oficiales hay sí aclaración al “enemigo”, de que siempre encontrará a Israel preparado para defenderse, de que no bajará la guardia, de que está alerta. Pero no se habla con odio al vecino. No se le ofrece por cierto la otra mejilla, pero junto al mensaje de firmeza ante las próximas amenazas, no se da lugar al odio.
Y quizás con cierta ingenuidad, seguimos pensando en todo lo que ganarían los vecinos de Israel si no vieran en su existencia en la región una amenaza sino una oportunidad.
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