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| domingo diciembre 22, 2024

A 46 años de la Declaración Nostra Ætate


Dr. Alberto Zimerman*

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Recuerdo un día, siendo niño, leí una hermosa leyenda de un hombre que encontró un árbol que daba frutos muy dulces, brindaba una sombra importante y a su lado  había un manantial.

Le comenté esta lectura a mi papá, consultándole donde podría encontrar el tan maravilloso árbol. Su respuesta fue: “está dentro tuyo”. -Si deseas conseguirlo, busca un suelo, fertilízalo; busca buenas semillas, plántalas; cuida la germinación, riégalo permanentemente, ponele testigos para que crezca derecho, protégelo de los ataques externos. En unos años tendrás el árbol deseado. Si no sos vos, seguro que tus hijos, tus nietos y todos sus amigos, podrán disfrutar de los frutos: los árboles son para todos los seres humanos-.

Este cuento me resulta análogo a la declaración Nostra Ætate, “En nuestra época”, emitida por el Concilio Vaticano II y presentada en octubre de 1965.

Este “árbol” fue sembrado por la Iglesia Católica Apostólica Romana, quien abonó su suelo y plantó semillas, influenciada por las trágicas circunstancias vividas en el mundo pocos años antes: la Shoá.

Esta declaración en sí misma fue (en palabras de uno de los teólogos católicos más importantes) “pequeña y limitada”.

Pero fue un punto de inflexión. Una bisagra en las relaciones híper-complejas y conflictivas entre ambas confesiones: catolicismo y judaísmo. Además abrió las puertas al diálogo católico con otras religiones.

Lo importante es lo que pasó después. El permanente cuidado de ese árbol, su riego, el abono a la tierra: los otros documentos, acciones, pedidos concretos de perdón.

Desde el lado del pueblo judío, hubo un solo aporte: “Dabrú Emet”, que es muy poco conocido. Se trata de un documento firmado por 170 rabinos y profesores, escrito en el año 2000 basado en el texto de Isaías 23:2-3, que invita a nuestra comunidad a dialogar con el catolicismo.

Debemos ayudar a que este árbol crezca, de sombra, frutos y exista un manantial del cual podamos beber todos los seres humanos de nuestro mundo.

*[1] Dr. Alberto Zimerman. Protesorero 1 y  Secretario de la Comisión de Diálogo Interconfesional de la DAIA

 
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