Ezequiel Eiben
¿Qué le sugiere la siguiente declaración?: «Repudiamos el campo de concentración, y exhortamos a que se averigüe y se condene a los responsables locales de el»[1]. ¿Puede identificar concretamente al victimario en el asunto? ¿Puede conocerlo en su totalidad? Piense por un momento qué hubiera dicho usted si viviendo en la época de la Shoa o en los inmediatos tiempos post Shoa, escuchaba a algún dirigente comunitario judío hablar en esos términos. Seguramente usted como mandante le hubiese requerido al mandatario que dijera toda la verdad, o por lo menos, algo más concreto, más tangible, que permitiera saber y entender específicamente de quienes se hablaba. Un reclamo justo al dirigente hubiese sido que mencionara en su repudio a los nazis como victimarios en vez de limitarse a describir la metodología del agresor (en este caso el campo de concentración), y que pidiera condena a todos ellos (cúpula máxima incluida), no solo a los nazis o colaboracionistas locales que trabajaban en el campo de concentración.
Lamentablemente expresiones ambiguas, ambivalencias, comunicados poco claros y frases envueltas en nebulosa como la arriba mencionada, han sido moneda corriente en nuestra realidad, por parte de la dirigencia judía de Argentina en lo concerniente al atentado terrorista a la AMIA. Hemos escuchado hasta el hartazgo pedidos de justicia insuficientes e ineficientes, que pecan por vacuidad, ocultamiento y/o desconocimiento de la información relevante disponible. De esta forma, por más que el dictamen elaborado por el fiscal de la causa Alberto Nisman, producto de una exhaustiva investigación sobre los hechos y protagonistas, arrojara los datos necesarios para saber quién cometió el atentado, trabajando para quién, y en nombre de qué lo cometió; y estuviera ahí a disposición para aprovecharlo y difundir su contenido; durante años tuvimos que escuchar declaraciones oficiales de parte de la dirigencia judía tales como: «Repudiamos el atentado terrorista, y exhortamos a que después de tantos años sin justicia y sin conocer los culpables se condene a los responsables de la conexión local»[2]. Esta parte de la dirigencia condenaba la metodología del crimen (el atentado terrorista) sin condenar explícitamente, ni siquiera mencionar por su nombre, al agresor: el islamismo de la teocracia de Irán. Esta parte de la dirigencia seguía hablando de años sin justicia como si se estuviera en la misma situación que en los comienzos de la causa (cuando hubo encubrimientos, engaños y sobornos), sin dar cuenta de la corrección y avance en la causa que significó el trabajo de Nisman y la UFI (Unidad Fiscal de Investigación del caso AMIA, compuesta por 40 profesionales), gracias al cual podemos conocer los culpables del atentado. Esta parte de la dirigencia seguía concentrada en la conexión local del atentado como si fuese la clave del asunto, o como si arrastrara la responsabilidad exclusiva del crimen, dejando de lado al agresor principal sin el cual no podría existir siquiera una «conexión». Con las cosas dadas de ese modo (corrupción en los funcionarios públicos, y negligencia acompañada de inoperancia en los dirigentes comunitarios), eran de esperar ocultamientos y trabas a la salida a la luz de la verdad.
Hay que conocer y reconocer al enemigo. Conocer para saber quién es; reconocer para aceptar el hecho de que se enfrenta a nosotros y actuar en consecuencia[3]. El enemigo aquí, responsable del atentado terrorista a la AMIA, es el Irán dominado por el islamismo. Irán es un Estado terrorista, hay que decirlo. Irán está dominado por el islamismo que es violencia al por mayor, hay que decirlo.
Los argentinos en general deben saber que fueron agredidos por Irán, cuyo gobierno difunde el terrorismo islamista internacional. Los judíos en especial deben saber que Irán los quiere muertos, encuéntrense donde se encuentren. Pruebas: En Israel viven más de 6 millones de judíos, y el presidente de Irán Mahmoud Ahmadinejad manifiesta que quiere borrar a Israel del mapa. Irán quiere finalizar la construcción de una bomba nuclear, y tener así la capacidad de desplegar un genocidio rápido y eficaz. Irán equipa y da asistencia económica a Hamas y Hizbollah, bandas terroristas con presencia en la franja de Gaza y el Líbano respectivamente, que buscan la destrucción de Israel. Irán es responsable a través de Hizballah del atentado a la AMIA, es decir, una agresión perpetuada contra una institución judía (no israelí) en Argentina (no en Medio Oriente). Está claro que Irán no solamente quiere atacar desde su territorio, sino también desde otros lugares donde tiene colaboradores y sicarios; no solamente a través de sus propias fuerzas militares y terroristas, sino también a través del financiamiento del terrorismo internacional; no solamente a Israel, sino también en otras latitudes donde se encuentren judíos.
En definitiva, si hay algo que los argentinos deben saber, es que Irán cometió el atentado en su país en desprecio a los derechos individuales de todos sus ciudadanos, no solamente de las víctimas del mismo (para el terrorismo mientras más víctimas haya, mejor). Si hay algo que las comunidades judías deben exigirle a sus dirigencias, es claridad, precisión, honestidad y transparencia, no solo en lo discursivo, sino en las acciones concretas. Si las dirigencias pretenden ser servidoras de las comunidades y asumir funciones de liderazgo y representación, deben estar a la altura de las circunstancias, y conocer y reconocer cuando hay un enemigo que pretende aniquilar a los representados (sin olvidar que ellas están incluidas también entre las potenciales víctimas). Y si hay algo para lo cual los judíos deben estar preparados, es el momento en el cual el enemigo feroz y brutal desate finalmente su violencia definitiva a gran escala en una contienda de vida o muerte. Cada uno podrá aportar desde su lugar y en la medida de sus posibilidades. El primer paso es hacer lo contrario a la parte de la dirigencia comunitaria que incurrió en prácticas lamentables de mirar hacia otro lado; es decir, hay que focalizarse y empezar por conocer y reconocer al enemigo: el islamismo de Irán. A partir de eso, se puede actuar con contundencia.
[1] La declaración es ficticia, y es puesta únicamente a modo de ejemplo ilustrativo del punto tratado.
[2] Ídem
[3] No queremos emplear aquí la palabra «reconocer» en el sentido de brindar legitimidad a la otra parte. El islamismo es ilegítimo, y solo lleva a la repugnancia moral. El empleo del vocablo va dirigido en sentido de reconocimiento del hecho de la existencia de un enemigo.
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