Shirin Ebadi, la primera mujer musulmana Premio Nobel de la Paz, confiesa a LD que no se cree «la farsa» de las elecciones en Irán que se celebran hoy
Barbara Ayuso
Libertaddigital.com
A Shirin Ebadi se le escapa una mueca de desagrado cuando se habla de las elecciones iraníes que se celebran hoy. Tras 30 años luchando por los derechos humanos y sufriendo en sus carnes la pertinaz represión de la República Islámica, salta como un resorte si democracia e Irán se conjugan en la misma frase.
«Las elecciones no son libres, eso lo primero», dice, recordando las más de 600 candidaturas que el Consejo Supremo ha anulado porque sus líderes eran mujeres, reformistas, o lo que es lo mismo «enemigos de Alá». «Además, nuestra Constitución dice que el Líder Supremo es quien manda, el presidente no tiene ningún poder», señala. «Han perdido el apoyo popular y ahora lo único que quieren es generar miedo, terror», subraya, en una entrevista para Libertad Digital.
Durante años, Ebadi defendió a esos mismos compatriotas que hoy no acudirán a las urnas para expresar su desagrado con un sistema «que no tiene ninguna intención en respetar la voluntad del pueblo, porque sabe que no cuenta con su apoyo», explica. Ella fue una de las primeras juezas del país, aunque el sueño duró poco. Con la llegada de la revolución islámica en 1979, fue destituida del cargo por el mero hecho de ser mujer, condición que el nuevo régimen consideró incompatible con la judicatura. Su despido fue sólo el inicio de los años negros que estaban por llegar.
Reconvertida en abogada, Shirin Ebadi consagró su vida a defender hasta la última violación que perpetraba el nuevo régimen, cuyas atrocidades «superan a lo que vivimos con el Shá», apunta. Ha defendido a periodistas, presos políticos y de conciencia, escritores o familias de estudiantes asesinados por las milicias del régimen. Pero fue su estremecedor trabajo sobre la marginal situación de la mujer y de la infancia en el país de los ayatolás lo que en 2003 le valió el Nobel de la Paz. La República Islámica enfureció con la concesión del galardón, y puso a punto su maquinaria represiva para «castigar» el gesto que Ebadi realizó en Noruega.
Y es que, la primera mujer musulmana en recibir el Nobel acudió sin velo a recoger el premio, como obliga la legislación iraní. Tras ello, Irán lo intentó todo para obligarla a abandonar su despacho en Teherán: le quitó sus propiedades, le metió en la cárcel, detuvo a su hermana, lr acusó de ser agente de la CIA, y aprovechó una de sus conferencias en un país extranjero para confiscarle el Premio Nobel. Desde el negro 2009, en el que el régimen aplastó la «Marcha Verde» que protestó contra el amaño de las elecciones, Ebadi no puede volver a Irán, si quiere seguir con vida.
Ahora, vive entre «EEUU, Londres y los aeropuertos», continuando con la labor de denuncia de los atropellos del Régimen contra los derechos humanos. Esta semana visita Madrid, donde participa en el Congreso Internacional sobre la abolición de la Pena de Muerte. Ebadi recuerda que, mientras China siga ocultando las cifras de sus ejecuciones, Irán es el país del mundo donde más ejecuciones se producen. «Y no por crímenes de sangre, se ejecuta a ladrones, homosexuales o adúlteras», explica, «que además, no tienen un juicio justo».
Ebadi coincide con el resto de expertos en derechos humanos, y constata que «la situación en Irán empeora pre-elecciones y post elecciones», pero no cree que se deba a la presión internacional. «Yo no estoy de acuerdo en que el hecho de que los ojos estén puestos en Irán en este momento ayude a que mejore la situación de derechos humanos», resalta. «Porque en Irán desde 2012 cuenta con un comisario especial para denunciar estas violaciones. Ves los informes y ves que no ha cambiado absolutamente nada», explica.
Islam y democracia
La meta de Shirin Ebadi tiene el mismo nombre desde hace 30 años: «El secularismo es el primer peldaño para la democracia», dice rotunda. Aunque ella profesa la fe musulmana, siempre ha apostado por que la religión debe quedar aislada del Estado, como única vía para que Islam, democracia y derechos humanos sean compatibles. «Porque lo son», subraya.
«Realmente contamos con interpretaciones del Corán que favorecen la situación de la mujer», explica, «pero el problema fundamental es que los países que no son democráticos, como Irán, no aceptan este tipo de interpretación», resalta.
Para Ebadi «el tema no está en la religión, el tema está en si vamos a tener democracia en el país o no, si un país, un gobierno que es democrático, va a aceptar sin problemas las interpretaciones que hay de esas leyes».
Pero, en opinión de Ebadi, no sobran los ejemplos en los que el poder político utiliza el islam como eficaz herramienta represiva. ¿A qué país debería mirar Irán para construir una democracia secular, que deje al margen el componente religioso y respete los derechos de la mujer? «A ninguno», contesta. No obstante apunta que «algunos países cuentan con mejor situación. Por ejemplo en Arabia Saudí las mujeres no pueden siquiera conducir un coche, pero en países como Indonesia o Malasia las muejeres llevan muchos años en la vida política, y han llegado a ocupar puestos importantes en la alta política».
Ebadi no teme a los temas espinosos y es ella quien introduce la discusión fundamental: «Hay una gran pregunta que se nos plantea aquí. ¿Qué pasa en un país con elecciones libres y en el que la gente vota a favor de un partido político islámico? Como en Egipto y Túnez. ¿Qué hacemos? ¿Podemos decir que la gente no puede votar a esos partidos? ¿Podemos meter a los partidos dentro de una habitación y tirar la llave?», pregunta, siendo cosciente de que sólo hay una respuesta posible. «Por eso el tema no está en la religión, lo que hay que hacer es dar una interpretación del islam que sea compatible con los derechos humanos y la democracia, y no permitir que se use, o se haga mal uso del nombre de Alá».
«Las mujeres son muy buenas luchadoras»
Desde que comenzara la Primavera Árabe, Ebadi hizo público su recelo. «Podía ocurrir lo mismo que con Irán, que quitamos un dictador y pusimos un dictador religioso en su lugar», aseguró. Lejos de complacerse por lo acertado de su vaticinio, la Premio Nobel se esfuerza en buscar motivos para optimismo: «En unas elecciones libres ganaron los hermanos musulmanes en Egipto», recuerda «pero la gente hoy se enfrenta a [Mohamed] Morsi y no le permiten que se extralimite. Especialmente las mujeres, que son muy buenas luchadores», dice, aludiendo a la excepcional violencia que están sufriendo en el país del Nilo.
Shirin Ebadi no puede evitar desviar el tema hacia la principal lucha de su vida: «Lo más importante que hay que señalar es que las mujeres en Egipto se han concienciado, y están detrás de sus derechos. Ellas dicen que la revolución no ha terminado, lo cual es buenísimo, porque hasta que las mujeres no lleguen a establecer sus derechos no termina la revolución». La Premio Nobel considera que el islamismo egipcio «está tratando, con el fundamentalismo como instrumento de violación, de enfrentarse a las mujeres, para hacer que las calles se conviertan en lugares inseguros».
Con respecto a la guerra en Siria, Ebadi tampoco tiene buenos augurios: Al Assad no caerá mientras siga contando con el apoyo de Irán. «Hemos enviado soldados, hemos enviado dinero, da armas, y los iraníes estamos en contra de este tipo de apoyo, porque nos sentimos solidarios con el pueblo sirio», explica.
La abogada y profesora expresa su preocupación por la actual situación de la región, y la amenaza nuclear que supone Irán. No obstante, considera que las sanciones establecidas por la comunidad internacional para tratar de frenarlo, han errado el tiro. «Lo único que han conseguido las sanciones es que la gente en Irán sea más pobre ahora, mientras un grupo pequeño de personas del régimen lo han aprovechado y se han hecho más ricos con ello», explica. «Las sanciones económicas nunca han ayudado a derribar un gobierno. Te acuerdas que en Irak fue sancionado durante 10 años? ¿Y para qué ayudó?», se pregunta.
Shirin Ebadi se reserva el optimismo para la última pregunta: ¿Volverá algún día a un Irán democrático?. «Por supuesto que sí. Los iraníes van a continuar su revolución, pero de manera pacífica . El proceso continuará día a día, y el descontento con la República islámica es lo que va a acabar con ella», responde. Mientras, sigue luchando para que ser mujer, no llevar velo y defender los derechos humanos deje de ser motivo de ejecución pública en Irán.
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