CAMERA on Campus
18 de Junio de 2013
Cuando manifestantes en Amberes cantan “Hamas, Hamas, todos los judíos a [las cámaras de] gas”, y cuando los niños judíos son asesinados en Toulouse frente a un colegio judío, la mayor parte del mundo reconoce estos actos como antisemitismo.
Desafortunadamente, son las más sutiles y matizadas manifestaciones de racismo y antisemitismo las que suelen pasarse por alto. Natah Sharansky escribió en un ensayo de 2004 (Seeing Anti-Semitism in 3D) que:
“… en tanto que el antisemitismo clásico se percibía como dirigido hacia la religión judía o hacia el Pueblo Judío, el nuevo antisemitismo está dirigido ostensiblemente hacia el Estado Judío. Puesto que este antisemitismo puede esconderse detrás de la crítica legítima a Israel, es mucho más difícil de exponer”.
Recientemente, un grupo de estudiantes de Harvard lanzó una campaña en protesta contra una política – internacional y local – de Hillel que prohíbe las alianzas con grupos estudiantiles que “apoyen el boicot, las desinversiones o las sanciones contra el Estado de Israel”. En una carta abierta a la comunidad Hillel, la Alianza Judía Progresista de Harvard (PJA), lamentaba el hecho de que no pudiese celebrar un evento copatrocinado por el Comité de Solidaridad Palestina de Harvard – un grupo que apoya plenamente el movimiento de boicot, desinversiones y sanciones contra Israel (BDS) – en el centro Hillel de Harvard. La PJA, disgustada por esta decisión, lanzó una campaña exigiendo que “Hillel no tenga una norma en cuanto a la filiación política de los grupos, organizaciones y oradores con los que se asocia, aloja y acoge”.
La PJA deja lugar para una excepción. Durante mi conversación de la semana pasada con el líder del grupo, reconocieron que Hillel si bien debe promover el “debate abierto y la discusión crítica… esto, por supuesto, no significa que Hillel tenga que prestar el espacio para la expresión de puntos de vista racistas, antisemitas o de odio”. La PJA entiende que, si bien un grupo estudiantil puede entablar un diálogo con cualquier persona o grupo que elija – incluso si el orador o el grupo defienden posturas aborrecibles – una Universidad, el Departamento de una Universidad o una organización del Campus como Hillel, no pueden recibir imposiciones y tienen el derecho a negarse a suscribir, patrocinar o apoyar cualquier orador o evento.
¿Es el movimiento BDS distinto de cualquier otro grupo que pretende negar los derechos de grupos de personas basándose en su etnicidad, raza, religión o sexo? ¿Podría alguien sostener que se requiere que el Departamento de estudios Africanos y Afroamericanos de Harvard patrocine charlas de miembros del Ku Klux Klan en el campus?
El BDS aboga por una “campaña global de boicot, desinversión y sanciones contra el Estado de Israel hasta que cumpla con sus obligaciones bajo el derecho internacional y humanitario”. Los líderes del BDS aseguran – y muchos seguidores lo creen – que el movimiento promueve la “libertad, la igualdad de derechos… y la paz mundial”, centrándose en “los derechos fundamentales del pueblo palestino”. Teniendo en cuenta estas declaraciones, se podría esperar que el BDS pidiera sanciones contra Siria, donde cerca de 1000 palestinos fueron asesinados el años pasado; o el boicot contra Gaza, donde, bajo la autoridad de Hamas, la libertad política y religiosa está restringida y los derechos de la mujer, seriamente limitados. En cambio, el movimiento se centra en Israel, la única nación de Medio Oriente que ofrece plenos derechos a las mujeres y a las minorías.
Entonces, ¿cuáles son las obligaciones que el BDS le exige a Israel cumplir de acuerdo con el derecho internacional? Según el sitio web del BDS, Israel debe “respetar, proteger y promover el derecho de los refugiados palestinos de volver a [Israel]”. Pero no sólo el “derecho de retorno” no tiene base alguna en el derecho a aparece en ninguna resolución de la ONU, sino que el presidente Barak Obama también señaló en 2008 que “el derecho de retorno… acabaría con Israel como un Estado Judío”. Omar Barghouti, un líder clave del BDS, comprende esto: “si los refugiados [palestinos] retornaran, no habría una solución de dos estados, habría una Palestina al lado de otra Palestina”, le refirió le refirió a estudiantes en la Universidad de Yale a principios de mes, en un evento patrocinado por Estudiantes por la Justicia en Palestina de Yale.
Al promover el derecho de los refugiados palestinos a regresar a Israel, el BDS aboga – a sabiendas, aunque discretamente – por la aniquilación de Israel como un Estado judío. Negarle al Pueblo Judío un Estado, al tiempo que respalda la creación de un nuevo estado nación basado en criterios étnicos – como Palestina – es antisemita. Como Abe Foxman, Director Nacional de la Liga Antidifamación escribió el 8 febrero en una carta abierta al diario The New York Times: “estamos hablando de odio, no mera crítica. El movimiento BDS es, en su esencia misma, antisemita”.
Es posible que muchos partidarios y simpatizantes del BDS, incluyendo estudiantes de Harvard, no comprendan los auténticos objetivos de dicho movimiento. Pero una vez que uno se da cuenta de que el BDS promueve el odio, no la paz; uno también entiende que participar en el BDS es la antítesis de la creación un entorno en el cual pueda tener lugar un diálogo constructivo y significativo.
El antisemitismo sólo puede ser derrotado si es expuesto. Hillel en Harvard, en el marco de Hillel internacional, acierta al establecer normas morales claras que prohíben el patrocinio y asociarse con grupos, judíos y no judíos, que niegan el derecho de Israel a existir. “El mal no puede ser derrotado si no puede ser reconocido”, escribió Natan Sharansky en 2004, “y la única manera de reconocer mal es trazar líneas morales”.
Artículo de opinión escrito por Sara Greenberg y publicado en The Times of Israel
http://revistamo.org/article/unas_l%C3%ADneas_morales_claras_excluyendo_al_bds_de_hillel.asp
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