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| domingo noviembre 17, 2024

La Primavera Egipcia Aún No Ha Terminado


Ana Jerozolimski

Semanario Hebreo. Uruguay

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El Presidente de Egipto Muhammad Mursi, representante de los Hermanos Musulmanes, electo hace exactamente un año en las urnas, ha sido defenestrado. El ejército egipcio intervino, pero no para tomar el poder sino, según aclara, para impedir el estallido de un enfrentamiento violento. Retiró a Mursi del palacio presidencial, declaró que la autoridad pasa al Presidente del Tribunal de la Constitución, al frente de un gobierno interino, hasta que sean llevadas a cabo nuevas elecciones, en una fecha aún no determinada, y advirtió que actuará con mano dura contra quien actúe en forma violenta, venga de donde venga.

Hay que admitir que aunque un candidato islamista no podía, de entrada, parecernos una buena opción- al menos analizando el tema desde una óptica judía y pensando en el interés del Estado de Israel-a primera vista los sucesos de los últimos días en Egipto podían resultar chocantes. Mursi fue electo por el 51.5% de los votantes egipcios, en elecciones democráticas, y no robó su victoria. ¿No era justo darle más tiempo para intentar estabilizar la situación, lidiar con los serios problemas económicos de Egipto y tratar de realizar una exitosa gestión de gobierno?

Evidentemente, los millones que salieron a la calle en los últimos días-y en tiempo record de tres o cuatro días derribaron a Mursi-no lo hicieron repentinamente. La frustración que se fue acumulando y lo que estalló en la simbólica Plaza Tahrir y otros puntos de país, tapando totalmente puntos centrales de El Cairo  como una masa de langosta que lo cubría todo, fue producto del hecho que el Presidente electo democráticamente, no ejerció su poder en forma democrática y por ende, en solamente un año, traicionó la voluntad del pueblo al que prometió servir.

Mursi no habría podido ganar únicamente con los votos de los islamistas. También jóvenes opuestos al derrocado régimen de Husni Mubarak lo apoyaron, como alternativa al gobierno anterior, creyendo en su promesa de inclusión y servicio en pro de los egipcios todos. También ellos estaban estos días en Tahrir, convencidos de que el Presidente electo en nombre de los Hermanos Musulmanes, había agotado la confianza.

En los doce meses que estuvo en el poder, Mursi estuvo mucho más ocupado en tratar de imponer un proceso de islamización en Egipto, que en intentar resolver sus terribles problemas económicos. Cambió la Constitución, introduciendo numerosos puntos propios de la islamización, mediante un proceso ilegal y autoritario, preocupándose de colocar cientos de  islamistas en todos los puestos claves, en lo que la gente vio como un evidente esfuerzo por cambiar el rostro de Egipto.

Los vaticinios sobre el “invierno islamista” que se venía con Mursi, quedaron enterrados por ahora en la nueva revolución en la plaza Tahrir. Mucho falta todavía por hacer, los desafíos para quien sea que gobierne Egipto son titánicos, y claro está que lo que une a los opositores todos, es el rechazo a Mursi. Es una gran cosa, pero para el futuro, no será suficiente.

De todos modos, sin una pacificación del país, sin tranquilidad política, no se podrá abordar el esfuerzo de reconstrucción de la economía. Los millones de Qatar que iban a los Hermanos Musulmanes, desaparecerán…y Egipto necesitará una alternativa.

Desde el punto de vista de Israel, no se espera un gran cambio en la práctica. Mursi había prometido respetar tratados internacionales, ya que sabía que lo contrario le significaría el fin de la ayuda norteamericana, pero claro está que no era pro sionista ni nada similar. Sus opositores políticos no son más afines a Israel, pero al carecer el fundamento religioso de los Hermanos Musulmanes, quizás haya otra base de diálogo más próspero. De todos modos, el tema central de Egipto ahora es interno, y nuestra referencia al aspecto israelí se desprende únicamente del lógico interés que nos despierta el tema, y no de nada que sea urgente ahora en El Cairo.

Cabe mencionar, casi como anécdota, que resulta increíble que también en las circunstancias actuales se haya visto en la plaza Tahrir carteles de protesta contra Mursi, en los que sus opositores colocaban su foto sobre la bandera de Israel, como sinónimo de rechazo. Era como presentarlo como “aliado de Israel” , aún sin usar esas palabras, para criticarlo….justo a él, de los Hermanos Musulmanes, que hasta tuvo proclamaciones antisemitas en el pasado y que por cierto, aunque respetó el acuerdo de paz con Israel, lejos estaba de ser un Presidente amigo de su vecino del sur.

Se ve que es una lamentable muletilla árabe, un resabio de los tiempos pre revolución, en la que los árabes todavía parecían creer que sus problemas son por Israel y no por sus propios gobernantes.

Deseamos a Egipto paz y prosperidad. Que resuelvan su crisis política sin enfrentamientos cruentos y sin choques violentos. Que los millones en la plaza Tahrir no tengan que volver a juntarse ni en un año ni después…para exigir reformas y democracia.

 
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