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| domingo noviembre 17, 2024

La política y la economía en Palestina


abbas

“La situación en este país me obligó a renunciar”, escribió en su cuenta de Twitter Rami Hamdallah a fines de junio cuando dejó el cargo de Primer Ministro que ocupó por apenas un mes. “Conflictos, confusión, corrupción. Palestina necesita una verdadera reforma política”, sentenció.

El presidente Mahmoud Abbas había designado a Hamdallah -miembro leal de Fatah, la agrupación históricamente central del nacionalismo palestino- en reemplazo de su hábil previo premier Salam Fayyad, con la esperanza de tener a una figura controlable y sumisa. Pero las cosas resultaron de otro modo. Con su renuncia, Hamdallah recordó a la clase gobernante que la transparencia, la eficiencia y la visión de largo plazo son menesteres para la viabilidad de un Estado palestino. Su salida es apenas una secuela de la saga iniciada con la partida del tecnócrata Fayyad y alerta a propósito de la inestabilidad crónica de la política en Palestina.

Fayyad había sido nombrado Ministro de Finanzas en 2002 a pedido de los países donantes de la Autoridad Palestina, preocupados por los desvíos de sus aportes a cuestiones desvinculadas del progreso económico de la entidad. Educado como economista en los Estados Unidos y con una experiencia de 14 años de trabajo en el Fondo Monetario Internacional, Fayyad aportaría el profesionalismo necesario. Su no pertenencia a Fatah sugería que no se dejaría llevar por las pasiones ideológicas de sus colegas. Y así fue. A partir de 2007 pasó a ser el Premier, segundo sólo al presidente Abbas. Bajo su guía comenzó un genuino proceso de construcción institucional en Palestina. Según un informe del Instituto Washington para la Política del Cercano Oriente, Cisjordania tuvo un crecimiento del 9% en el período 2008/2010. Se implementaron 1.700 programas de desarrollo comunitario, se construyeron 120 escuelas, 50 clínicas, tres hospitales, se pavimentaron 1.500 kilómetros de carreteras y se instalaron mil kilómetros de tuberías de agua. Para 2011, el Banco Mundial aseguró que existía en Palestina la infraestructura propia de un Estado.

La popularidad de Fayyad era del 53% ese mismo año, mientras que el Gobierno de Hamas en Gaza (enemistado políticamente con el de Cisjordania) contaba con un 34% de aprobación popular. Eso debió haber alegrado a los partidarios de Fatah, pero ocurrió lo contrario. El resentimiento y la envidia contra el exitoso funcionario prevalecieron. Fayyad fue visto con recelo, como una figura demasiado independiente y demasiado alejada de las ambiciones nacionalistas.

El quiebre definitivo ocurrió en el contexto de las iniciativas del presidente Abbas de 2011 y 2012 al postular a Palestina como Estado reconocido dentro del sistema de las Naciones Unidas. Fayyad advirtió con vehemencia que habría consecuencias económicas severas para los palestinos. Cuando la asistencia foránea alcanza el 14% del PIB palestino, el 22% de los puestos de trabajo pertenece al sector público y se está incapacitado de contener las implicancias del distanciamiento de Washington y Jerusalén, alegó Fayyad, era imprudente avanzar con la ofensiva diplomática en la ONU.

Nadie quiso escucharlo y las consecuencias se sintieron inmediatamente. Increíblemente, el establishment palestino culpó a Fayyad, no al intransigente Abbas, por la situación. La tensión se elevó y finalmente el economista presentó su renuncia.

El presidente Abbas, sucesor del mítico Yasser Arafat, ha demostrado ser más moderado que su antecesor en lo referido a la violencia política. Hasta el momento él ha preferido recurrir a la chicana negociadora y a la presión diplomática para avanzar los intereses palestinos. Pero todavía está a años luz de exhibir la idoneidad y el compromiso despolitizado con el destino de Palestina de sus renunciantes tecnócratas. Con Egipto en plena crisis política, Siria en sangrienta guerra civil, Jordania y el Líbano inestables y el Medio Oriente en general bastante convulsionado, ése es un lujo que el Presidente palestino no podrá darse por mucho tiempo más.

Julián Schvindlerman es escritor y analista político especializado en Oriente Medio.

 
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