De manera casi unánime, la prensa en español informó del indulto y excarcelación de la primera tanda de presos (26 presos con condenados por diversos crímenes) que Israel liberará como un gesto de buena voluntad hacia la Autoridad Palestina, para que ésta retorne a la mesa de negociación.
Pero, llamativamente – y salvo contadas excepciones -, las crónicas sobre la liberación de los presos no mencionan quiénes son los presos; qué crímenes cometieron y, mucho menos, quiénes son sus víctimas.
El estadounidense El Nuevo Herald publicaba el 13 de agosto de 2013 que:
“Once presos palestinos liberados por Israel llegaron a Cisjordania y otros 15 a Gaza en la madrugada del miércoles, comprobaron periodistas.
[…]
‘Es el día más importante de nuestras vidas. Estamos muy felices’, dijo Mahmud Salah, de 52 años, que esperaba en Beitunia poder ver a su hermano Moqdad que pasó 21 años en una cárcel de Israel, donde purgaba una cadena perpetua”.
Y, ¿por qué cumplía cadena perpetua? El diario no contesta esa pregunta.
Moqdad (Tsalah Ibrahim Ahmed Mugdad) cumplía una condena de 32 años por el asesinato de Israel Tennenbaum. Tennebaum tenía 72 años y trabajaba como guarda en un Hotel en el que Moqdad irrumpió, quien mató a Tennebaum golpeándolo en la cabeza con una barra de acero.
Por su parte, el diario español ABC elegía, el mismo día, una crónica de la agencia EFE, a la que titulaba de la siguiente manera:
Israel bombardea la franja de Gaza tras liberar a los presos palestinos
¿Una revancha israelí?
No.
El medio explica, en los dos primeros párrafos, que:
“Al menos dos proyectiles han sido disparados este martes desde la Franja de Gaza contra territorio israelí en medio del proceso de excarcelación de 26 presos palestinos por parte de las autoridades de Israel. En base a las primeras informaciones, uno de los cohetes ha impactado en el interior del enclave, mientras que el otro lo ha hecho en una zona no habitada cerca de la localidad de Sderot, sin causar heridos. Poco después, las alarmas antiaéreas han vuelto a sonar en Sderot y Shaar Haneguev, según ha informado Israel Radio.
Cientos de palestinos recibieron hoy en el paso de Betunia, al suroeste de Ramala, con banderas y gritos de alegría a once de los veintiséis presos que Israel dejó en libertad como gesto de confianza para el reinicio de las negociaciones de paz mañana, miércoles”.
Por qué no titular, por ejemplo:
Disparan cohetes desde Gaza mientras Israel excarcela a 26 presos palestinos
Como sea, los presos se pierden detrás de la cortina de humo del “bombardeo israelí” y, detrás de la misma cortina, se extravían también sus crímenes y sus víctimas.
En tanto, elPeriódico.com decía el 14 de agosto de 2013, que:
“Cientos de palestinos han recibido en los pasos fronterizos deBetunia, al suroeste de Ramala (Cisjordania), y de Erez, en Gaza, a los26 presos que Israel ha dejado en libertad como gesto de confianza para el reinicio de las negociaciones de paz este miércoles”.
La agencia EFE, por otro lado, sí mencionaba a algunos de los presos y daba cuenta del por qué de sus detenciones, aunque se olvidaba de nombrar sus víctimas:
“La noche en Gaza y Cisjordania se llenó hoy de abrazos, cánticos y fuegos artificiales para recibir a los 26 presos palestinos liberados por Israel tras dos décadas entre rejas y a pocas horas de la reanudación de las negociaciones de paz.
Los reclusos fueron trasladados tras la caída del sol a los pasos de Betunia, al suroeste de Ramala, y Erez, de acceso a Gaza, donde esperaban centenares con banderas y gritos de alegría.
Israel, para evitar las imágenes de regocijo y reivindicación patriótica que tanto cuesta digerir a sus ciudadanos, organizó en esta ocasión el transporte en furgones con cristales tintados, a lo que se suma la tardía hora elegida.
[…]
… los reclusos, ya de mediana edad, descendieron y la Policía tuvo que contener a sus familiares, que se saltaban el cordón humano para ser los primeros en abrazar a sus seres queridos, a los que llevaban más de dos décadas sin tocar.
Taher Zabud, por ejemplo, se fundía en un abrazo de segundos con su hermano mayor Ibrahim, ajenos al griterío y a los flashes de las cámaras.
‘Sólo le había visto una vez en la cárcel, hace diez años’, contaba Ibrahim, convencido de que su hermano encontrara pronto una mujer con la que casarse y construir la familia truncada por el presidio.
Taher entró en prisión con 21 años para otros tantos (que hubiera acabado de cumplir dentro de seis meses) por disparar contra un asentamiento y tratar de matar a un policía israelí.
Ahora tiene 42 años y un mensaje muy claro para el Gobierno israelí: ‘Los presos son la llave de la paz. Israel tiene que entender que no habrá paz sin liberar a los presos’”.
Ziwad Muhammed Taher Taher (o Taher Zabud) fue sentenciado a 21 años de prisión por su participación (junto a otras dos personas) en el tiroteo fatal de Avraham Cohen. Su liberación estaba programada para mayo de 2014.
“Yamil Abed Al Nabi, sentenciado a 21 años por participar en un atentado en Hebrón en el que murió un soldado, gritaba: ‘Hoy es el día más feliz de mi vida, ojalá algún día todos los presos queden en libertad’”.
Nabi, según el informe de CAMERA, fue, en efecto, condenado a 21 años prisión como cómplice de asesinato. Jamil condujo el vehículo de escape después de que un terrorista dispara contra la Gruta de Macpelá en Hebrón en octubre de 1992, asesinando al reservista Shmuel Geresh e hiriendo a Ronen Cohen.
Shmuel Geresh
O, directamente, ¿hay que crear la ilusión de que los israelíes no pueden ser víctimas?
EFE concluía de la siguiente manera:
“La otra cara de la moneda estaba en Israel, donde familiares de víctimas del terrorismo trataron de frenar la excarcelación en el Supremo y se han manifestado estos días para expresar su dolor y rechazo”.
Es todo lo que había que decir de la otra cara de la historia. Ni un familiar de las víctimas tuvo voz. Si uno, cuando lee los medios en español, llega a la conclusión de que los sucesos se cuentan desde el punto de vista de las víctimas, al llegar a esta noticia, se encuentra frente a una contradicción insalvable.
Por algún motivo, los medios sólo disponen de espacio para contar la historia de las víctimas palestinas o de los victimarios palestinos convertidos, por obra y gracia de la desinformación y el maquillaje moral, en víctimas. Los israelíes, en tanto, condenados a un eterno papel de “opresores” y “victimarios”.
La excepción al olvido general de crímenes y víctimas fue el diario español El Mundo, que el 14 de agosto de 2013 indicaba que, según el diario israelí “Yediot Ajaronot”:
“… 35 israelíes murieron por los ataques de los 26 palestinos que esta madrugada recuperaron la libertad. Como Isaac Rotenberg. De 67 años cuando Abu Moussa Salam Ali Atiya le atacó por la espalda en una obra de construcción en la ciudad de Petach Tikva. Tras varios hachazos, le mató. Era el 31 de marzo de 1994. Casi 20 años después, su familia no quiere encender la televisión por temor a identificar a Ali Atiya.
‘Es importante para mí que la gente conozca la historia de mi abuelo. Sobrevivió al campo de exterminio nazi de Sobibor, se unió a los partisanos y luchó contra las tropas alemanas. Se trasladó después a Israel donde luchó en la guerra del 48. Se dedicó a la construcción y allí murió asesinado. Y ahora liberamos a su asesino’, protesta su nieto Matan ante el ‘gesto de buena voluntad’ de Netanyahu hacia Abu Mazen”.
Por su parte, el diario argentino Página12 también mostró otra visión de la excarcelación de los 26 presos palestinos:
“Meir Indor, responsable de esta asociación [Asociación Almagor], consideró la medida como una claudicación ante las organizaciones terroristas palestinas. Veintiuno de los presos fueron condenados por la muerte de israelíes o por ser sospechosos de “colaborar con el enemigo”, mientras los restantes fueron sentenciados por su participación en intentos de asesinato o secuestro. La mayoría de ellos cumplió más de dos décadas entre rejas. Bajo la mediación de Washington, israelíes y palestinos deben reanudar las negociaciones hoy, por primera vez en tres años. La liberación de los presos fue uno de los gestos de buena voluntad que Abbas demandó a Israel”.
¿Cuál será el gesto de buena voluntad de Abbas para acercar la paz a la región? ¿Ningún medio se pregunta eso? ¿O basta con que acceda a sentarse a negociar?
El diario español El País elegía, en tanto, un enfoque distinto. Comenzaba informando que:
“Una multitud los esperaba entre cánticos. ‘Hemos vencido. Nuestros héroes vuelven a casa’, gritaban grupos de jóvenes, cargados de banderas. Los familiares se agolpaban contra las vallas. Algunos de ellos apenas han visto a los suyos en décadas, recluidos como estaban desde antes de 1993. ‘Lograremos sacar a toda nuestra gente’, prometió el presidente Abás. Los presos fueron sacados en volandas y llevados a sus respectivas villas, como Belén o Jenín, escoltados por coches en plena fiesta”.
Alegría. Emoción. De los crímenes por los que fueron juzgados los presos liberados, ni una palabra. En cambio, y aquí introduce el giro original, el artículo pasó a centrarse en la construcción de viviendas en los barrios judíos en Jerusalén Este y Judea y Samaria (Cisjordania).
Lo mismo hizo el diario venezolano El Universal, que escuetamente informó sobre la liberación de presos:
“Los detenidos oriundos de Cisjordania debían reunirse con dirigentes palestinos y luego ser trasladados hacia la Muqata, oficina del presidente palestino Mahmoud Abbas. Cientos de personas los aclamaron”.
Para concentrarse, aunque menos exhaustivamente que El País, en la construcción de viviendas en los llamados “asentamientos”.
¿A un buen gesto israelí hay que oponerle lo que se interpreta como un mal gesto?
En tanto, las fotos que ilustraban la mayoría de las crónicas retrataban la alegría, con mucho de victoria, de los excarcelados y sus familiares y festejantes.
¿Las fotos de las víctimas israelíes? No sabe, no contesta.
Esta noticia ha mostrado cómo un grupo de criminales, con el sólo hecho de ser palestinos, y pasados por el tamiz de planas y palabras, pasan a ser “presos” sin más, dejando en el aire la sensación de que eran presos por motivos “políticos”.
Parafraseando a a John Le Carré (La gente de Smiley), el hecho de que un hombre haya estado en prisión por una “causa”, no la vuelve justa.
Y justamente eso, es lo que se desprende de la cobertura del hecho.
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