Horas después de que la Autoridad Nacional Palestina (ANP) festejara e Israel lamentara la liberación de 26 presos palestinos, sus jefes negociadores se sientan hoy (miércoles) en una mesa en Jerusalén. Una mesa discreta y lejos de las cámaras que Estados Unidos prepara -con renovado entusiasmo gracias al secretario de Estado, John Kerry- tras no pocos errores desde que en el 2010 el proceso de paz entrara en estado de profundo coma.
Con la presencia de su enviado especial a la misión (¿imposible?), el veterano Martin Indyk, los palestinos Saeb Erekat y Mohamed Shtaye y los israelíes Tzipi Livni e discutirán sobre qué deben negociar en los primeros encuentros. Tras el de hoy en un hotel de Jerusalén, se verán en la cisjordana Jericó en un maratón de citas que EEUU quiere que sean herméticas. Cuanto menos hablen, y sobre todo filtren, mejor. De hecho, quizá no haya ni comunicado tras la reunión.
Tras una víspera marcada por acusaciones mutuas, liberación de presos palestinos y el anuncio de más viviendas en los territorios ocupados por Israel en la guerra del 67, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu y el presidente palestino, Abu Mazen inician un camino con fecha caducidad: nueve meses. Después, un acuerdo (definitivo o temporal) que lleve a la creación de un Estado palestino o, como indica el pronóstico generalizado, el enésimo fracaso de un conflicto centenario.
Tras veinte años de contactos, desencuentros y frustración, separados por asuntos mayores en la mesa de negociación (estatus de Jerusalén, fronteras definitivas, colonias, refugiados, mecanismos de seguridad…) y menores en otras mesas (el orígen del famoso Humus, por ejemplo), israelíes y palestinos coinciden: el nuevo intento de llegar a un acuerdo nace en un pesimismo sin precedentes.
La liberación de presos con graves delitos de sangre y su recibimiento como héroes por Abu Mazen provoca en la opinión pública israelí la misma rabia que la palestina siente tras los anuncios en la víspera de nuevas viviendas en Cisjordania y Jerusalén Este. En tres días, 2.129 viviendas (en proyectos viejos y nuevos) en una medida criticada por los palestinos y la comunidad internacional.
Lo máximo que puede llegar a ofrecer Netanyahu, líder de un partido (Likud) mucho más ‘pro colonias’ que él, está muy lejos del mínimo que podría aceptar Abu Mazen, dirigente que fue elegido en el lejano 2005 y que no puede pisar la Franja de Gaza controlada por su rival (el islamista Hamas) desde hace seis años.
Abu Mazen no confía en Netanyahu y viceversa. El palestino no cree que el fin de la ocupación en Cisjordania y la creación de su Estado en las fronteras del 67 se conseguirán con la actual coalición israelí. Preferiría seguir su camino unilateral a través de la ONU. Netanyahu, por su parte, apoya la creación de Palestina pero con condiciones (seguridad) y parámetros (fronteras-colonias) que lo hacen inaceptable para Abu Mazen al que no le considera suficientemente fuerte para firmar un acuerdo. Y además, repite ya que no acepta la división de Jerusalén cuya parte oriental (ocupada a Jordania en la guerra del 67) es marcada por los palestinos como su futura capital.
Entonces, ¿por qué han aceptado negociar? Abu Mazen lo hace porque no quiere perder el apoyo político y económico de EEUU a la ANP que, sin las donaciones internacionales, no funciona. Netanyahu lo hace para reducir la presión internacional y afrontar los explosivos efectos de la Primavera Arabe (Siria, Egipto…) y lo que realmente considera «amenaza existencial»: el proyecto nuclear iraní.
Los dos dirigentes, además, no quieren ser responsabilizados por el presidente Barack Obama del fracaso.
Los palestinos creen que Israel desea el proceso de paz como «cortina de humo para seguir el status quo y la construcción en las colonias en tierra ocupada». Los israelíes acusan a los palestinos de «incitar al odio contra Israel y no reconocer aún el derecho del pueblo judío a un Estado».
Sí, los dos quizá sueñan que pueden entrar en la historia como los firmantes de la paz que ponga fin al sangriento conflicto pero son realistas. Y pesimistas.
Kerry desea que las partes lleguen cuanto antes a un acuerdo sobre las fronteras definitivas para desactivar la mina que supone para los palestinos la construcción en las colonias de Cisjordania o, como llaman los israelíes, Judea y Samaria.
El cómo y cuándo de la reunión hoy (por ayer miércoles) explica el nivel de desconfianza. Si Netanyahu quiso liberar a los presos de noche para evitar una mayor cobertura de las imágenes triunfales de los liberados, Abu Mazen desea que la reunión en Jerusalén sea también de «perfil bajo» y sin la tradicional foto de rigor. Casi en la clandestinidad.
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