Para conmemorar el primer aniversario de la rebelión popular que precipitó la caída del régimen de Hosni Mubarak, fue organizado un festival de expresión artística en Egipto. Jóvenes fueron convocados a manifestar su sentir ante la nueva realidad política y social de la nación árabe bajo la consigna de pintar graffitis en las paredes del país. Llamada “La semana loca del graffiti” instaba: “Sal a las calles y pinta a lo largo de tu país. Piensa, renueva, lucha y pinta”. Además del Cairo, Alejandría y Suéz -urbes habituadas a este arte callejero- se sumaron otras más alejadas tales como Port Said, Isamilia, Zagazig, Mansoura, Mahalla, Banha, Tanta y Assiut entre otras. Como el llamado fue subido a Facebook y anunciado por Twitter alcanzó fama mundial y se incorporaron artistas en Alemania, el Reino Unido, Polonia, Austria y Canadá.
“Si no tienes otro canal, el graffiti es el medio más directo para expresarte públicamente” dijo uno de los organizadores, “lo más importante es que la gente se está expresando, sacando afuera sus mensajes”. El problema es que el entonces gobierno de transición también decidió enviar un mensaje y mandó a sus policías a reprimir: tres jóvenes fueron arrestados y al rato liberados. Un mural fue pintarrajeado y algunos graffitis tachados con pintura. Una serie de afiches en blanco y negro que mostraban a una niña sin ojos y con la boca desfigurada con el texto “abre tus ojos y habla antes de que sea demasiado tarde” del mismo modo fueron arrancados. Lo que recordó que el Egipto post-revolucionario no había transitado todavía el camino hacia la libertad total y -cabe notar- se ha estado alejando de ella más aún desde que los Hermanos Musulmanes tomaron, elecciones mediante, el poder tiempo atrás. En comparación a los tiempos de Mubarak, no obstante, cuando tales expresiones eran cercenadas, ahora pueden verse estos graffitis rebeldes en las casas, calles e incluso en algunos edificios oficiales. En ciertos casos, los propios vecinos han solicitado a los artistas que pinten sus dibujos de colores sobre las fachadas de sus grisáceos hogares.
Al cabo de una era en que la tiranía reinaba, el disenso no era permitido y la manifestación artística era censurada, ni bien afloró un atisbo de libertad, o su esperanza al menos, muchos jóvenes egipcios eligieron dar rienda libre a su pensamiento y sentimiento y lo plasmaron en las calles del país. Después de todo, del graffiti se ha dicho que es un arte de masas, por las masas, para las masas. Durante los últimos dos años muchos y diversos graffitis aparecieron con mensajes de denuncia, protesta o sufrimiento. La fotógrafa sueca residente en Egipto Mia Gröndahl recopiló en un libro titulado La revolución del graffiti: arte callejero del nuevo Egipto este testimonio artístico y político.
En sus más de doscientas páginas quedaron plasmadas más de cuatrocientas de tales imágenes que retratan varias escenas revolucionarias: un manifestante herido y colegas que lo asisten, un tanque enfrentado a disidentes, rostros cortados y vendados. Otras reflejan el rencor de un pueblo oprimido: niños haciendo gestos obscenos, una serpiente con la cabeza de la ex primera dama Suzanne Mubarak, el logo de McDonald´s con el lema “Gobierno de Transición cómete esto”, o un agente de seguridad consumiendo a un “mártir” como en el impactante cuadro de Goya “Saturno devorando a su hijo”. Otras son menos bruscas pero igualmente directas: un tablero de ajedrez con la pieza del rey volteada. Algunas abordan temas sociales: dos hombres besándose y sobre ellos la frase “la homofobia no es revolucionaria” o una mujer sensual que usa un repelente contra hombrecitos que se le acercan. Y las hay también épicas: opositores en plena protesta con alas dibujadas en sus espaldas o una súper-heroína egipcia similar a la mujer maravilla con cara de pocos amigos que arriba supuestamente a enfrentar a los represores.
Se necesitará algo más que graffitis para incentivar y consolidar la democracia en Egipto. Pero como expresión social colectiva en tiempos de crisis y como manifestación artística popular, el movimiento del graffiti egipcio es en sí mismo un fenómeno singular que da cuenta del sentir de una generación oprimida y pujante por respirar alguna brisa de libertad.
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