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| viernes diciembre 27, 2024

Después de Siria, ¿EL FIN DE LA ALIANZA ATLÁNTICA?


sirios

Las armas químicas no eran un pretexto de Obama como sí lo fue para Bush en Irak, ese ex-país. De hecho, el íntimo aliado de Assad, Putin, Presidente de todas las Rusias, lo reconoció al proponer su «colaboración» para lograr que fueran retiradas de Siria las armas químicas. Armas que eran, lo advirtió muy bien Putin, la legitimación oficial de la guerra limitada con la cual amenazaba Obama a la tiranía. Razón por la cual el hábil Putin propuso a su colega Obama un negocio cuyas cláusulas no visibles rezan más o menos así: Tú no atacas Siria. En cambio nosotros (Assad y yo) retiramos las armas químicas más notorias. Así tú quedas bien frente a tus vacilantes aliados europeos y ante tus electores, cansados ya de tantas guerras inútiles, y yo apareceré ante la luz pública como el pacifista internacional que ha salvado al mundo de una guerra atroz. Y por el momento me quedo en Siria. Ni un paso atrás.

Al parecer, Obama no tiene otra alternativa sino aceptar los términos propuestos por Putin. No porque así lo quiera, por supuesto. Como he repetido en diferentes ocasiones, el problema fundamental para Obama, aun más que las armas químicas, reside en la existencia del eje Siria- Rusia -Irán, eje que amenaza desestabilizar aún más al ya desestabilizado Oriente Medio.

Rusia, de acuerdo a la visión mantenida por todos los presidentes norteamericanos después de la Guerra Fría, no tiene nada que hacer en el Oriente Medio. Por una parte, el apoyo militar de Rusia a determinadas dictaduras de la región amenaza a su aliado histórico: Israel. Por otra, amenaza a los aliados petroleros de los EE UU, Arabia Saudita y los emiratos. Por si fuera poco, Rusia a través de Siria e Irán representa un serio problema para las pretensiones de Turquía relativas a llegar a ser un factor hegemónico regional y, no por último -algo que parecen no haberse dado cuenta los europeos- el Oriente Medio está muy cerca de Europa.

Ay, Europa. Ese es el problema. En gran medida el avance de Putin en dirección al Oriente Medio está ocurriendo gracias a la debilidad política de una Europa cuyas gobiernos se han mostrado incapaces para asumir las tareas internacionales que le correspondían después de la Guerra Fría.

Europa ya ha dejado de ser una unidad política-militar. O dicho de modo más preciso: porque Europa ya no es una unidad política no puede ser una unidad militar. Y al no ser ni lo uno ni lo otro tampoco se encuentra Europa en condiciones de reconocer los antagonismos internacionales que la acosan.

La unidad europea solo existe en la economía. Europa no es algo muy diferente al Mercado Común Europeo. Por cierto, los gobernantes europeos son los primeros en quejarse en contra de Ángela Merkel acusándola de confundir a Europa con el Euro. Pero ellos tampoco tienen otra concepción continental.

Las elites europeas nunca se cansan de referirse a Europa como proyecto cultural y no económico. Para todos, criticar a Alemania ha pasado a ser un lugar común. Pero ¿es posible un proyecto cultural sin un proyecto político? Incluso intelectuales con experiencia política claman por una Europa unida sin decirnos en contra de qué se va a unir, como si Europa estuviera situada en el limbo de la historia.

Daniel Cohn-Bendit y Félix Marquart, dos europeístas, escribieron recientemente un manifiesto (04.09.2013) llamando a los jóvenes de Europa a votar como europeos en las elecciones del Parlamento Europeo, aduciendo además, sin prueba alguna, que la época de los estados-nacionales ya ha terminado. ¿Cómo va a terminar si en materia internacional no hay gobierno que no tome posiciones no solo de acuerdo a intereses nacionales sino de acuerdo a intereses electorales inmediatos? Por supuesto, ninguna intervención militar es popular, y si alguien quiere ganar elecciones, es necesario aparecer como pacifista, aunque eso ocurra en contra de los propios intereses nacionales. Razones que explican el débil apoyo europeo que recibió el proyecto de Obama para intervenir en defensa de la resistencia siria.

La verdad, ese fenómeno de abierta deserción política ya venía ocurriendo desde hace tiempo. La última vez cuando Europa actuó como bloque fue en 1999, en Yugoslavia. El apoyo de los gobiernos europeos a EE UU durante la guerra de Afganistán, muy entusiasta al comienzo, fue decreciendo paulatinamente. Hoy Afganistán es un nido terrorista. Frente a Irak el apoyo fue menor. En términos confiables los EE UU solo contaban con Inglaterra. Pero en el caso de Siria el parlamento inglés votó en contra de Cameron, es decir, en contra de EE UU. A través de esa votación los ingleses rompieron un pacto histórico que regía desde los tiempos de Churchill. Solo Hollande parecía todavía dispuesto a apoyar a Obama, pero en los EEUU ya es sabido que París siempre ha escogido caminos propios. Y bien, Putin conoce esa realidad como a la palma de su mano.

Ni corto ni perezoso Putin tomó la iniciativa ofreciendo su «colaboración» a los EE UU, pero reservando términos ventajosos para las pretensiones rusas en el Oriente Medio. Hizo bien entonces Obama al no retirar sus contingentes militares de la región. Desde el punto de vista simbólico habría aparecido ante la opinión pública como un derrotado en una guerra que, para colmo, no tuvo lugar. Por ahora el gran vencedor es Putin.

Probablemente Obama sabe que si los gobiernos europeos no se encuentran inmediatamente amenazados por un enemigo común, EE UU no va a contar jamás con ellos. Es la dura y triste realidad, y como tal deberá ser aceptada. La Alianza Atlántica seguirá existiendo sobre un papel. Pero en la práctica la OTAN solo podrá ser movilizada si el gobierno de Marte decide atacar a la Tierra. Por el momento ese no es el caso.

La era en la que los gobiernos europeos tenían la misma política frente al mismo enemigo ha quedado atrás. También quedaron atrás los tiempos en que la política internacional de cada país europeo no era interferida, mucho menos determinada, por la política nacional. En el fondo la mayoría de los políticos europeos piensan que al no existir el Pacto de Varsovia la OTAN tampoco es necesaria. Y en cierto modo tienen algo de razón: Las condiciones de 2013 no son las mismas de 1949, año en que fue fundada la OTAN. Obama a su vez sabe, y lo dijo, que el papel de los EE UU no es hacer de policía mundial si no está apoyado por una muy amplia coalición internacional. Eso no significa que los EE UU sean más débiles que antes. Todo lo contrario, desde el punto de vista tecnológico es inalcanzable, no solo por Rusia y China, también por Europa. Desde el punto de vista militar es insuperable. Desde el punto de vista cultural, sigue siendo hegemónico. Su única debilidad es que hoy tiene menos aliados europeos que durante la Guerra Fría. Lo que, por lo demás, es obvio.

El fin de la Alianza Atlántica no significará por supuesto el fin de las alianzas internacionales para los EE UU, incluyendo las que deberá contraer puntualmente con determinados gobiernos europeos. Pero todo parece indicar que en el futuro solo serán alianzas circunstanciales y no de carácter permanente como es, o fue, la OTAN. En ese sentido el triunfo de Putin en Siria no solo es momentáneo; es también relativo.

Es cierto que hoy los EE UU cuentan en Europa con menos aliados que antes. Pero también es cierto que en el Oriente Medio EE UU nunca había tenido tantos aliados como durante el gobierno Obama. Con Israel los une una alianza histórica. Con Arabia Saudita y otras naciones petroleras, una alianza económica. Arabia Saudita a su vez, se opone por motivos ideológicos y religiosos a los gobiernos de Siria e Irán. La Liga Árabe en su conjunto apoya a los rebeldes sirios. Turquía se opone a las pretensiones hegemónicas de Rusia e Irán y por lo mismo intenta levantar una estrategia militar de contención. Y hasta los generales egipcios dependen de la ayuda militar estadounidense. Por si fuera poco, las minorías nacionales de Siria sobre todo los kurdos cuyos tres partidos forman parte del CCN (frente de resistencia sirio), más los sirios-turcos, los asirios y los armenios, es decir, todos esos grupos nacionales que en el pasado reciente adscribían a objetivos comunistas, han unido sus fuerzas en contra del tirano Assad.

Obama, en fin, no está solo. Putin, tampoco. El póquer seguirá jugándose.

¿Y los niños masacrados ? ¿Y la sangre que corre por las calles ¿Y los que abandonan sus hogares, huyendo del gas y de las balas? Esos «detalles» ya no los nombra la prensa europea. Después de todo ¿qué más da cambiar a unos terroristas por otros? Ese es el tenor dominante. En cierto modo los europeos ya han hecho suya la infamia propagada por el tirano sirio, a saber, que si no fuera por Assad, Siria será dominada por Al Quaida. Assad ha pasado a ser así, en la opinión pública europea, un simple «mal menor». Si las circunstancias no cambian, pronto será considerado, junto con los gorilas egipcios, como un garante de la paz. Mondo Cane.

 
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