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| lunes diciembre 23, 2024

Adiós a las armas (pero sólo a las químicas)


bashar-v

La prensa internacional no hace más que hablar de un posible acuerdo para la entrega del arsenal químico del gobierno sirio. Curiosa palabra “acuerdo” ya que nos hace olvidar (no me “acuerdo”) o pasar por alto detalles como que Siria tiene permiso para seguir asesinando a diestra y siniestra, siempre que lo haga con material convencional, de ese que le vende Putin. O también, porque de eso ni media palabra, podrá utilizar armas bacteriológicas. ¿Se acuerdan de las cartas con polvo de anthrax? Pues nadie ha dicho que no se pueda jugar al Apocalípsis. Es más: si Israel no hubiera bombardeado (no oficialmente) en 2007 la central nuclear (de tecnología norcoreana, otro que se ríe de las líneas rojas) que los sirios estaban instalando clandestinamente, ¿alguien duda que el “tolerante alawí” (así descrito en un panfleto que circula por Facebook llamado “¿Sabías esto de Siria?”) hubiera desperdigado uranio enriquecido entre su pauperizada población?

Porque de lo que se está hablando y que ha conseguido frenar los ímpetus de los indignados jefes de estado occidentales es solamente de enfrascarse en una entrega de un tipo de armas que tendría, en el mejor de los casos, las mismas garantías de fiabilidad que el programa de control de las instalaciones nucleares iraníes a cargo de las Naciones Unidas, otro de esos acuerdos, ¿te acuerdas?

¿Y Obama? Como en esas viejas películas de vaqueros, el sheriff no quiere ofender a su estrella ni a su diploma de “bueno” de la Corona Sueca, y se pregunta: ¿seré capaz de hacer imperar la ley y el orden sin usar mi Colt 45? Estuvo a punto de desenfundarla, pero los “malos” de la película le han prometido que se portarán bien. La única diferencia es de “location”: el escenario se ha trasladado del Lejano Oeste al Cercano Oriente. Una novela de Hemingway llevada también al cine (en dos ocasiones) se titulaba justamente “Adiós a las armas” y describía el horror de un joven oficial americano en la Primera Guerra Mundial, aquella que más ha quedado asociada al uso de armas químicas y a la estupidez belicista humana. Otro título cinematográfico que viene muy a cuento en esta ocasión es “La delgada línea roja”, aunque en el caso sirio justamente por lo “ancha” que resulta cuando el que masacra es un árabe (un dato: en tres años, esta guerra ha matado tres veces más civiles que todas las guerras y conflictos entre Israel y sus vecinos en todos los bandos). Y luego están los que después de más de 100 mil muertos oficiales, dos millones de desplazados externos y otros cuatro internos, sólo sacaron a pasear su “No a la guerra” cuando alguien intentó ponerle freno.

Desgraciadamente la vida no es como en el cine americano, con final feliz asegurado. De este lado de la pantalla la sangre, el dolor y la muerte son reales. Y, con este acuerdo, sólo cambiarán de “genero”, de muerte química a muerte física.

 
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