La caída de Hosni Mubarak en febrero de 2011 pareció desatar la euforia en Egipto y abrir las puertas a un futuro de libertad y modernidad en el país. Fueron muchos quienes, en Occidente, se unieron a ese sentimiento. Sin embargo, un numeroso grupo de egipcios no parecía compartir ese optimismo generalizado: salvo por algunos miembros de la comunidad, que incluso participaron en las manifestaciones en la plaza Tahrir, la mayoría de los cristianos coptos era escéptica. Puede que siglos de persecución les haya hecho desconfiar de revoluciones, golpes de estado y supuestas liberaciones nacionales, pero el caso es que los hechos han acabado por darles la razón… a un precio muy alto.
Como hemos recogido en este medio desde su inicio, la persecución a los coptos ha ido creciendo en intensidad desde el comienzo de la Revolución egipcia. Voces como la de Raymond Ibrahim no han dejado de dar testimonio de las atrocidades padecidas por quienes constituyen una de las iglesias cristianas más antiguas, fundada, según la tradición, por el evangelista San Marcos en el s. I. Pero estas voces son las menos: la indiferencia de la sociedad occidental, de sus políticos y de sus medios de comunicación ante la persecución que sufre esta minoría es escandalosa. Parece como si Occidente hubiera preferido ponerse una venda en los ojos que le oculte los asesinatos, secuestros, violaciones, palizas, amenazas, ataques a iglesias, domicilios y negocios que padecen los coptos, para así poder seguir creyendo en el espejismo de una primavera egipcia que nunca fue, de una liberación que nunca existió.
No es una actitud nueva: mirar hacia otro lado y pensar que todo va bien, que a uno nunca le va a tocar, es una conducta que, por desgracia, se repite en la historia. Y no hace falta echar la vista muy atrás para comprobarlo. Tampoco es de extrañar el pesimismo de los coptos, que les lleva a preferir al tirano conocido a la turba libertadora por conocer; en su larga historia han tenido motivos de sobra para llegar a esa conclusión.
Pero, ¿cuántos de nosotros, occidentales, conocemos siquiera una parte de la historia de esta minoría? Y, lo que es más importante, ¿cómo podemos pensar que entendemos algo de lo que ocurre en Egipto sin conocerla? ¿Cómo interpretar hechos tan complejos o aspirar a realizar una predicción medianamente verosímil sobre el futuro de la más poblada de las naciones árabes sin tener una pieza del rompecabezas?
Por eso el libro que hoy les presentamos, Motherland Lost, de Samuel Tadros, es tan necesario. Según el autor, el propósito de esta obra no es exponer la historia de los últimos dos milenios de historia de Egipto; ni siquiera pretende narrar la de los coptos: dice que de ello se han ocupado ya en numerosas y excelentes obras. Su intención ha sido presentar de forma clara cómo los hechos del pasado afectan a los acontecimientos presentes y cómo pueden ser interpretados por el observador moderno. Resulta fascinante ver que, en efecto, decisiones y comportamientos de hace siglos han ido conformando otros posteriores, y cómo sucesos actuales encuentran su paralelo en otros muy anteriores.
Tadros ha querido, sobre todo, explicar quiénes son los coptos y cómo están indisolublemente unidos a Egipto; de qué forma les afecta la crisis de la modernidad y, análogamente, cómo han respondido ellos a dicha crisis. Parece como si algunos quisieran considerar a Egipto un bloque monolítico, 100% islámico, cuyo único problema en este ámbito fuera el de la adaptación del islam a los tiempos y cultura actuales. No es así, ni mucho menos: en la historia de Egipto los coptos -que son, probablemente, sus ciudadanos más antiguos- han jugado un papel fundamental que no es posible borrar, como muchos desearían.
Pero al margen del propósito de su autor, Motherland Lost consigue un objetivo adicional: es, gracias a su brevedad, amenidad y coherencia, una guía muy recomendable para el occidental perdido en el laberinto egipcio. En poco más de 260 páginas presenta los acontecimientos más relevantes de la historia de los coptos, de la historia de dos milenios de Egipto. Como dice Tadros, ya había varios libros sobre los coptos, pero la mayoría de ellos presentaban a este grupo como si estuviera aislado del resto, como si fuera una isla ajena a cuanto la rodea; había también muchos libros de historia de Egipto, pero no otorgaban a esta minoría más que un papel muy marginal en el cuadro general de los acontecimientos.
Éste es, pues, el intento -logrado- de engarzar ambas historias y mostrar cómo están indisolublemente unidas. Gracias a su concisión, el lector conocerá en tan sólo seis breves capítulos a personajes tan trascendentes para la historia egipcia moderna como Alí Bey, Mohamed Alí, Cirilo IV o el jedive Ismael, y repasará casi dos mil años de historia que le permitirán comprender mucho mejor el rompecabezas que es el país del Nilo en la actualidad. Motherland Lost no es una enciclopedia, por supuesto, pero quizá sea ésa su mayor virtud: no abruma al lector con datos, personajes y fechas, no lo distrae de lo esencial: el drama de la lucha de los egipcios en general y de los coptos en particular por adaptarse a la modernidad, por lograr que más de dos milenios de historia no se borren… o se reescriban al dictado de unos cuantos.
¿Qué aguarda a los coptos en el futuro? ¿Más violencia? ¿El exterminio? Samuel Tadros ya deja claro con el título de su libro que no es optimista al respecto; no cree que se pretenda su aniquilación total, pero sí seguirán padeciendo pogromos como los actuales, y aun mayores. De lo que sí está seguro es de que lo que pretenden los islamistas es devolverlos a la dhimmitud en la que han vivido, en mayor o menor grado, desde la conquista musulmana de Egipto. A los bravos coptos les quedan pocas opciones. No tienen, como los judíos que hubieron de abandonar el país en los años 40 y 50, un Israel al que huir; tampoco parece que en el exterior tengan a nadie que los defienda de forma efectiva; son pocos para luchar contra una turba islamista que les supera. Parece que la opción más plausible es la emigración. De hecho, desde la revolución ha aumentado el número de cristianos coptos egipcios que abandonan el país, con destino, sobre todo, a Estados Unidos, Canadá y Australia. Quienes se van son quienes pueden permitírselo: los coptos mejor formados y con mayor poder adquisitivo, cuya marcha condena a los que se queden a verse empobrecidos y a perder a los más fuertes de entre ellos: a quienes podían defender y mantener, hasta cierto punto, al resto de sus respectivas comunidades. Pero ¿qué otra alternativa tenían?
La marcha de su tierra, del país al que han estado unidos durante dos milenios, no supone una pérdida sólo para ellos, sino para todo Egipto, para todos los cristianos y para Occidente en general; en cierto modo, representa la caída de la civilización ante la barbarie. Leer este libro puede hacer que, al menos, nos demos cuenta de que si los coptos pierden, nosotros también lo hacemos.
Motherland Lost: The Egyptian and Coptic Quest for Modernity, de Samuel Tadros. Hoover Institution Press, 2013, 262 páginas.
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