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| domingo diciembre 22, 2024

Günter Hessner y Leon Brendt: espías vaticanos en la Alemania nazi


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Durante la segunda mitad de la década de 1930, la Santa Alianza -el servicio secreto del Vaticano- advirtió que algo extraño estaba ocurriendo en una instalación nazi denominada Rasse-Heirat Institut (Instituto de Matrimonio Racial) y despachó clandestinamente a dos sacerdotes-agentes hacia allí: Günter Hessner y Leon Brendt, quienes lograron ingresar como mayordomo y cocinero respectivamente. En su libro  Los espías del Papa, el vaticanista Eric Frattini detalla su historia apasionante y trágica.

Leon Brendt se formó en el seno de una familia de intelectuales. Su padre era escritor y editor de periódicos liberales en Alemania, su madre era una poetisa francesa. Ambos eran fervientes antinazis. Günter Hessner, por el contrario, vivió en un marco familiar pronazi. Su padre había sido un funcionario del estado que apoyó la llegada de Adolf Hitler al poder: “Él representa la nueva Alemania renacida de las cenizas” pronunciaba solemnemente ante sus hijos. Dos hermanos suyos se unirían a la Wehrmacht y darían sus vidas por la nación alemana, uno en Stalingrado y el otro en los bosques de las Ardenas. A pesar de provenir de familias muy distintas, Leon y Günter compartieron su desprecio por el nazismo y ambos se unieron a la Iglesia Católica como sacerdotes.

Poco antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial, Hessner dejó Berlín y se dirigió a Roma a trabajar a la Secretaría de Estado. Llegó allí por recomendación del monseñor Clemens August von Galen, obispo de Münster. Von Galen era un militante antinazi y colaborador del Papa Pío XI en la redacción de su notable encíclica crítica del nazismo Mit brenender Sorge. En 1936, Von Galen envió a Hessner y a Brendt a Berlín con la misión de recabar información sobre los acontecimientos dentro de las paredes del Rasse-Heirat Institut.

Al año siguiente los sacerdotes-espías enviaron su primer informe a Roma. A lo largo de ocho páginas describieron que hombres y mujeres clasificados como arios mantenían relaciones sexuales bajo la supervisión de una enfermera: “Las jóvenes, de entre dieciséis y veintidós años, reciben los máximos cuidados: alimentación, horas de sueño, doctores, medicamentos. Todo les es controlado. Los lunes llegan en vehículos del partido jóvenes atléticos, rubios, altos, de ojos azules y de raza aria. Descansan durante dos días, en los que son sometidos a todo tipo de pruebas médicas, para detectar si sufren alguna enfermedad hereditaria, en cuyo caso son rechazados. Los aceptados son enviados a un ala especial del Rasse-Heirat Institut, en donde son instalados en habitaciones especiales. Estas habitaciones tienen como único mobiliario una cama y una silla. Todo de color blanco. El ´elegido´ es desnudado con ayuda de una enfermera del partido. Una de las jóvenes ´arias´ elegidas es también desnudada. Los dos jóvenes mantienen relaciones sexuales, bajo la atenta mirada de la enfermera”. El Vaticano envió notas de protesta a la cancillería alemana cuidándose de exponer a sus informantes.

El segundo reporte fue redactado por el sacerdote Hessner. Citando a una confidente, relataba que los deficientes mentales, enfermos terminales y muy ancianos -éstos eran denominados por los nazis como Unnutze Esser (“bocas inútiles”)- estaban siendo esterilizados y/o asesinados en varias clínicas y hospitales del país. Decía que la primera eutanasia se había aplicado en octubre de 1938. También afirmaba que en el castillo Hartheim se experimentaba médicamente con personas con síndrome de Down. En 1939, Hessner se dirigió a Alkoven, pueblo próximo a la edificación. “El castillo es un edificio imponente y amenazador. Construido en el siglo XVI, cuenta con cuatro torres y varias hileras de ventanas. Un mayordomo del castillo me ha revelado que tras la verja protegida por guardias de las SS se pasa a un gran patio decorado con columnas. Los habitantes de Alkoven me han dicho que allí hay una especia de sanatorio, pero que les extraña no ver nunca a ningún paciente” escribió el espía. El obispo Von Galen le instruyó a que siguiera investigando.

En una taberna local, Hessner se relacionó con quién era fotógrafo en Hartheim, un sujeto llamado Bruno Bruckner. Éste le contó que al ser reclutado fue obligado a firmar un compromiso de silencio. Dijo que el responsable del castillo era el capitán de las SS Christian Wirth y que cuando quiso renunciar a su trabajo éste amenazó con enviarlo a Mauthaussen. Posteriormente, Wirth sería comandante en Sobibor, Belzec y Treblinka. Hessner solicitó fotografías pero Bruckner le dijo que no le permitían sacar nada de allí. Hessner envió su reporte al cardenal Konrad von Preysing, al monseñor Michael von Faulhaber y al propio Von Galen, tres clérigos fuertemente antinazis. Este último hizo llegar el reporte al Vaticano y el papado protestó formalmente ante las autoridades nazis.

Günter Hessner continuó realizando tareas de espionaje para el Vaticano e informó a Roma del genocidio judío hasta que fue apresado por la Gestapo en 1941 y enviado a Mauthaussen, donde fue ahorcado. Leon Brendt fue arrestado en 1940 mientras asistía a judíos a huir hacia Suiza en un operativo personal que no contaba con el apoyo de la Santa Sede ni de la Santa Alianza. Murió ahorcado en Dachau en 1943. El reclutador de estos espías, Cardenal Clemenes August von Galen murió después de la guerra y fue beatificado en el año 2005 por el Papa Benedicto XVI.

 
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