¿Cuál es el camino para la paz entre israelíes y palestinos? ¿La solución de dos Estados? ¿Un Estado binacional? ¿Una confederación? ¿Una autonomía relativa para las ciudades palestinas de Cisjordania?
Las propuestas proliferan y las conversaciones de paz están sujetas a una lista de asuntos y problemas encajados unos en otros como en las matrioskas rusas: Jerusalén, seguridad, agua, fronteras, refugiados… Es cierto que el mantra general es el de dos Estados para dos pueblos, y la mayoría estamos de acuerdo en que es la mejor opción -otros, como el veterano politólogo americano Ian S. Lustick, que injustamente vierte la mayoría de las culpas sobre Israel, la considera una idea muerta.
Sin embargo, parece que se está abriendo una nueva vía, alejada del liderazgo político: la del emprendimiento. Fue Hayek el que dijo que el libre comercio trae la paz. No seré yo quien lo niegue, habiendo visto con mis propios ojos en el mercado árabe de la Ciudad Vieja de Jerusalén más de un bazar con camisetas a la venta del Ejército israelí y de Free Palestine una junto a la otra. Frente a lo que piensa John Kerry, puede que no todo pase por la diplomacia.
Si hace un tiempo nos hacíamos eco de NewPal, una iniciativa de profesionales palestinos que quiere alejarse del liderazgo corrupto de la OLP y del extremismo de Hamás, el pasado julio un reportaje del periodista Richard Behar en Forbes y titulado “Paz a través del lucro” relataba que la colaboración emprendedora entre Israel y los palestinos de Cisjordania no sólo es un hecho, sino que está forjando el nodo económico que le fue encomendado a Erel Margalit, uno de los artífices del éxito de Israel como start-up nation y ahora diputado de la Knesset por el Partido Laborista.
Desde 2007, cuando acabó la guerra civil entre Al Fatah y Hamás, en la que perdieron la vida 200 personas, la Cisjordania de Mahmud Abás y nuestro añorado hombre en Ramala, Salam Fayad, ha experimentado un crecimiento económico considerable. Es cierto que por medio ha habido una semibancarrota de la ANP y que las expectativas de Fayad a cuenta del crecimiento del PIB no llegaron a cumplirse, y que el descontento con el Gobierno de Al Fatah es creciente. No obstante, animadas y formadas por empresas israelíes y filiales israelíes de compañías americanas, hoy en día hay más de 300 firmas palestinas de tecnología, que emplean a 4.500 personas; y las diez universidades de Cisjordania producen 2.000 graduados de ingeniería e informática al año.
Empresas como Cisco e Intel, muy activas en Israel, aportan fondos y crean sesiones de brainstorming y networking entre israelíes y palestinos. Parece que un nuevo camino se abre, uno que puede otorgar a una nueva generación palestina una voz sensata para la coexistencia con Israel.
Uno de los laboratorios de pruebas para la integración árabe-palestina en la industria high tech israelí es el Nazareth Natural Park, situado en la misma ciudad, conocida como la capital árabe de Israel. Se trata de un proyecto impulsado por el emprendedor israelí Eitan Wertheimer, y tiene por objeto servir de incubadora para start ups árabes.
Yosi Vardi, considerado el padrino de la alta tecnología israelí, y el magnate palestino del petróleo Munib al Masri crearon por su parte la iniciativa Breaking the Impasse, por la que 300 figuras israelíes y palestinas influyentes presionan a los políticos para que se den prisa en la resolución basada en los dos Estados.
No obstante, el camino no está libre de obstáculos. Saed Nashif, que abandonó su puesto directivo en Microsoft para fundar el primer fondo de capital riesgo palestino, Sadara Ventures, ha sido vetado en la Universidad de Birzeit, la más grande e importante de Cisjordania, por promover la “normalización”. Dicho concepto es vilipendiado por muchos palestinos en Cisjordania, que lo consideran una victoria israelí. Si la situación se normalizara, los palestinos prosperasen económicamente y el control militar israelí se relajara, las ambiciones nacionales palestinas se apagarían, sostienen estas voces críticas. De hecho, el mismo Behar recoge en otro artículo las malas reacciones que muchos palestinos tuvieron ante su mentado reportaje. Pero, como apunta Nashif, “hay más de una forma de resistencia. Y una manera es ser más fuertes económicamente”. En el mismo sentido se ha pronunciado Sam Huseini, uno de los coordinadores palestinos de Cisco: “Así es como nos vamos a asegurar de desarrollar un país”. John Chambers, el CEO de Cisco, ha sido más claro aún:
La manera de poner fin a este conflicto es creando una clase media muy grande, e incluir en dicha creación a todos los individuos, independientemente de su edad, religión o sexo.
Ciertamente, aunque la normalización asuste a muchos palestinos, sobre todo a aquellos que se han criado en las dos intifadas, la creación de una sociedad palestina profesional, formada y emprendedora, con poder económico, es un camino indudablemente efectivo y justo para la paz. Israel ya ha dejado claro a los palestinos que el terrorismo indiscriminado y la incitación al odio no son la vía, ni tampoco los envites de Abás en la ONU.
Una nueva clase media palestina renegará tanto de la corrupción e incompetencia de Al Fatah como de los mitos de sangre y terror de Hamás. Una nueva clase media palestina entenderá perfectamente que lo que más le conviene es la coexistencia pacífica con Israel. Y, sobre todo, una nueva clase media palestina sabrá hacer viable un proyecto nacional.
El espíritu start-up puede ser la fórmula que logre lo que la diplomacia, el terrorismo y las guerras no han conseguido en 65 años.
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