De regreso a la tierra de Canaan Iaacob envía mensajeros a su hermano Esav para informarle de su retorno. Los mensajeros vuelven con la desalentadora noticia de que Esav viene a su encuentro acompañado por cuatrocientos hombres.
Iaacob implora al eterno para que lo salve de las manos de Esav. Luego prepara varios enormes rebaños como obsequio para su hermano, y por último separa dos campamentos, para que, en el caso de que uno sea atacado, el otro pueda escapar.
Por la noche cruza el arroyo Iabok con todo lo suyo. Al retornar por unos objetos que había dejado es atacado por un ángel en forma humana. Tras luchar toda la noche, Iaacob vence al ángel, el cual le informa que su nombre ya no será Iaacob, sino Israel, pues ha luchado con hombres y ángeles y ha vencido.
Por fin el momento del encuentro con Esav se produce, pero a la vista de Iaacob y de sus hijos, todo el rencor de Esav se desvanece y los dos hermanos se reconcilian.
Iaacob se establece en las afueras de la ciudad de Shjem (hoy Nablus). Shjem, hijo de Jamor, señor de la ciudad, ve a Dina, hija de Iaacob paseando por el campo, la toma por la fuerza y la viola. Queda enamorado de la niña y pide a su padre que la solicite en casamiento. Iaacob, ante lo ocurrido con su hija queda desolado. Shimón y Levi, hermanos de Dina deciden vengar la afrenta. Para ello van con engaños a Jamor. Le comunican que no hay problema en darle a Shjem la niña en matrimonio, siempre y cuando los habitantes de la ciudad se circunciden. Estos acceden, y al tercer día Shimón y Levi matan a todos los lugareños y recuperan a Dina.
Iaacob emprende nuevamente la marcha, y en el camino Rajel, que estaba embarazada, da a luz. El parto no es fácil y Rajel muere, siendo enterrada en el camino de Bet Lejem. El niño es llamado Biniamin (de Ben Oni = hijo de mi dolor).
Itzjak muere y es enterrado por sus hijos Iaacob y Esav en la cueva de Majpelá, donde están sepultados Abraham y Sará.
La Parashá concluye enumerando la descendencia de Esav.
TENGO MUCHO-TENGO LO QUE NECESITO
“Tengo mucho, hermano mío –dijo Esav–. Que lo que es tuyo siga siendo tuyo”.
“Dios ha sido benévolo conmigo, y tengo todo [lo que necesito]”
Esav afirmó tener mucho, Iaakov dijo que tenía todo lo que necesita.
Aparentemente estas dos declaraciones son similares, pero no es así.
Esav tiene mucho, pero todavía le falta para tener lo que necesita, quiere más y más, sin límite.
Iaakov tiene lo que necesita, sabe que Di-s cubrió, cubre y cubrirá todas sus necesidades.
Para el primero la vida es esforzarse por obtener todo lo posible de este mundo, todos sus placeres, sus riquezas, y si para eso debe matar, robar y engañar, no importa. ¡¡¡TENGO MUCHO PERO QUIERO MAS!!!
Para el segundo la vida es reconocer que todo viene de Di-s y todo lo que Él envía es lo que realmente necesitamos. ¡¡¡DI-S EN SU INFINITA BONDAD VA A PROVEER PARA TODAS MIS NECESIDADES!!!
Mi generación perdida
Por Bella Schapiro
Entre la niñez yla madurez, existe un espacio donde todo es posible. Está libre de los dictados de padres, maestros, y otras autoridades existentes en la niñez. Precede a la carga onerosa de convenciones sociales, los dictados matrimoniales, la vida de responsabilidad material. Las personas que ocupan este espacio son libres. Y sin embargo, esta tierra de libertad en que mis pares y yo nos deslizamos, parece apretada como ninguna otra, por la incapacidad para escapar de una obstinada realidad.
Permítanme explicar: Estoy autorizada para tomar decisiones con derivaciones que pueden atraparme por el resto de mi vida. Puedo conducir un vehículo que pesa dos toneladas y que se mueve a 150 km por hora. Elijo a los representantes y líderes de mi preferencia, que políticamente influyen y afectan las vidas de millones. Sólo tengo veinte años, todavía me animan, no, exhortan, a apretar los pedales y gatillos que se vuelven artefactos y balas en los corazones de individuos y estados.
Y sin embargo, me niegan todo lo que el hombre ha inventado para aliviar su alma abatida. Los ´adultos reales´ pueden desordenar sus vidas mucho más de lo que yo puedo, ellos pueden disolver sus culpas en nubes de humo de cigarrillo, ahogar sus dolores en alcohol, perder sus fracasos frente a las máquinas tragamonedas. Ningún anestésico de esos se me ofrece (legalmente, por supuesto), y siempre debo vivir la vida consciente de una realidad inexorable. Parece injusto de algún modo. Los niños no tienen las responsabilidades, ellos no ven un mundo áspero para confrontar, por eso es que no necesitan escapar. Los «adultos reales» tienen el mundo en sus hombros- y todos esos placebos para escapar de ese mundo. Y allí estoy yo, con la comprensión de lo que es y ninguna manera de salir de él.
El concepto cristiano de confesión para el pecador, siempre me pareció otra manera de entorpecer sus sentidos con respecto a las consecuencias de su hecho. En lugar de vivir para siempre con la noción y la culpa de lo que ha hecho, la persona profiere una única confesión y se le perdona, y nunca más tiene que pensar en ello. Pero entonces comprendí que el Judaísmo tiene también el precepto de la confesión. En las Plegarias diarias, y en el Shemá que se recita antes de dormir, recitamos el Vidui- las confesiones. ¿Eso significa que nosotros también, practicamos el escapismo? La respuesta está en la única diferencia crucial entre la confesión cristiana y el Vidui que recitamos: la absolución. Confieso mis pecados, pero nadie está allí para limpiar la culpa de mi corazón, y entonar: «Usted ha sido perdonado». Sí, he reconocido mis pecados, pero el reconocimiento no los anula, y por el resto de mi vida haré el mismo reconocimiento tres veces por día. Porque en lugar de la absolución, la confesión judía trae el discernimiento, forzándonos al cotidiano reconocimiento de los desafíos y realidades de nuestro mundo, y así obtener el ímpetu para trabajar por un mañana mejor. Recitar el Vidui, no sólo antes de la muerte, sino todos los días de nuestras vidas. Para tomar la acción, sin los medios para borrarla de nuestros corazones, y llevarla para siempre con nosotros. Para entrar en la batalla con los ojos bien abiertos. Quizás teniendo el valor para enfrentar nuestras vidas y las vidas que ellas afectan, viendo cómo es la vida y cómo debe ser, podemos conservar nuestra moralidad para la próxima generación, es decir- nosotros, en un mes, cinco años, o tal vez diez.(Extraído de www.es.chabad.com)
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