Como si de algo excepcional se tratara, son muchas las voces que se han mostrado sorprendidas e indignadas a partes iguales al conocerse la lista de los países que han sido elegidos para integrarse en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU a partir del 1 de enero de 2014. Entre ellos figuran algunos con un historial, y un presente, realmente deleznable en la materia que trata dicho organismo. Es el caso, por ejemplo, de Cuba, Vietnam, Marruecos, China o Arabia Saudí. Las zorras cuidando el gallinero, que diría un castizo.
La indignación está justificada, pero no la sorpresa. Al menos para quien no acepte la versión buenista de que la ONU es un ente benéfico que trabaja por el bien de la humanidad. Que tiranías de todo signo formen parte del Consejo de DDHH, o de la Comisión que existía con anterioridad, es la marca de la casa. De hecho, el auténtico UN way of life es ser una democracia de las dictaduras. Es suficiente con echar un vistazo a la lista de países que actualmente forman parte del organismo en cuestión para darse cuenta de que no tiene nada de novedoso que entren ahora dictaduras de distinto signo.
De hecho, y tal vez con la excepción de algún país que haya accedido a la independencia en fechas recientes, todos los Estados del mundo menos uno (Israel) han sido miembros en algún momento del Consejo o la Comisión. Y eso incluye a la extinta URSS, a otras dictaduras comunistas y a las petromonarquías dictatoriales árabes.
Que gobiernos que violan los más elementales derechos de quienes viven en sus países sean los encargados de velar que los mismos se cumplan en el resto del mundo es el resultado lógico de la estructura y el funcionamiento de Naciones Unidas. Muy en contra de lo que pretende la propaganda dominante, en la ONU no están representados todos los «pueblos», y mucho menos los ciudadanos de todo el planeta. Es una organización en la que quienes tienen voz y voto son quienes ostentan el poder político en cada Estado. Y entre ellos hay numerosos dictadores de distinto signo. Lógicamente, entre estos se cubren las espaldas unos a otros.
Pero peor aún. La elección de los miembros del Consejo de DDHH se realiza mediante voto secreto de las delegaciones de los Estados miembros. Esto protege a aquellos gobiernos de países democráticos que, por los intereses que sean, aceptan votar a favor de la candidatura de alguna dictadura. Como los ciudadanos no tienen forma posible de conocer el sentido de su voto, sus gobernantes están a salvo de las posibles críticas que pudiera acarrearle su apoyo a uno o varios tiranos.
La ONU goza de buena imagen general, y la indignación por quienes entran en el Consejo de DDHH habrá pasado al olvido en pocos días, si es que no lo ha hecho ya. Seguirá siendo retratada como una especie de parlamento mundial donde todos los seres humanos estamos representados. Y la realidad seguirá siendo la misma: se trata de una organización al servicio de los tiranos y enemiga de la libertad
Nota de Porisrael:
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