Hacer desde Israel un seguimiento de las noticias que fluyen diariamente de Oriente Medio, suele despertar preocupación. Claro que cada tanto se matizan con alguna información alentadora, sobre cambios para bien y procesos que pueden conducir algo positivo…como el de marcos en el mundo árabe en los que hay figuras que destacan la importancia de conocer la historia del Holocausto, o de pensadores y figuras públicas que piden dejar de demonizar a Israel , que los árabes analicen sus propios problemas y se dediquen a solucionarlos..Pero, lamentablemente, demasiado a menudo la información es frustrante.
Sí, especialmente para quien vive en la región, frustrante y preocupante sería, nos parece, la mejor descripción. Y eso es lo que se siente a menudo en Israel. Se vive con fuerza, se empuja hacia adelante y no se permite que los problemas paralicen ni ganen la batalla a la esperanza..Pero que hay motivos para preocuparse, claro que los hay.
Podrán hacer caso omiso de las expresiones de extremismo y del abierto radicalismo, quienes de entrada no creen en nada, quienes consideran que lo mejor que puede hacer Israel es rodearse de muros y protecciones porque “mejor no mezclarse con los vecinos”. Pero, quien siente que es difícil renunciar a la posibilidad de vivir con normalidad y de ver en la frontera no una señal de odio y hostilidad sino el umbral hacia los vecinos, puede sentir verdadera angustia cada vez que los sueños se estrellan contra el piso y se hacen añicos.
Quizás suene demasiado fatalista el tono que hemos usado en estas líneas…
Las releemos y comprendemos si alguien así lo piensa. Pero no…reiteramos la potencia de la vida en Israel, la dinámica que la caracteriza, el constante pensar en desarrollo y en progresos….la normalidad intensa de la vida diaria, sobre la que tantas veces hemos escrito. Sin embargo, esto no quita la profunda tristeza que nos embarga cada vez que nos topamos con cerradez, intransigencia, y más que nada cuando va disfrazada de algo muy distinto, faltando claramente a la verdad.
En esto pensamos estos últimos días, a raíz de dos hechos preocupantes.
Hace aproximadamente una semana, la UNESCO anunció que cancela-y ahora se sabe que queda postergada para dentro de unos meses- la apertura en París de una exposición organizada por el Centro Simon Wiesenthal sobre «la relación de 3.500 años del pueblo judío con Tierra Santa».
Es lamentable, ante todo, que la Organización de las Naciones Unidas para la Ciencia y la Cultura decida dejar de lado un evento de esta índole, por presiones políticas. Y no menos lamentable-más aún todavía- es que quienes se presentan constantemente como víctimas y se refieran a Israel como al victimario (los países árabes), dediquen tantas energías a tratar de ocultar la verdad.
La UNESCO postergó la exposición debido a una carta de los 22 países árabes que afirmaban ver “con preocupación el posible impacto negativo de la exposición sobre el proceso de paz y las negociaciones en curso en la región”. ¿Por qué? ¿Acaso ocultar la verdad, alegar que el pueblo judío no tiene un vínculo histórico milenario con la tierra de Israel, puede servir en algo a las negociaciones? Claro…sería más fácil para ellos si los árabes en general y los palestinos en particular, pudieran alegar de modo fundamentado que los judíos son extraños en su tierra, que nada tienen que ver con ella. Pero esa no es la verdad histórica.
La verdad histórica es que los árabes comenzaron a llegar a la tierra de los judíos (Judea, ese era el significado del nombre ya en los tiempos de Jesús), siglos después que los judíos fueran soberanos en su tierra. Recordemos que el Islam nació en el siglo VII, con Mahoma, en la península Arábiga.
Ni siquiera habría que entrar en esto, en competencias de antigüedades y años de presencia en la zona. Es esa actitud árabe que pretende desdibujar la vinculación histórica judía con la tierra de Israel, la que empuja a lo contrario.
Y lo más lamentable es que esta línea es la transmitida constantemente por el liderazgo palestino por diferentes vías, en programas de televisión, en redes educativas, en mensajes al pueblo. Y así, se envenena el alma tratando constantemente de inculcar al pueblo la convicción de que inclusive si alguna vez se logra firmar un acuerdo de paz, será injusto, porque es con extraños que nada tendrían que hacer en el lugar.
Y luego-dos hechos decíamos antes- llegan nuevamente las declaraciones del Presidente de la Autoridad Nacional Palestina Mahmud Abbas (Abu Mazen), calificando de “inaceptable” que los palestinos reconozcan alguna vez a Israel como Estado judío. Ambas cosas, claro, están vinculadas.
Podrá discreparse acerca de esta exigencia de Netanyahu. Lo hemos hecho en estas páginas meses atrás. Podrá alegarse que si hay tanto aún por resolver, quizás esta exigencia se arriesga a sonar como excusa, como nuevo obstáculo en el camino. Pero lamentablemente, la reacción palestina es la que nos hace pensar que quizás, en esto, Netanyahu tiene razón.
La furia con la que los palestinos reaccionan a la exigencia de que Israel sea reconocido como Estado judío, da que pensar. ¿Por qué tanta furia? ¿Acaso ellos no quieren un estado para el pueblo palestino? ¿Cuál es el problema entonces que el pueblo judío tenga el suyo?
Alegan que no aceptarán que se socaven los derechos de “los ciudadanos palestinos de Israel”, en referencia a los ciudadanos árabes que son el 20% de la población, aunque estimamos que tienen claro que esa no es la intención de Netanyahu.
«Nosotros afirmamos nuestro rechazo categórico y de principio a la exigencia de reconocimiento de Israel como Estado nación del pueblo judío», declaró Abbas en un discurso pronunciado en Marruecos ante el Comité Al Quds , que reúne a unos 15 países musulmanes. “No aceptaremos ningún ataque a los derechos de los refugiados palestinos garantizados por la legalidad de las resoluciones internacionales, ni a los derechos de los ciudadanos palestinos de Israel», agregó. «Rechazamos los intentos de tachar nuestra narrativa histórica y de borrar nuestra memoria colectiva, así como de falsificar la historia pisoteando los hechos establecidos», insistió el presidente de la AP, quien se autodefinió como un refugiado de la «Nakba, término que en árabe significa “catástrofe”, con el que los árabes se refieren a lo que sufrieron, según explican, a raíz de la creación de Israel.
Bajo el disfraz de “la legalidad internacional”-resoluciones adoptadas muchas veces por mayorías automáticas en las Naciones Unidas- Abbas pretende con sus palabras hacer olvidar que su “narrativa histórica” oculta la agresión árabe contra Israel apenas nació, único motivo por el cual se creó el problema de los refugiados.
¿Qué confianza inspira en la negociación el que los palestinos exijan la creación de un estado independiente propio, pero que sus refugiados (que no serían tales de no ser por la agresión invasión de Israel por cinco ejércitos árabes), no se instalen en él, junto a los suyos, para desarrollarlo y convertirlo en un gran éxito, sino en el estado vecino?
No es una buena señal.
Excelente como siempre. Tendrías que escribir para Perfil o La Nación para que más gente se tope con estas brillantes notas.