Si las bases de Hezbolá han aprendido algo recientemente es que nada se obtiene sin pagar un precio por ello. El Partido de Dios siempre calcula sus acciones y mide ganancias y pérdidas antes de embarcarse en nuevas aventuras, y se prepara para afrontar las pérdidas tanto como invierte en las victorias. Sin embargo, su implicación en Siria ha sido, probablemente, su acción peor calculada. Las pérdidas han superado las ganancias, y retirarse de Siria se va a volver necesario para poder sobrevivir.
Hezbolá y sus dirigentes iraníes no esperaban que su batalla siria fuera a durar tanto: probablemente creyeron que entrarían, barrerían del mapa a los rebeldes en cuestión de días (o, como mucho, de semanas), y después volverían sin que nadie se enterara. Evidentemente, fue un error de cálculo fatal. No sólo no pudieron acabar con la oposición y mantener el mandato unificado de Asad, sino que ahora son muchos quienes, en el Líbano y en toda la región, los consideran los responsables número uno de la actual guerra en Siria. La tensión sectaria nunca ha sido tan peligrosa, y la comunidad chií se empieza a preguntar si todo esto vale la pena. A nivel político, Irán se ha dado cuenta de que su papel regional no se ha visto reforzado por la intervención.
La cuestión es durante cuánto tiempo podrá Hezbolá seguir soportando las repercusiones de su implicación en Siria. En otras palabras: ¿en qué punto la prometida victoria deja de justificar su coste?
Si hoy decidieran visitar la Dahiye, probablemente se sintieran como en una ciudad fantasma. Los habitantes se refieren ahora a la carretera que conduce a las afueras del sur de Beirut como “la carretera hacia la muerte”. Las calles, que antaño bullían de actividad con el ajetreo de clientes y vendedores, ahora están vacías y deterioradas. Puede verse el pánico en cada esquina.
Además del sentimiento de miedo que les acecha, las gentes de la Dahiye están perdiendo sus negocios y sus medios de vida. Las mercancías y los servicios son más baratos en las afueras que en cualquier otro lugar de Beirut, algo que supone el núcleo de la economía local. Pero ahora nadie se atreve a entrar allí para nada. Las autoridades incluso piden a los vecinos de la zona que permanezcan en casa a menos que se trate de una urgencia.
Mientras tanto, los cargos de Hezbolá se han mudado de la Dahiye a otros lugares más seguros, abandonando a la gente a su suerte.
Para rematarlo, fuentes internas de Hezbolá hablan de más de 1.000 heridos y de 400 guerrilleros muertos en Siria, cuyos cuerpos han sido devueltos a sus familias sin que haya signo tangible alguno de victoria.
Estas pérdidas han desmontado el discurso de Hezbolá respecto a la amenaza de los radicales suníes. Si el Partido de Dios ha ido a Siria para impedirles que vengan al Líbano, entonces ha fracasado estrepitosamente.
El fracaso de Hezbolá en esta cuestión supone que el Partido de Dios no es tan omnipotente como pretende hacernos creer. Es un golpe importante para ellos: si su propio electorado comenzara a cuestionarse la supremacía del partido, su aura sagrada se desvanecería y, a partir de ahí, todo iría cuesta abajo.
A nivel político y diplomático, los dirigentes de Hezbolá en Teherán (la Guardia Revolucionaria) también han sufrido un golpe a su autoridad. Irán no ha sido invitado a la reunión de Ginebra II en Montreux y ha perdido su status en una asamblea que, supuestamente, decidirá finalmente, aunque no inmediatamente, el futuro de la región.
Es un mensaje muy claro para Irán: su acuerdo con Estados Unidos se refiere sólo al programa nuclear, y no tiene que ver con su papel en la región, que es la principal prioridad iraní. También es una señal para la Guardia Revolucionaria y para Hezbolá de que su agresiva implicación en Siria no se ha traducido ni se traducirá en un papel regional más importante: al contrario, les está costando un precio. De hecho, han sido excluidas de Ginebra por su implicación en Siria.
Dentro de Irán esto ha tenido importantes ramificaciones. La tensión entre ambos bandos, la Guardia Revolucionaria y el ayatolá Jamenei por un lado, y el presidente Ruhaní y el expresidente Rafsanyani por el otro, ha aumentado como consecuencia de este revés diplomático. Estos acontecimientos han obligado al ministro de Exteriores iraní, Mohamed Javad Zarif, a negar el pasado 23 de enero que su país hubiera enviado a militantes de Hezbolá a combatir en Siria, y a decir que el grupo extremista chií, apoyado por Teherán, estaba tomando sus propias decisiones. También pidió que todos los elementos extranjeros abandonaran Siria, y que el pueblo sirio decidiera su propio futuro.
Además, el Partido de Dios ha sufrido un grave golpe moral. Ahora hay pruebas concluyentes de que Siria ha torturado y ejecutado de manera sistemática a unos 11.000 detenidos desde que comenzara el levantamiento, según un informe publicado a finales de enero. Hezbolá está ayudando a un criminal de guerra. No es un detalle menor, y le supondrá a Hezbolá una grave pérdida de credibilidad moral.
En resumidas cuentas, Irán está dividido respecto al papel de Hezbolá en Siria, y la comunidad chií libanesa está cuestionando este percance del Partido. Asad sigue en el poder, cierto, pero el régimen se ha visto debilitado de forma drástica, y su delegación en Ginebra II no puede seguir vendiendo el programa antiterrorista. Es evidente que la transición en el poder es el único punto dentro de la agenda de Ginebra II para todo el mundo, excepto para Rusia, que se quedó sola cuando su aliado iraní fue excluido.
Entonces, ¿para qué todo esto? Hezbolá ha sufrido pérdidas sustanciales en el frente local y en el internacional, y no ha ganado mucho a cambio. La decisión de retirarse de Siria se está volviendo inevitable, a menos que esté dispuesto a sacrificar no sólo a la comunidad chií libanesa, sino el estatus y el poder del propio partido. Al final, Hezbolá y sus armas son la principal prioridad para Irán. Siria y su régimen son meros instrumentos para otorgarle a éste más poder : no sacrificarán a Hezbolá por Asad.
Puede que incluso sea ya demasiado tarde, y Hezbolá tendrá que pagar un alto precio por su intervención. Asad se irá, y lo saben. Así que la cuestión ahora es si tratarán de minimizar el coste.
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