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| lunes diciembre 23, 2024

Añoranza por Sefarad, pero no para volver


Isaac-Levy

Isaac Levy muestra en una cafetería de Jerusalén un libro sobre la añoranza de Sefarad. / mikel marín

“Aun cuando vivíamos en España, nuestra mirada estaba ya puesta en Jerusalén”. Ha sido un viaje de más de 4.000 kilómetros y cinco siglos, e Isaac Levy no lo desandará. Este jubilado de 68 años, doctor en Historia y experto en judaísmo sefardí, atesora una de las mayores colecciones de grabaciones de cantos en ladino, o judeocastellano, del mundo. A su familia, los Daça, los Reyes Católicos los expulsaron de Soria. Recalaron en Grecia y en el siglo XVI llegaron a Jerusalén. Ahora, por la decisión del Gobierno de Mariano Rajoy de ofrecer la nacionalidad a los descendientes de sefardíes expulsados en 1492, su familia podrá solicitar el pasaporte español.

Como muchos sefardíes, Levy considera honroso ese gesto de restitución histórica, pero no cree que haga justicia ni que su vida vaya a cambiar. El proyecto de ley, ideado por el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, ha despertado gran interés en Israel, un país con seis millones de judíos. Pero aunque tengan la opción de aspirar a un pasaporte europeo, muy pocos sefardíes sopesan la posibilidad de abandonar un Estado que fue fundado en 1948 como patria para el pueblo judío.

A la entrevista, en una cafetería en Jerusalén, Levy acude con un libro elaborado por su familia, que incluye mapas, retratos y un escudo castellano, con torreón y flores de lis. Son documentos de peso para reclamar un pasaporte a España. Pero Levy tiene dudas. “Soy demasiado orgulloso para dejar de ser únicamente israelí. Amo Sefarad [nombre hebreo de España], allí están mis raíces. Pero nunca abandonaré Israel. El gesto del Gobierno español es bonito, pero en España no nos entienden. Son proárabes, me duele ver cómo tratan al Estado de Israel”.

Muchas ancestrales canciones en ladino recogen el anhelo sefardí por regresar a Jerusalén, que se convertiría en uno de los pilares del sionismo. Una de ellas, preservada en el exilio en Turquía y Bulgaria tras la expulsión de 1492, dice: “Ir me kero madre a Yerushaláyim… A Yerushaláyim lo veo d’enfrente, olvido mis ijos i mis parientes”.

Hasta ahora, el Estado español concede la nacionalidad española a sefardíes mediante un proceso individualizado y complejo, que en la mayoría de casos debe pasar por el Consejo de Ministros. El nuevo anteproyecto de ley modificaría el Código Civil para incluir a los sefardíes en los grupos de ciudadanos que no deben renunciar a otros pasaportes para conseguir la nacionalidad española, como las personas de países iberoamericanos. Levy y otros sefardíes podrían ser israelíes y españoles a la vez. Israel no exige renuncia a otros pasaportes.

De momento, el Gobierno español carece de unos criterios claros para determinar quién es sefardí y quién no. En el anteproyecto de ley se dice que, para los extranjeros, serán los consulados los que decidan, al recibir una serie de pruebas por ahora solo esbozadas. Bastará, entre otras, un documento de la autoridad rabínica competente; un certificado de la Federación de Comunidades Judías de España, o los apellidos del interesado y el idioma familiar (el ladino).

Roy Zu-Aretz, de 45 años, tiene sobradas pruebas. La primera, el apellido, originalmente Suárez, que en 1932 sus antepasados, al llegar a Israel, cambiaron a su forma actual, transliteración de la expresión hebrea “esta tierra”. No menos importante es su conocimiento del judeocastellano. De hecho, tanto él como su hermano, ambos dotados músicos, tienen gran éxito en Israel con un espectáculo que incluye canciones tradicionales en ladino.

Por último, están los documentos familiares que dan fe de que José Suárez fue expulsado en 1492 de España, y luego de Portugal, para recalar en Holanda. Moisés Suárez, uno de sus descendientes, emigró a Libia y de allí, Shalom Suárez, abuelo de Roy, hizo el viaje final a la tierra que su pueblo considera prometida.

“Los españoles son como nosotros, cálidos y cercanos”, dice hoy Zu-Aretz, que vive en Tel Aviv. Nunca ha estado en España y pedirá pasaporte. ¿No queda resquemor por el hecho de que la Corona española expulsara a su antepasados en una purga religiosa? “Viendo lo que los nazis hicieron con los judíos en Alemania, no. Uno ve las cosas ahora en perspectiva y al menos España nos permitió huir. En la naturaleza del pueblo judío está el exilio. Sin esa expulsión hoy no habría Estado de Israel”.

Esta semana los medios israelíes hicieron cálculos, citando estudios demográficos, de las personas que podrán beneficiarse de la oferta: 3,5 millones. Aquello causó furor en Israel y saturó los consulados españoles en Tel Aviv y Jerusalén. Son muchos menos los que pueden trazar el periplo de sus ancestros desde la España medieval hasta la Palestina histórica. Según Levy, unos 50.000. Expulsados, recalaron en lugares como Holanda, los Balcanes o Turquía. Muchos de sus descendientes, los que mantuvieron su religión en la adversidad, están hoy en Israel.

“Por si algo le pasa a Israel”

Moshe Shaul, de 84 años, nació en Turquía. En 1949 emigró al recién declarado Estado de Israel. Aunque no sabe exactamente de dónde fue expulsada su familia, tiene una gran relación con España, adonde ha viajado en numerosas ocasiones durante 40 años. “Muchas familias solo podemos saber nuestro linaje dos o tres generaciones atrás”, dice. “Y al final lo que ha preservado la cultura es la lengua, el ladino”. Él lo habla perfectamente y de hecho es vicepresidente de la Autoridad Nacional —o, como se dice en judeocastellano, Nasionala— del Ladino, creada en 1997.

“No hay duda de que hoy los sefardíes sentimos más amistad que odio hacia España”, dice. Pedirá el pasaporte si la ley se aprueba, pero no por necesidad o voluntad de abandonar Israel. “Aquí está todo lo que el pueblo judío necesita. Hay algunos jóvenes que dicen que pedirán la nacionalidad por si en el futuro es más fácil encontrar trabajo en Europa, pero en realidad la economía israelí es hoy más fuerte que la europea”.

Europa ejerce un poderoso atractivo sobre muchos jóvenes israelíes que no libraron las primeras guerras de su país y cuyo sionismo es distinto al de sus padres. Yoav, hijo de Levy, tiene 34 años y le ha anunciado a su padre que pedirá el pasaporte. “Quiere una alternativa de futuro, por si algo le pasa a Israel”, dice el padre, sacudiendo la cabeza. “Personalmente no lo entiendo”, añade.

 
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